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Identidades e integración: la comunidad ‘nikkei’ en el Perú
Antes que escribir un texto erudito sobre el tema que nos convoca, me gustaría aprovechar para narrar, en simultáneo con la reflexión académica, la experiencia de vida de iniciar un doctorado en otro país, en otra universidad y con pandemia incluida; es decir, como inmigrante. La experiencia, aunque sea breve, me permitía interrogarme por mi objeto de análisis. Y como suele pasar, las cosas no suceden como uno las planifica. Viajas para una experiencia académica y terminas en medio de una emergencia sanitaria global, confinada en un departamento y escuchando tus clases en línea. Ante la incertidumbre de la pandemia, se agrega la incertidumbre por ser extranjera, más el añadido de ¿ahora cómo regreso? Uno se pregunta cómo habría sido esto hace ciento veinte años, y reconoce la importancia de la comunidad como un recurso vital para hacer frente a la incertidumbre.
Plantear un abordaje semiótico de una comunidad migrante de larga data, como es la comunidad peruana nikkei, requiere de un período de reflexión y revisión de antecedentes con la finalidad de establecer los contornos del corpus de análisis. “Sin corpus no hay proyecto”, decía mi asesora en São Paulo. Y una comunidad migrante no es un corpus fácil de establecer: no es un edificio, no es una película, ¿dónde está el texto? Es así como se inicia una experiencia de exploración de las intenciones intelectuales con ejercicios analíticos que permitan delimitar el corpus y el objeto de estudio.
Conviene recordar, a modo de antecedentes, que el primer grupo de inmigrantes japoneses en el Perú desembarcó del Sakura Maru en 1899 en Cerro Azul. Con la finalidad de trabajar en las haciendas azucareras, fue una migración articulada entre Estados y con la intermediación de una agencia migratoria (Miyashiro Salas, 2019). Como suele ocurrir, las cosas cambian en el camino o las condiciones no son las esperadas. Manteniendo el sueño de volver a la patria, los migrantes japoneses empiezan a migrar internamente del campo a la ciudad para abrir pequeños negocios (López-Calvo, 2013). Es así como estamos ante una comunidad con ciento veintiún años de presencia en el Perú y cinco generaciones.
Por otro lado, una característica de la comunidad nikkei peruana es que cuenta en su historia con dos trayectos migratorios. Una primera oleada migratoria del Japón hacia el Perú. Y una segunda oleada iniciada hacia 1989, noventa años después de la primera, del Perú hacia Japón; estos migrantes son conocidos como los dekaseguis. En ambos casos, la motivación de la migración es laboral: en la primera, como fuerza laboral agrícola; y en la segunda, como fuerza laboral industrial. Resumiendo, de peones a obreros.
Un primer ejercicio exploratorio fue la contemplación, desde bases semióticas, de la historia de la comunidad nikkei. A partir de datos documentados históricamente, se trató de ir recuperando las modelaciones afectivas de la memoria. La creación de instituciones ha permitido la reconstrucción histórica de la colectividad. En ese sentido, se registra la creación de la Sociedad Central Japonesa en el año 1917, con la finalidad de promover la integración de la comunidad, la solidaridad entre sus miembros y la permanencia de las tradiciones ancestrales (Asociación Peruano Japonesa, s. f.). La institucionalidad hacia el interior de la comunidad se convierte, en sentido semiótico, en una interacción estratégica (Landowski, 2009) destinada a la conservación de la identidad y la memoria de un Japón que en la actualidad ya no existe. Parafraseando en términos simples, nos organizamos para seguir siendo lo que somos.
No obstante, toda estrategia con el tiempo deriva o aspira a transformarse en una programación (Landowski, 2009). Interacciones regulares que, en el caso de la comunidad nikkei, buscan cristalizarse en rutinas culturales: mantener los ritos religiosos, el conocimiento del idioma y ciertos valores que se consideran esenciales para la identidad. El gran riesgo de toda programación es el advenimiento del hastío y la insignificancia a partir de un cumplimiento automatizado vacío de sentido, pero cumplimiento del deber al fin.
