Por Amanda Mejía, del Círculo de Crítica de Arquitectura
Tal vez el principal problema cuando visité el Museo Nacional del Perú (Muna) es que estaba completamente vacío, sin vida. Ello debido a que aún no está completamente equipado, solo tiene habilitadas cuatro exposiciones, y tendremos que esperar hasta el 2024 para su inauguración formal. Si bien es cierto fui especialmente a ver su arquitectura, fue triste verla sin gente y sin la puesta museográfica completa. Creo que es satisfactorio para cualquier arquitecto ver que las personas usen espacios bien diseñados.
Digo “bien diseñados” porque realmente me gustó lo que vi en el interior: un gran espacio central de quíntuple altura que culmina en un lucernario, alrededor del cual está organizado todo el programa, y algunos patios secundarios que permiten el ingreso de luz natural directa e indirecta no solo a los ambientes de circulación, sino también en las salas de exposición donde las muestras lo permiten. Además, noté una buena relación entre lo público y lo privado, porque el recorrido te permite llegar a distintos espacios colectivos, sin interferir con el programa más discreto, el de los investigadores.
Este gran patio cuenta con una serie de rampas que dirigen al visitante hacia los sótanos, pero lamentablemente aún no está permitido recorrerlas (me quedé con unas ganas increíbles de hacerlo). Realmente espero que estas circulaciones hayan sido concebidas para ver distintas obras y expresiones artísticas a medida que vas caminando a través de ellas.
En cuanto a la forma del edificio, esta es bastante simple, incluso el ingreso no tiene nada de extraordinario (de hecho, las escaleras de acceso a los estacionamientos son mucho más interesantes debido a la espacialidad lograda en ellas); sin embargo, parece que el proyecto fue concebido de esta manera a propósito, para dejarse sorprender por el patio central antes mencionado. En lo personal, no me termina de convencer la forma elegida, sobre todo por la poca relación del edificio con la topografía: me dio la impresión de que una gran masa irrumpe en el lugar tras excavarlo. Además, nunca seré fan de los “cubos en el desierto” y sus derivados; pienso que se puede lograr mucho más en cuanto a quiebres, coberturas y desniveles.
Algo que también podría haber sido mejor es la plaza pública que se relaciona directamente con el edificio, la cual parece no tener diseño alguno más que la elección de adoquines tonos tierra como acabado de piso.
Lo que sí hay que rescatar, sobre todo por la tipología de edificio de la cual estamos hablando, es que el proyecto se encuentra bien orientado y presenta diferentes tipos de celosías que permiten el ingreso controlado de luz, protegiendo toda la puesta en escena de un fuerte impacto de luz solar.
Finalmente, la materialidad elegida no es novedad en la costa peruana, pero sí me parece necesaria. Ya otros proyectos, como el Museo Cao, el Lugar de la Memoria o el Museo de Sitio del Santuario de Pachacamac, han elegido al concreto expuesto como material predominante para relacionarse con el entorno árido y asociarse con los muros de tierra prehispánicos. Se crea así una buena relación con el lugar que permite diferenciarse, pero sin generar grandes contrastes.
Nota
Todas las fotografías son de la autora.
Citar esta entrada de blog (APA, 7.a edición): Mejía, A. (4 de octubre de 2021). El Muna bajo los ojos de una arquitecta. ARQUlima: Blog de la Carrera de Arquitectura de la Universidad de Lima. https://www.ulima.edu.pe/arquitectura/blog/el-muna-bajo-los-ojos-de-una-arquitecta |
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