Una experiencia con café y gatos

Gatú Cat Café no es una cafetería tradicional. Tiene un espacio separado del área de comidas donde unos gatitos juegan y ronronean, al que los comensales pueden ingresar para darles cariño y pasar un momento con ellos. Los mininos han sido rescatados de la calle y, tras recibir atención veterinaria, han ingresado a esta cafetería para ser puestos en adopción.

La creadora de este lugar es Claudia Orihuela, abogada por la Universidad de Lima y activista animalista. Tras años de rescates y adopciones, decidió materializar un modelo de negocio que combina su pasión por los animales, su espíritu emprendedor y sus conocimientos de derecho, que le han ayudado en cada paso a lo largo del planeamiento y la puesta en marcha de este negocio.

¿Podrías contarnos cómo nació el concepto de Gatú Cat Café?
Aparte de ser abogada, desde hace más de diez años me dedico al activismo animalista, específicamente a actividades de rescate y adopción de gatos y perros. Ya conocía el concepto de Cat Café, porque existe desde hace muchos años en otros países, y me parecía una buena idea crear un proyecto de este tipo en el Perú, ya que te permite hacer sostenible un proyecto de ayuda: el centro de adopciones. El concepto de Cat Café es el de una cafetería como cualquiera, pero tiene un espacio independiente y especialmente acondicionado para los gatitos que han sido rescatados de la calle y rehabilitados. Una vez que pasan sus exámenes veterinarios y los cuidados necesarios, ingresan a este espacio y la gente puede ir, conocerlos y postular para su adopción.

¿Cómo es el proceso de postulación?
Es una postulación virtual a través de redes sociales. Las personas interesadas ingresan y colocan sus datos. Nosotros trabajamos con tres organizaciones que se encargan del rescate y la rehabilitación de los gatitos. Cuando alguien quiere adoptar uno, postula para esa adopción.

¿Quién toma la decisión de a qué postulante entregarle el gatito?
Lo hace la organización rescatista que llevó a cabo el trabajo previo. Yo soy un intermediario, Gatú Cat Café es una vitrina que fomenta la adopción responsable de gatitos, genera un espacio temporal para los que han sido rescatados y libera también espacio en los refugios. Es un círculo virtuoso en el que diferentes actores intervienen por un fin común, que es encontrar un hogar para los gatos abandonados.

¿Qué tal acogida ha tenido tu café y las adopciones?
Estoy muy contenta al respecto. Inauguramos oficialmente el 3 de diciembre y es muy bonito ver la recepción de las personas. Cada vez, hay más gente involucrada en el rescate de perros y gatos en Lima. A través de campañas en redes sociales, logramos viralizar la cafetería y por eso tuvimos una gran acogida. En diciembre, enero y febrero ha sido un boom. La cafetería está llena casi todos los días, nos va muy bien. Además, hemos logrado hacer nueve adopciones desde que abrimos, lo que es un buen número, si consideramos la tasa de adopciones en Lima.

¿Qué tipo de clientes va con mayor frecuencia a tu local?
Principalmente, jóvenes. Creo que ellos están más involucrados en este tema. Muchos son universitarios y gente que ha acabado su carrera recientemente. Tenemos una restricción en cuanto a la edad mínima de los niños que pueden acceder al espacio de los gatos, con la finalidad de asegurar el bienestar y el cuidado de los gatos. Pero también recibimos familias que quieren pasar un rato agradable y tener una experiencia diferente. Tienes la posibilidad de ir, tomar un café muy rico y probar algo de la carta, ver a los gatitos e interactuar con ellos, si quieres. Los que van a la cafetería no necesariamente adoptan, pero pasan un momento agradable. La experiencia que ofrecemos es lo que ha definido que tengamos este éxito.

Entonces, no necesariamente hay contacto con los gatos.
Así es, es muy importante remarcar eso. Hay gente que piensa que, si viene a la cafetería, va a estar en contacto con los gatitos. Pero no es así, incluso por regulación sanitaria no debe ser así. En el local, tenemos dos zonas separadas por una mampara de piso a techo que divide los dos ambientes: el de la cafetería y el del centro de adopciones. En este último, también hay mesitas donde los visitantes pueden consumir bebidas e interactuar con los gatitos. Pero si uno quiere, puede ir solamente a la cafetería, porque tenemos una carta muy buena. No es necesario tener contacto con los gatos. Los espacios están bien delimitados.

¿Cómo es la carta? ¿Qué van a encontrar los comensales?
Es muy diversa, tenemos todas las variedades de café, jugos de fruta, refrescos y cócteles, vinos y cervezas. En alimentos, tenemos sándwiches hechos con pan de masa madre en diferentes estilos, además de postres.

¿Cómo has armado la carta y cómo has pasado ese proceso de trámites para abrir tu local?
Ha sido un proceso muy fuerte, pero también muy rápido. Yo soy abogada y no estoy relacionada con el rubro gastronómico, así que lo primero que hice fue contactar con profesionales en este tema: asesores para armar el plan del negocio y un chef que me ayudó a armar la carta. He tenido que aprender a gestionar una cafetería, y ha sido muy interesante. La formación que recibí como abogada, amplia e integral sobre las cosas que necesito para un negocio, me ha ayudado mucho. Me da la posibilidad de anticiparme a los requisitos. 

Esa visión que uno adquiere como abogado en la Ulima es de gran utilidad, porque es una base muy importante para cualquier negocio. Después, se puede refrescar algún concepto y buscar la asesoría específica en un tema que se necesite. La idea es estar lo mejor preparado posible para enfrentar cualquier situación del negocio.

¿Qué te gusta más de este negocio?
Por un lado, me encanta mi profesión y me alegra aplicarla aquí. Por otro, haber encontrado este modelo de negocio me da la oportunidad de trabajar en una de mis pasiones, ayudar a los animales, y dedicarme a atender la problemática de la sobrepoblación, el abandono y el maltrato animal. Saber que puedo dedicarme a esto, poner un grano de arena y practicar al mismo tiempo mi profesión me llena de felicidad. Me satisface mucho saber que la cafetería, como un negocio exitoso, puede mantener la parte de las adopciones.

¿Cuáles son tus experiencias laborales anteriores?
He trabajado en Indecopi, como abogada. Cuando estaba ahí, me llamaron del estudio Rodrigo, donde permanecí varios años. Luego, hice una maestría en Propiedad Intelectual en la Universidad de Alicante, España. Al regresar, me contrataron en una empresa llamada Fenix, para la parte legal. Después, regresé a trabajar a Indecopi, y estuve ahí hasta hace un año más o menos, cuando decidí retirarme para estructurar este proyecto y dedicar todos mis esfuerzos a abrir el restaurante. Me tomó más o menos un año. Tengo socios inversionistas, sin embargo, quien está abocada 100 % a la cafetería soy yo. Soy la CEO, la gerente general, quien se encarga de la administración del local y del manejo del día a día.

Por último, ¿qué te pareció estudiar en la Universidad de Lima?
Para mí, esa fue una de las etapas más lindas, la disfruté muchísimo. La Universidad de Lima es la mejor; en Derecho, la plana docente es A1. El grupo de amigos que hice en la Universidad también fue excelente y los conservo hasta el día de hoy. La infraestructura universitaria nunca deja de mejorar, y ya desde mi época era muy buena. 

Para mí, la vida universitaria fue una experiencia muy enriquecedora, tanto por la parte académica como la humana. Los abogados que teníamos como profesores eran grandes profesionales, y mis compañeros de aula son especialistas, cada uno, en diferentes materias. A veces nos hacemos consultas porque la amistad continúa.