Siguiendo con una lectura semiótica de la historia, encontramos el sonido de los tambores de guerra que empiezan a preocupar a la colectividad. Documentado por Morimoto Hayashi (2013), la más importante estudiosa de la colectividad nikkei en el Perú, señala la presencia, mediante la prensa, de una oleada xenófoba basada en rumores de espionaje, producto de la posición política del Perú en la Segunda Guerra Mundial. Estos sucesos nos permiten considerar este período como un tiempo de ajuste y accidente de acuerdo con la sociosemiótica de Landowski (2009).
El ajuste es concebido como una interacción basada en la sensibilidad, la incertidumbre es tal que se requiere sentirse a sí mismo y sentir al otro. Cabe preguntarse: ¿qué sintieron como colectivo?, ¿cómo fue esa experiencia de sentir a la sociedad peruana como amenazante? Se sabe que fueron amigos peruanos los que ayudaron a la comunidad nikkei a refugiarse de la ira colectiva incentivada por los discursos políticos de la época. No obstante, irremediablemente tuvieron que aceptar el inexorable curso de los acontecimientos: saqueos y deportaciones de los principales líderes de la comunidad. Y esa es la característica propia del accidente, una interacción basada en la probabilidad que suscita el asentimiento (Landowski, 2009).
Varias décadas después, hacia 1984 encontramos que la Sociedad Central Japonesa abandona su nombre y se autodenomina como Asociación Peruano Japonesa. Sin renunciar al valor semántico de origen (lo japonés), se agrega el valor semántico de lo peruano. No estamos ante un cambio cosmético, este responde a cambios en la composición de la propia colectividad nikkei que, desde la época de la Sociedad Central, estuvo conformada en su mayoría por los isseis (primera generación). Con el paso del tiempo, entran en escena los niseis (segunda generación), peruanos por nacimiento y japoneses por sentimiento, y los sanseis (tercera generación), peruanos por nacimiento y sentimiento.
Al mismo tiempo, este cambio de denominación responde a una interacción estratégica con la que se busca dejar de ser una comunidad endogámica y establecer los puentes de una comunidad integrada. Una comunidad endogámica se concentra en una memoria congelada (Rossini, 2005), la conservación de un Japón que ya no existe, mientras que una comunidad integrada pretende ser parte de la sociedad a la que legítimamente pertenece. A cierta distancia, este cambio estratégico puede ser una lectura de los acontecimientos de la guerra: si seguimos siendo una comunidad hermética, seguiremos siendo los espías en nuestra propia patria.
Y para cerrar, conseguí volver a mi país.
Citar esta entrada de blog (APA, 7.a edición): Kanashiro, L. (1 de marzo de 2021). Identidades e integración: la comunidad nikkei en el Perú. Scientia et Praxis: Un blog sobre investigación científica y sus aplicaciones. https://www.ulima.edu.pe/idic/blog/identidades-e-integracion-comunidad-n... |
Referencias
Asociación Peruano Japonesa. (s. f.) Nosotros. Historia. https://www.apj.org.pe/cultural/historia
Landowski, E. (2009). Interacciones arriesgadas. (1.a ed.). Universidad de Lima.
López-Calvo, I. (2013). The affinity of the eye: writing nikkei in Peru. [Versión Kindle].
Miyashiro Salas, H. J. (2019). De la restauración a la persecución: formación de la identidad nikkei en el Perú. (Tesis para optar al título de licenciado en Antropología). Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Morimoto Hayashi, A. (2013). La campaña antijaponesa de la prensa de la década de 1930. (Tesis para optar al grado de magíster en Historia). Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Rossini, R. E. (2005). A memória congelada do imigrante: a solidariedade intergeracional dos japoneses e dos nikkeis no Brasil e no Japão atual. São Paulo em Perspectiva, 19(3). 34-43.
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