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Momento decisivo en Colombia
Recientemente, los ojos del mundo estuvieron puestos en Colombia. El plebiscito por los acuerdos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) fue la noticia que dio la vuelta al mundo. Ahí estuvo Olga Ramírez Poggi, docente de la Facultad de Derecho de la Universidad de Lima, como observadora internacional. Ella es la coordinadora de la Misión de Observación Electoral Internacional del Observatorio de Estudios Electorales y Políticos Institucionales (OEEPI) de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), en Argentina. En las siguientes líneas, cuenta su experiencia.
¿Cuál es su percepción de este proceso que se ha vivido en Colombia?
Me queda claro que la población quiere la paz, pero no con las condiciones que se pretendían. El “no” significa que no se puede negociar así. Encontré mucha gente que no quería reconocer que votaría por el “no”: les daba vergüenza, sentían que no querían la paz, y no era eso; sí la querían, pero no en esas circunstancias.
¿Por qué razones cree que ganó el “no”?
Son casi 60 años de peleas dentro de Colombia, muertes y asesinatos. Está el tema de Pablo Escobar en los años 80, que mandó matar autoridades políticas, policiales y militares, y sembró pánico en Medellín. Hay crimen organizado, paramilitares, narcotráfico, terror, etcétera. Me he sentado con gente de todas las condiciones sociales y muchos me decían que no iban a perdonar todo eso. El río Magdalena ha sido una fosa común por culpa del narcoterrorismo y las guerrillas. Algunas personas han votado por el “sí” de buena fe, tal vez sin analizar profundamente los acuerdos. Otros sienten que darles curules a esas personas en el Congreso es muy delicado. Recuerdo a un señor que me dijo: “¿Cómo puede estar libre un miembro de las FARC y preso un policía que mató a un guerrillero de ese grupo?”.
¿Tienen miedo sobre lo que pueda pasar en el futuro?
Se preguntan si se ha terminado el negociado con el narcotráfico, qué pasará si llegan al poder, etcétera. Hay muchas interrogantes y una agenda completa preparada por si triunfaba el “sí”, pero nadie me mostró una agenda por si ganaba el “no”. Ahora tienen que hacerla y renegociar el acuerdo de paz.
¿Qué otros aspectos cree que han influido en los resultados del plebiscito?
Aunque no se ha mencionado, el huracán Matthew influyó, la gente no podía salir por las lluvias. Nadie con ese clima iba a salir a votar si vive en zonas alejadas.
¿Cuál es su opinión con respecto al acuerdo de juzgamiento?
No se puede juzgar a todos igual. Además, está el derecho internacional. Se han cometido crímenes de lesa humanidad, imperdonables. ¿Van a cambiar sus reglas internas? Y si van a la cárcel, ¿por cuántos años lo harán? Hay muchas cosas en qué pensar.
¿Qué sigue ahora?
Negociar rapidísimo, ver qué cambiar de estos acuerdos y ajustar lo necesario para que las personas acepten un acuerdo de paz. Se viene una negociación y un análisis de los aspectos de reinserción, las normas internacionales por los crímenes cometidos.
¿Habrá una segunda votación?
No se sabe si habrá una segunda votación.
¿Algún comentario que le impactase durante su estadía?
Varios. Entre los argumentos que oí, la senadora Paloma Valencia cuestionaba cómo se reinsertaría a estas personas. Me decía: “¿Sabes cuántas violaciones se han producido? Somos el país con más desplazados”.
¿Cree que la población fue informada correctamente?
Mucha información no se le dio a la gente. Se necesitaba un discurso más transparente; no se explicó a los votantes cómo se haría eso, cómo les afectaría el hecho de que salga un resultado u otro.
¿Qué beneficios traería el “sí” a Colombia?
El “sí” implica inversión extrajera directa en Colombia. Es diferente invertir donde hay paz que donde no. Con el “sí”, empezaría una nueva era. Pero mucha gente se pregunta a qué precio. Todo esto también tiene un efecto en nuestro país.
¿Cuál es el efecto en nuestro país?
Colombia está en la Comunidad Andina, es parte de la Alianza del Pacífico. Si Colombia firmase un “sí” y se lograra realmente un acuerdo, sería positivo para todos, acordémonos de que compartimos una frontera. Y, por otro lado, muchos inversionistas en nuestro país podrían animarse a ir a Colombia.
¿Cómo así llega a formar parte del Observatorio Electoral de la UNLP?
Yo estaba culminando una maestría en Argentina y un amigo me contactó con un observador y me pidió ayudarlo a acreditarse. Después de eso, seguí ayudándolos y me propusieron ser observadora. Después de hacer algunos trabajos, me llamaron para ir a Colombia, para lo cual recibí capacitación.
¿Desde cuándo es observadora?
Desde este año. La experiencia ha sido increíble, hay mucha información que logras tener que no tiene precio. El hecho de poder estar en el lugar mismo, ver cómo se desenvuelve el destino de un país y conocer de cerca su sistema electoral y cómo funciona... es muy interesante.
¿Cómo es la rutina de un observador?
En el caso de Colombia, trabajé desde las cinco de la mañana. A las seis nos reuníamos con observadores para subir a los buses. Todos proveníamos de diferentes carreras y observamos el proceso de manera distinta. Éramos sociólogos, periodistas, abogados, políticos, etcétera, todos reunidos con una misma misión: tratar de que el proceso fuera limpio.
¿Corrió peligro?
En estas elecciones ha habido bombas caseras en Bogotá. Como observador corres riesgo, pero uno no puede decir nada, solo tiene que observar. Si ves irregularidades, no tienes que señalarlas, tienes que ir donde los jefes de la misión de observación electoral e informar de la irregularidad.
¿Se veía venir el resultado?
Es un país donde el voto es facultativo, y no puedes predecir el resultado tan fácilmente como en un país donde el voto es obligatorio. El gobierno trabajó por el “sí” en corto tiempo. Ahora, en mi opinión, fuera del ámbito de la observación, te diré que yo fui emocionada por la paz, pero luego de escuchar a la gente y de ver cómo era la situación, me preocuparon las condiciones del acuerdo y terminé a favor del “no”. Por supuesto, entiendo las razones de los partidarios del “sí”.