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Promotora del equilibrio personal
Para una madre, el parto es la experiencia física y emocional de mayor impacto en su vida. Para el recién nacido, salir repentinamente del vientre materno, donde se mantuvo protegido, contenido, amado y a una de temperatura ideal, es un golpe muy fuerte que puede llevar al trastorno de vinculación, el cual tiene repercusiones negativas en cada etapa de la vida. Precisamente sobre ese tema y sobre los beneficios que otorga la psicoterapia nos habla Almudena Pérez Tello, docente de la Carrera de Psicología de la Universidad de Lima. Una profesional comprometida con su carrera y con la posibilidad de ofrecer una mejor calidad de vida a las personas desde la psicoterapia; una convencida de la poderosa conexión que existe entre lo espiritual, lo emocional y lo físico en el ser, y de cómo la relación de estos tres aspectos determina el equilibrio personal.
¿Cuáles son las causas del trastorno de vinculación?
Se denomina trastorno de vinculación al dolor que sufren la madre y el hijo debido a la separación física que tiene lugar en el momento del parto. Este distanciamiento y el dolor profundo que experimentan ambos bloquea el flujo del amor. El manejo hospitalario en ese momento no es el adecuado, ya que se priorizan temas de higiene y salud física, privando a la madre y a su hijo de recuperarse de la ruptura abrupta de la relación simbiótica que existía entre ambos en la vida intrauterina. Este impacto que sufre el bebé debido a la separación se puede prevenir si, inmediatamente después del nacimiento, se les deja físicamente juntos. El bebé debe estar en el pecho materno y no en medio del “aparato médico” en una sala de bebés.
¿Cuáles son los principales síntomas de este trastorno?
Este trastorno genera numerosas alteraciones en la conducta del niño, así como en la relación entre madre e hijo. En los primeros meses se puede presentar llanto continuo, trastornos del sueño, las madres reportan que el bebé no se relaja en sus brazos y que no pueden disfrutar mutuamente. Esto dará lugar a una relación difícil, matizada con un profundo miedo del bebé a ser abandonado. Por esta razón, el niño empieza a tener dificultades para crear vínculos fuera de casa.
¿Qué dificultades sociales puede tener fuera de casa?
En la niñez temprana puede presentar reacciones fuera de proporción y mucha agresividad. El pronóstico en la adultez está dado por vínculos de amistad llenos de celos y posesividad (sensación de abandono). Puede tener una relación de pareja conflictiva, pues esperará que la pareja llene este vacío. El adulto se convertirá en un padre que esperará que su hijo llene sus propias necesidades emocionales y, finalmente, la tendencia apunta a que los hijos se hagan cargo de sus propios padres, produciendo enredos sistémicos que repercuten en el ámbito familiar.
¿Qué tratamientos se pueden aplicar?
Jirina Prekop es una psicóloga, filósofa y pedagoga nacida en la República Checa, que identificó este trastorno y su necesidad de curación. Para ello diseñó un modelo terapéutico conocido como terapia de contención. Se trata de una estrategia terapéutica eficaz, sanadora y profundamente humana. La llevan a cabo las dos personas involucradas, madre e hijo, a través de un abrazo profundo en el cual se expresan los sentimientos dolorosos, para finalmente sentir el amor que había estado bloqueado durante años. En este abrazo se expresa el dolor cuerpo a cuerpo y corazón a corazón durante el tiempo necesario para volver a sentir al otro y que el amor pueda volver a fluir. Los resultados son increíbles, se restablece el sentido de pertenencia, se recupera el lugar correcto dentro de la familia y se instala un equilibrio que conduce al bienestar.
Este año participó como conferencista en el V Congreso Internacional de Avances y Tendencias en Psicología, en Cajamarca. ¿En qué consistió su participación en este evento y qué destaca de esta experiencia?
Cajamarca es una ciudad muy interesada en la psicología y en todos sus avances. Hace más de 2 años, la Universidad Privada Antonio Guillermo Urrelo (UPAGU) me contactó y desde entonces he ido 5 veces para dictar diferentes cursos y seminarios. En este caso, el congreso fue bastante grande. Participaron 1.000 estudiantes de todo el norte del país y tuve el privilegio de compartir con ponentes nacionales e internacionales de mucha trayectoria. Fui representando a la Universidad de Lima y dicté la conferencia “Terapia de contención: ¿Cómo reconciliarme con mis padres vivos o muertos? Hacia una cura del trastorno de vinculación”. También dicté un taller sobre el niño interno, donde los estudiantes y profesionales de la salud mental tuvieron la apertura y disposición de contactarse con su niño interno, quien suele traer muchas disfunciones en la adultez.
Usted se especializó en psicología clínica y en salud mental en adultos y adolescentes. ¿Qué factores la motivaron a especializarse en estos rubros?
La profunda necesidad que existe hoy en día de un adecuado tratamiento de los problemas emocionales. Las enfermedades del nuevo milenio son la ansiedad y la depresión. Una es vivir en el futuro y la otra en el pasado. Se ha desvirtuado el concepto de calidad de vida, se ha cambiado el ser por el hacer, como si eso fuese a satisfacernos. Soy una convencida de que las tres raíces de nuestra vida son la física, la espiritual y la mental, sin una de ellas uno anda cojo por la vida. La salud mental puede hacer, incluso, que una dolencia física o una enfermedad se asuman de otra manera. Para mí, esta carrera es fascinante, en particular el ejercicio de la psicología clínica porque cada cerebro es un mundo por descubrir. La psicoterapia es un proceso que lleva a las personas no a cambiar la vida sino a cambiar su óptica de la vida, del mundo, de los problemas hacia una paz interior que es única y que no tiene precio.
¿Qué es para usted la psicoterapia?
Soy una apasionada de lo que hago. Para mí, hacer psicoterapia es tocar vidas, adentrarse en ellas, recibir la confianza de un alma que se abre con toda su esperanza para que seas su yo auxiliar, reprocesar juntos lo vivido, sacar el lado bueno de las cosas, soltar la mente a la experiencia y al momento presente, quitar aquello que hace padecer, entregarnos en equipo hacia el camino de la evolución, sustituir lágrimas por sonrisas y crecer juntos. Finalmente, ver volar solos a mis pacientes, con las pequeñas o grandes herramientas que pude enseñar desde el fundamento teórico y práctico, que es la única diferencia entre la inmensa humanidad de mis pacientes y la mía. Ese es mi trabajo y, sin duda alguna, el mejor que puedo tener.