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Estudiantes con espíritu solidario
La universidad no es solo un lugar donde los jóvenes se preparan para ser profesionales; también es un espacio donde profesores y alumnos pueden realizarse de manera integral y aportar a la sociedad, ofrecer su tiempo y sus conocimientos, y colaborar para resolver problemas de la comunidad. Con esta perspectiva, la Carrera de Psicología de la Universidad de Lima desarrolla un programa de proyección social, donde residentes de Psicología, supervisados por sus profesores, atienden a pacientes de todas las edades en zonas de escasos recursos económicos.
También participan voluntarios estudiantes de Psicología, que registran a los pacientes, organizan talleres e incluso realizan evaluaciones y pruebas psicológicas. Estas actividades tienen lugar en dos puntos de San Juan de Miraflores (Proyecto Educativo Básico Laboral [Pebal] La Inmaculada y el Colegio San Luis Gonzaga) y en La Molina (Colegio Héroes del Cenepa). Paola Lindo, docente de la Carrera de Psicología, cuenta:
“Los alumnos nos comentan sus casos clínicos y los docentes les damos pautas sobre cómo tratarlos y con qué técnicas, incluso les recomendamos alguna lectura que les sirva de ayuda. Hacemos un seguimiento de los casos y, finalmente, evaluamos el resultado”.
Paola Lindo, junto con los profesores Álvaro Okumura y Álvaro Paredes, se reúnen semanalmente para conversar sobre los avances de sus residentes en Pebal. Ahí, 5 alumnos realizan el internado actualmente, en los 3 consultorios que la Universidad de Lima ha equipado completamente. Ahí se ha atendido a 300 pacientes el año pasado; varios de ellos llegaron sin demasiadas expectativas y luego fueron recomendando a sus amigos y familiares. Pero el trabajo no culmina ahí. Los estudiantes también organizan talleres y charlas cuyas temáticas se proponen según las necesidades de la población. Los temas más recurrentes son educación sexual, violencia familiar, acoso y prevención en el uso de drogas.
En un taller realizado el año pasado, la señora Magaly, paciente de Pebal, declara que aprendió a fortalecer la relación con su hijo:
“Me ayudó bastante con el comportamiento de mi hijo, aprendí a hablarle mejor y una manera apropiada de pedirle las cosas. Los talleres son muy buenos. Yo asisto a terapia desde el año pasado junto con mi hijo. Los resultados han sido buenos, él ha mejorado su comportamiento bastante. El trato que recibo de parte de la especialista es muy bueno”.
Magaly es solo uno de los muchos casos que han logrado una mejoría. También se ven buenos resultados en casos como desórdenes de personalidad, alimenticios y en víctimas de violencia. A los profesores de la Universidad de Lima les parece muy positivo el hecho de que crezca la demanda de los pobladores por este tipo de servicio. Y resulta muy gratificante ver que los maestros de Pebal confían en los residentes, los buscan para pedir consejo y orientación, y para abordar diversos asuntos del colegio.
Ahora bien, los beneficios no solo se hacen evidentes en vecinos de San Juan de Miraflores. También los alumnos de la Universidad han aprendido mucho y han crecido como personas. La docente Paola Lindo reflexiona:
“Me encanta ver el cambio que se genera en los alumnos, no solo a nivel académico, sino también emocional. Se dan cuenta de que hay muchas cosas que ellos pueden hacer para cambiar la vida de las personas y de su entorno social”.
A esta causa se han sumado, inclusive, voluntarios belgas, gracias a un convenio firmado entre la Universidad de Lima y la Universidad Católica de Lovaina. Todos los años, dos alumnos belgas llegan a Pebal y realizan sus prácticas preprofesionales, apoyando en las diferentes actividades que se realizan dentro del programa. Una de ellas pintó con colores y motivos alegres un salón donde se atiende a los más pequeños. El Colegio San Luis Gonzaga, por otra parte, cuenta con 1.200 alumnos de primaria y secundaria, quienes reciben apoyo en prevención e intervención en salud mental y psicopedagógica.
