La necesidad de planificar las ciudades

A Paloma Nieri siempre le interesaron los problemas de la ciudad y encontrar una manera de resolverlos. Por eso estudió Arquitectura en la Universidad de Lima y se especializó en Urbanismo. Ha tenido oportunidad de trabajar en el Reino Unido y actualmente en España, en Carnet, donde realiza proyectos de corto y largo plazo sobre movilidad urbana. En el futuro, le encantaría formar parte de un equipo que emprenda un plan de regeneración urbana para Lima, con transporte público, vivienda social, espacios públicos, espacios verdes y equipamiento para todos.

¿Podrías comentarnos a qué te has dedicado desde que terminaste la Universidad?
Terminé todos los cursos en diciembre del 2016 y comencé a hacer mi tesis en mayo del 2017. Mientras tanto, trabajé a tiempo parcial en un estudio de arquitectura llamado Doble Altura Arquitectos. Aprendí bastante; como era un estudio pequeño, tenía muchas oportunidades y responsabilidades. Terminé la tesis en el 2018 y me fui a estudiar una maestría de urbanismo a Inglaterra, al University College London, porque tenía un acercamiento bastante social al tema de regeneración urbana. Fue muy enriquecedora, tuve profesores excelentes que escriben en prominentes revistas científicas y usan sus artículos para enseñar en la clase.

¿Cómo siguió tu carrera luego de la maestría?
Comencé a aplicar a trabajos en Inglaterra. Mi idea era trabajar en Europa para aprender, y conseguí un puesto en la municipalidad distrital de Sutton, en el sur de Londres, en el área de Regeneración Urbana. Estuve allí un poco más de un año, intervine en distintos proyectos de regeneración urbana, espacios públicos, proyectos de activación, centros culturales, espacios de coworking, ambientes creativos para artistas, entre otros. La idea era reactivar zonas poco privilegiadas del distrito. Había que hacer bastante trabajo de campo y planeamiento, fue muy interesante. Luego viajé a Barcelona, España, porque en cuestión de arquitectura y urbanismo esa ciudad siempre ha estado a la vanguardia, y, por el lado de la regeneración urbana, también hay muchas estrategias nuevas que se están probando, como las supermanzanas. 

Hice otra maestría en Estudios Avanzados de Arquitectura con especialización en Diseño Arquitectónico, en la Universidad Politécnica de Cataluña. Ya me había especializado en urbanismo y quería acercarme otra vez al diseño. A través de la universidad, comencé a postular a distintos trabajos y conseguí entrar a Carnet, un centro de investigación de movilidad futura. Estoy en el área de urbanismo, donde trabajamos en proyectos de movilidad, como pacificación de calles, diseño de mobiliario para calles y hubs de movilidad combinada, donde hay tren, bus y bicicletas. También hacemos proyectos de investigación con un enfoque en participación ciudadana. Por ejemplo, talleres con la población para identificar rutas caminables y seguras. Mucho de lo que hacemos está libre de derechos y termina siendo replicado en otras ciudades y países. Vemos muchos temas de innovación también.

¿Cómo es la innovación en tu campo?
En este campo siempre pensamos en estrategias y proyectos nuevos. Hacemos muchos pilotos, se analiza cómo se desempeña el proyecto y luego se lleva a cabo un reporte para que el piloto se pueda recrear en otras ciudades. Trabajamos mucho con el financiamiento de la Unión Europea.

¿Hay algún proyecto en especial que te ha gustado desarrollar?
Cuando estuve en la municipalidad de Sutton fui parte de un proyecto para regenerar calles comerciales principales de diferentes distritos, que se llamaba Future High Streets Fund. Planeamos este proyecto que, además de la regeneración de espacios públicos, abarcaba la regeneración de varios edificios en desuso para activar la zona, convirtiéndolos en espacios nuevos, como un centro cultural y un colectivo de artistas. Estos edificios van a revivir las calles comerciales, que se están quedando vacías y se vuelven peligrosas. Pudimos desarrollar el diseño de estos edificios y estimar cómo iban a afectar la calle. Fue muy bonito preparar esta propuesta y competir con otras del Reino Unido. Solamente se financiaron 50 calles y nuestro proyecto fue uno de los que alcanzó el financiamiento. Tomará 20 años verlo listo, pero es bueno saber que se va a hacer realidad. Además, tiene un enfoque comunitario, está pensado para la gente que vive en los alrededores, lo cual es atípico lamentablemente. El problema que sucede muchas veces con la regeneración urbana es la gentrificación; es decir, se ubican proyectos nuevos que atraen a muchas personas de mayores recursos y eso hace que la zona se vuelva más cara y la renta suba, lo cual termina expulsando a las personas de su propio barrio. Esto sucede con mucha frecuencia, por lo cual hay que tener mucho cuidado con la regeneración urbana y siempre darle un enfoque comunitario y participativo.

¿Qué otro proyecto podrías comentar?
En Carnet, donde estoy ahora, participé en un proyecto de pacificación de calles que se llama Furnish, que ya está en su tercera edición. En esta última edición, la idea era volver las calles en torno a ciertos colegios de Barcelona y Milán más seguras para los niños. Trabajamos con dos escuelas de diseño para crear mobiliario urbano para estas nuevas calles peatonales, en el marco de un proceso participativo con los niños de los colegios. Después, los mismos estudiantes probaron y evaluaron el mobiliario implementado. Yo fui parte del equipo, y ahora estamos escribiendo un libro sobre las distintas ediciones, porque tuvimos ediciones en diferentes países, como Finlandia, Hungría, Italia, y varias en España. Es bonito ver todos estos pilotos, los cuales son libres de derechos y pueden ser recreados en cualquier parte del mundo.

