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Una perspectiva del cambio climático
Mientras estudiaba la Carrera de Comunicación en la Universidad de Lima, Mey Lin Chiang Prado fue descubriendo su pasión por trabajar en la comunicación para el desarrollo. Su experiencia profesional en este rubro se fue moldeando tras su paso por diferentes instituciones, como el Centro Peruano de Estudios Sociales (Cepes) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), hasta llegar a formar parte del proyecto EbA Amazonía del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Hoy, ella continúa en este proyecto y tiene como misión reducir la vulnerabilidad de las poblaciones indígenas de Tuntanaín y de Amarakaeri ante el cambio climático, a través de la comunicación.
¿Desde cuándo trabajas en el proyecto EbA Amazonía y en qué consiste tu trabajo?
Estoy desde el 2014, como comunicadora del proyecto. Trabajamos desde dos frentes: áreas naturales protegidas y comunidades nativas de los pueblos indígenas de Madre de Dios y Amazonas. Buscamos reducir la vulnerabilidad de esta población frente al cambio climático.
¿Cómo afecta a las poblaciones indígenas el cambio climático?
Por ejemplo, si bien siempre ha habido lluvias y períodos de calor, los lugareños aseguran que estos períodos están siendo más frecuentes, uno después de otro. El bosque se comporta de manera distinta y desordenada, ya no como ellos conocen, y ahora tienen que releer la naturaleza. Además, sus condiciones socioeconómicas no son óptimas y eso los vuelve más vulnerables. Con EbA Amazonía lo que buscamos es que ellos se adapten a estos efectos del cambio climático y puedan reducir su vulnerabilidad.
¿Podrías mencionar algún ejemplo de lo que hacen para reducir esa vulnerabilidad?
Trabajamos con actividades productivas. En Tuntanaín se están dedicando a la extracción de látex de shiringa, que es un árbol que crece de manera silvestre y luego se convierte en caucho y también en cuero vegetal. Les brindamos asistencia técnica para todo el proceso de extracción y conversión, además de asesorarlos sobre cuidado de árboles, calidad, comercialización, etcétera. Así pueden generar mayores ingresos, adquirir más alimentos con su trabajo y hacerse menos vulnerables frente al cambio climático.
¿Antes no aprovechaban el recurso de la shiringa?
Ellos tenían una asociación de shiringueros, pero les faltaba apoyo técnico para extraer el látex. Antes no le daban valor, vivían de la venta de alimentos, básicamente. Su economía era de subsistencia. En cambio, ahora han logrado duplicar los ingresos por la venta de la shiringa.
De esa manera ellos mismos pueden hacer todo el proceso y mejorar su economía.
Sí, el tema es que sean sostenibles para que, una vez que el proyecto se retire, ellos puedan seguir con esto. Además, hay distintos fondos de inversión privada y pública. El municipio de Condorcanqui y el ECA Tuntanaín, con el apoyo del proyecto, han logrado obtener un fondo de casi un millón de soles. Cuando este se acabe, se verá cómo se obtiene otro y, así, la idea es que se vayan haciendo autosuficientes hasta que no necesiten más de estas fuentes.
¿Con qué otros recursos están trabajando para que las poblaciones se vuelvan autosuficientes?
Trabajamos también con quienes se dedican a la crianza de aves menores [gallinas] y se les da asistencia técnica para que tengan las aves en gallineros y coman la carne y los huevos. De esta manera se busca reducir los niveles de desnutrición, porque el tema de seguridad alimentaria también les causa vulnerabilidad.
¿Cuáles son las áreas protegidas y las comunidades con las que trabajan?
Trabajamos en la Reserva Comunal de Amarakaeri, donde están los harakbuts, los machiguengas y los yines. Están repartidos en diez comunidades, con un aproximado de 1.500 personas. También trabajamos con la Reserva Comunal Tuntanaín, en Condorcanqui, con los pueblos awajún y wampís, que conforman más de 30 comunidades (más de 12.000 personas). Está muy cerca de la frontera con Ecuador.
¿A cargo de quién o quiénes está una reserva comunal?
Las áreas naturales protegidas del Perú forman parte del Sistema Nacional de Áreas Naturales protegidas por el Estado (Sinanpe), administrado por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), que forma parte del Ministerio del Ambiente. Dentro de ellas existen diversas categorías y una es la reserva comunal, que a diferencia de las demás, tiene sus propias formas de gestión. Además, es la única que no solo se administra a través del Sernanp, sino que es coadministrada por las comunidades indígenas.
¿Cómo es su organización?