Vicente Rodríguez, docente de la Carrera de Psicología y coordinador del equipo en el Colegio San Luis Gonzaga, dice:
“Antes, Pebal se hacía cargo de este tipo de actividades para el colegio. Se llevaban a cabo talleres y escuela para padres, y se atendían las consultas con los alumnos. Pero en el 2014 se logró un convenio con el Colegio San Luis Gonzaga para que la Universidad cuente con dos consultorios dentro del mismo colegio, como un proyecto independiente, y ahora el trabajo es más personalizado”.
Aprendizaje recíproco
A las actividades que antes se hacían se han sumado cursos de orientación vocacional, talleres sobre técnicas de modificación de conductas, apoyo a docentes y atención psicológica individual (evaluación, intervención y seguimiento del paciente).
Sebastián Granda es uno de los cinco internos que trabajan en el San Luis Gonzaga. Él está muy contento con la experiencia y también es muy valorado por los profesores y padres de familia:
“Estoy extremadamente satisfecho, no solo mejoré mis capacidades como psicólogo, sino también he trabajado ese nuevo espacio, que sentía que me faltaba, que es el compromiso social. Ahora tengo la posibilidad de devolver a la comunidad un poco de lo que he recibido. También es muy bonito ver cómo los niveles de satisfacción y de salud van mejorando. Definitivamente, he aprendido mucho en términos educativos, de competencias y a nivel personal”.
Y en el Colegio Héroes del Cenepa, la Carrera de Psicología también ha implementado consultorios con los mismos fines psicoeducativos. En esta institución educativa se trabaja con 600 personas y el servicio social que brinda la Universidad se orienta sobre todo al apoyo con voluntarios (hubo 15 voluntarios el ciclo pasado), aunque también hay internos que llevan a cabo las terapias, siempre en coordinación con sus profesores. “Tenemos un plan de trabajo inicial por ciclo, donde nos planteamos objetivos claros con indicadores de logros. Finalizando el ciclo, evaluamos los avances y planteamos, por cada indicador, qué porcentaje hemos cubierto. Estamos llegando a cumplir casi el 100% de todas las actividades y lo hacemos ciclo a ciclo”, indica Mariela Dejo, coordinadora en ese centro de estudios.
Paralelamente a las funciones dentro de cada proyecto, los voluntarios e internos de cada equipo comparten actividades de esparcimiento con la comunidad, pues realizan ferias, concursos y donaciones. “Actualmente tenemos un número significativo de internos y de voluntarios que, por la experiencia alcanzada, se han interesado en apoyar los diversos proyectos que tiene la Carrera de Psicología”, agrega la docente. Por eso han llegado, incluso, a diversas instituciones del distrito de Carmen de la Legua, donde permanentemente brindan charlas y talleres de diferentes temáticas.
Para pertenecer a este grupo de voluntarios y residentes, los estudiantes de la Universidad de Lima son evaluados con base en 3 indicadores: conocimientos, desempeño estudiantil (esto se evalúa por medio de entrevistas a sus profesores) y actitud. Los residentes aceptados realizan prácticas durante 10 meses y asisten 30 horas semanales al establecimiento donde brindan el servicio. La puntuación que se obtiene durante el período de cada ciclo equivale al 35% de la nota de cada uno de los 2 cursos. En el caso de los voluntarios, deben cumplir 3 horas semanales.
“Durante la evaluación determinamos qué tan motivados están, revisamos sus tiempos, vemos si reúnen los requisitos, evaluamos su nivel de responsabilidad y les mostramos el plan de trabajo; y los alumnos, por su parte, toman la decisión de trabajar o no”, indica la profesora Dejo.
Esta es una labor en la que todos ganan. La comunidad se beneficia enormemente con este apoyo que se brinda de forma gratuita; y los estudiantes, por su parte, se sensibilizan con la comunidad, desarrollan conciencia social, aprenden y ponen en práctica sus conocimientos. El sueño de Mariela Dejo es reproducir esto en otros lugares y, quién sabe, involucrar a otros profesionales que también podrían hacer grandes aportes.