¿Qué falta para que en Lima se lleven a cabo proyectos de largo aliento, como los que has desarrollado?
El problema en Lima es bastante complejo. Es necesario comprometerse a seguir un plan. A veces los alcaldes hacen los planes, pero al dejar el cargo estos se archivan. Se piensa más en el antagonismo político que en lo que necesitan las personas y la ciudad. Me parece inconcebible que aún no tengamos un metro subterráneo. El metro de Londres es de finales del siglo XIX y el de Buenos Aires se hizo a inicios del siglo XX. Estamos atrasados con respecto al resto del mundo e incluso respecto de nuestros vecinos. No se plantea hacer un metro, porque no se puede terminar en cuatro años. Los arquitectos y urbanistas nos frustramos mucho al ver un nuevo by pass, porque, desde los años 80, los países europeos se han dado cuenta de que no funcionan y solo empeoran el tráfico. China está llena de by passes que generan cuellos de botellas, porque liberan una zona, pero al salir se traban en otra. La forma de liberar el tráfico no es con infraestructura para los vehículos privados, sino con infraestructura para el transporte público o para la movilidad activa, como las bicicletas o las caminatas. La cantidad de personas que entra en un bus es la misma que entra en 50 carros. El auto privado es completamente ineficiente, pero en Lima seguimos haciendo infraestructura para éste. Se piensa en la inmediatez y en el impacto político, no en lo mejor para la ciudad.

¿A partir de cuándo te interesó el tema del urbanismo?
Fue a partir de una clase de Análisis Regional y Urbano. Era un curso electivo de urbanismo que me encantó. Yo vivía en Miraflores y toda mi vida había pasado por Surquillo, porque vivía a solo cinco cuadras, pero al cruzar la frontera, todo era diferente. En este curso vi muchos mapas y los contrasté con mi observación del distrito, por ejemplo, con densidad poblacional. Vi que Surquillo era un punto rojo de densidad poblacional muy alta. Vi también los mapas de ingreso económico, donde Surquillo era un punto más oscuro, de nivel socioeconómico B y C, cuando todos los alrededores eran de nivel A. Fue muy interesante contrastar estos aspectos económicos, sociales y urbanos.

Mi tesis fue un estudio de segregación socio-espacial, un estudio urbano sobre el distrito de Surquillo, su nombre es: “Surquillo, recordatorio urbano de una ciudad segregada”, porque es un ejemplo de la Lima real que no se encuentra en la periferia, está rodeado de distritos de mayor capacidad económica y con mejor calidad urbana. Siempre me motivó investigar sobre los problemas de Lima y pensar cómo resolverlos. Yo quería que mi tesis tuviera un impacto positivo. Finalmente, obtuvo la calificación summa cum laude; aprendí mucho haciéndola y me preparó para la maestría. Me enseñó a escribir en formato de artículo científico, a investigar y a tener una visión multidisciplinaria de la arquitectura y del urbanismo. En el futuro, me encantaría formar parte de un equipo que haga un plan de regeneración urbana para Lima, de cómo sería la Lima soñada, con transporte público, vivienda social, espacios públicos, espacios verdes, con equipamiento para todos.

Finalmente, ¿qué te pareció estudiar Arquitectura en la Universidad de Lima?
Me encantó. Pertenezco a la tercera promoción, entré a Arquitectura cuando la carrera era nueva, no había un solo graduado. Recuerdo que antes de elegir qué estudiar fui a la Universidad y los profesores me guiaron por el campus, me enseñaron los talleres de modelación donde los estudiantes trabajan en sus maquetas. A pesar de que había visitado otras universidades, la Ulima me gustó mucho. Además, tenía un enfoque muy sostenible y social, lo que siempre me había llamado la atención. Tuve muchos profesores apasionados, a quienes les encantaba lo que hacían, y eso es algo contagioso. Me encantó el plan de estudios, porque teníamos la parte de matemática y de física, pero también de arquitectura y de diseño. Incluso llevé cursos de comunicaciones que se relacionaban con la arquitectura. Durante los estudios tuve que hacer revistas, paneles y hasta un reportaje sobre arquitectura. También teníamos clases de fotografía, dibujo y gestión de proyectos. La parte urbana era muy fuerte, y terminé dedicándome a eso. La arquitectura es matemática, arte y humanidades, tiene un poco de todo. Así nos enseñaron en la Ulima. Debíamos leer, escribir, aprender a diseñar, pero también dibujar, tomar fotos... todo me gustó mucho. 

Yo vengo de un colegio donde a los profesores se les llama por su nombre, así que no sentí un cambio muy fuerte. Los docentes de la Universidad me conocían, sabían quién era yo y cuál era mi estilo. Se sentía muy personalizada la educación. Además, me dieron muchas oportunidades. Yo hice prácticas en el Instituto de Investigación Científica (IDIC) de la Universidad, formé parte de una investigación sobre arquitectura moderna en el Perú. Aprecié mucho ese tipo de oportunidades que nos daban los profesores.