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Entre lo chicha y lo huachafo
El 4 de noviembre de 2015, como parte de los Miércoles de la Escuela Universitaria de Ingeniería, se llevó a cabo el conversatorio “Estética e informalidad”, organizado por la Carrera de Arquitectura y dirigido a estudiantes y público en general. Los expositores abordaron el tema propuesto a través de dos ejes. Jaime Bailón, docente de las carreras de Comunicación y de Derecho e investigador del Instituto de Investigación Científica (IDIC), expuso acerca del marketing y la publicidad chicha, que ya exploró de forma más profunda en su libro Chicha power. El marketing se reinventa. Por otro lado, Cristina Dreifuss, doctora en Arquitectura: Teoría y Proyectos, por la Universidad La Sapienza de Roma, magíster en Ciencias con mención en Arquitectura: Historia, Teoría y Crítica, por la Universidad Nacional de Ingeniería, y docente de la Universidad de Lima, dio una lectura desde su campo a la estética huachafa, no solo presente en objetos o prendas, sino también en la arquitectura del país.
Marketing chicha
Bailón empezó explicando cómo la industria de la música chicha operaba a través de las clásicas cuatro P del marketing: producto, precio, plaza y promoción, siendo este último factor el más importante. Esto porque agrupar a la gente por variables demográficas no resulta tan apropiado en los países del siglo XXI, heterogéneos en sus hábitos y preferencias debido a las migraciones y la globalización. “Puedes encontrar a tu clon social y tener hábitos de consumo totalmente distintos”, explicó. Así, los promotores de música chicha veían al público a través de comunidades. Algunos tomaban más cerveza, otro grupo prefería el baile y otros escuchaban la música en los mercados, donde el ruido constante requería, por ejemplo, que los conductores radiales gritaran para que se les escuchara.
Lo más interesante es que este conocimiento del público no se logró con estudios tradicionales, cuyo costo era inaccesible para los promotores, sino que se recurrió a una herramienta de investigación que está al alcance de cualquier empresa, por más pequeña que sea: la etnografía. Finalmente, acercarse al público e identificar sus hábitos es mucho más sencillo que acercarlos a, por ejemplo, un focus group, que sin la preparación adecuada puede recabar información incompleta o distorsionada. “El problema de los estudios tradicionales es que asumen que el ser humano es siempre racional”, añadió.
Por último, otros conceptos que Bailón rescata son los de territorio (que no es lo mismo que espacio, pues, por ejemplo, una fiesta es distinta al empezar que bien entrada en la madrugada), situación (que hace que actuemos de determinada forma) y lenguaje (hay códigos más adecuados para determinado contexto), que la industria de la música chicha ha sabido comprender y manejar de forma eficiente. Debido a estos aportes, Bailón considera que desde la academia “no se le debe dar la espalda al fenómeno”.
Apropiación y creatividad
A diferencia de lo chicha, estudiado y reivindicado, lo huachafo nunca ha tenido una connotación positiva. De hecho, como explicó Dreifuss, “el huachafo nunca está consciente de serlo hasta que se encuentra con el otro”. Desde su origen, además, está insertado en un contexto en el que cuando la formalidad no funciona, aparecen soluciones informales. Así, Dreifuss define lo huachafo como una suma de “lo que soy” más “lo que quiero ser”.
Sin embargo, “lo huachafo es un proceso creativo, es mucho más complejo que una copia”, puntualizó. Lo que explica que muchas piezas de decoración que ciertos contextos pueden considerar huachafas puedan ser más baratas que las piezas que las inspiraron, pero sigan siendo bastante costosas. Hay un trabajo y un manejo de cierta estética que hace que estas producciones sean valoradas.
La expositora definió tres pasos fundamentales para el nacimiento de un producto huachafo: el proceso de conclusión (alguien quiere hacer algo que viene de otro lado, pero no posee toda la información, formación y recursos para hacerlo, por lo que completa los vacíos con lo que tiene), el proceso de enriquecimiento (saturar de elementos el objeto en busca de darle valor agregado) y el proceso de abaratamiento (hacerlo lo menos costoso posible).
La arquitectura huachafa, principal tema de investigación de Dreifuss, sigue esta lógica y hace sus propios aportes, como el de la casa nunca terminada. Con el nacimiento de hijos y la prosperidad económica, las viviendas se convierten en objetos arquitectónicos en constante movimiento, con nuevos pisos y acabados diferentes cada cierto tiempo. Esto debido en parte a un entendimiento bastante flexible del espacio público, que varía según lo que se necesite en el momento —conocido es el caso de las personas que construyen escaleras en la vereda— y a la metodología de la construcción informal, que puede llegar a priorizar lo estéticamente deseable a lo seguro o eficiente. La motivación fundamental, precisó, es “darle dignidad a mi situación”.
En este tipo de arquitectura, más que arquitectos o ingenieros, los protagonistas son maestros de obra sin formación académica formal, como Octavio Chuquiruna, quien fue definido por Dreifuss como “el Elliot Túpac de la arquitectura peruana”. Y, en la misma línea de Bailón, concluyó que deben estudiarse sus metodologías, pues muchas aportan ideas novedosas al campo, más allá de estar situadas en un contexto informal. “No es copia, es apropiación”, sentenció.