En Amarakaeri, por ejemplo, está la jefatura de la reserva (Sernanp) y también el Ejecutor del Contrato de Administración (ECA) Amarakaeri. Tienen una junta directiva conformada por los miembros de las comunidades elegidos en asamblea. Es decir, cada comunidad tiene su representante.
¿Has tenido la oportunidad de hablar directamente con las poblaciones o de conocer las comunidades?
Claro, yo he viajado a estos lugares, fue lo primero que hice al entrar al proyecto. Cuando trabajas como comunicadora con enfoque en desarrollo, lo que te da sentido es tener contacto y conocer la realidad con la que trabajas y sobre la cual quieres generar impacto.
¿Cómo fue tu encuentro con las comunidades?
Fue en el marco de la COP20 en Lima. Decidimos hacer un video documental para llevar las percepciones de las personas de estas comunidades sobre el cambio climático. Recorrí los lugares para recoger los testimonios y así se hizo el video, que se estrenó en Voces por el Clima, de la COP20.
¿Qué fue lo más interesante de tu contacto con ellos?
En las primeras visitas me decían que todos les hablaban del cambio climático, pero querían que les explicasen de qué trataba. Como comunicadora, ves que ese es un problema, porque todos hablan de eso, pero ellos no lo entienden y ese fue el gran reto para mí.
¿Cómo asumiste ese reto?
Primero tuve que comprender y conocer las realidades para saber qué esperaban, cuáles eran sus expectativas, y a partir de eso echar a rodar todo lo que aprendí como comunicadora, además de hacer volar mi creatividad, porque ellos tienen sus particularidades. No es lo mismo comunicar acá, en Madre de Dios o en Tuntanaín.
Como parte de tus funciones como comunicadora, ¿qué trabajos se han realizado?
Hemos hecho un programa de radio llamado La Voz de Tuntanaín. La idea era que participaran las comunidades y dar a conocer a Tuntanaín, porque la gente no conocía. Hicimos talleres de capacitación en radio y logramos que ellos mismos diseñaran la estructura del programa de radio; hicieron más de 20 ediciones.
¿Se sigue transmitiendo?
Ya no se produce, pero cuentan con un espacio en la radio en donde ECA Tuntanaín y la jefatura dan sus opiniones y hablan de la reserva y de otros temas. Hay una alianza entre ellos con la radio, por eso tienen un espacio.
¿En Amarakaeri también han trabajado algo parecido?
En Amarakaeri hicimos una versión de documental para las comunidades. La idea era que ellos mismos se vieran y generaran discusión. Lo hicimos con la metodología de cineforo, nos reuníamos y proyectábamos el documental, que duraba como 20 minutos, y después promovíamos la discusión sobre cambio climático.
¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
Creo que además de lo retador e interesante, me gusta todo lo nuevo que puedo implementar desde la comunicación. Puedo trabajar para el desarrollo, en paralelo con una comunicación más formal, con trabajo de prensa, etcétera. Eso es muy rico, porque mostramos que sí podemos generar procesos de cambio y no solo con comunidades indígenas, sino con todo, y eso puede marcar la diferencia.
¿Habías trabajado antes en comunicación para el desarrollo?
Sí, hice prácticas en el Centro Peruano de Estudios Sociales (Cepes) y después estuve en la ONG Ciudadanos al Día. Era comunicadora, pero veía más temas de audiovisuales y de diseño, estuve como año y medio y luego hice consultorías e intenté hacer trabajos independientes. Después entré al Centro de Excelencia en Enfermedades Crónicas de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. Fue una gran oportunidad, trabajé con adolescentes de colegios y llegaron a hacer una campaña bien bacán sobre las enfermedades crónicas no transmisibles. Después estuve en la FAO, en temas de gestión de riesgos de desastres, estuve como dos años y luego llegué al PNUD.
¿Cómo recuerdas tu paso por la Universidad de Lima?
Yo entré por periodismo, pero después llevé comunicación para el desarrollo y me gustó. Tuve la oportunidad de trabajar en Cepes y luego de formar parte del Círculo de Comunicación para el Desarrollo, donde presentamos un proyecto de radio en la fortaleza de Kuélap. Teníamos que viajar al lugar cada 15 días, trabajamos con distintos distritos en Chachapoyas, con Radio Estéreo Jalca y con Radio Horizonte; incluso nos publicaron una nota en la revista Noticias, de la Ulima. El rector Óscar Quezada nos dio todas las facilidades para lograrlo y gracias a eso descubrí qué era lo que yo quería.