Desde la Organización de Naciones Unidas, Pierre Horna lleva a cabo dos proyectos globales que buscan facilitar la recuperación económica de diferentes sectores después de la pandemia. Es abogado por la Universidad de Lima. Comenzó a trabajar en la ONU a los 24 años, el mismo mes en que terminó una maestría en Derecho en la Universidad de Leiden, en Holanda, gracias a una beca completa. Tiene un doctorado en Derecho Internacional de la Competencia por el Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales en Ginebra, Suiza, donde reside. Su actividad laboral le ha otorgado una amplia experiencia técnica en derecho y política de competencia global, en alrededor de cien jurisdicciones en todo el mundo.
¿Por qué áreas ha pasado en la ONU?
Siempre me he mantenido en la misma unidad, en diferentes trabajos, en distintos países. Trabajo en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Fui contratado porque mi tesis de magíster fue sobre derecho a la competencia y la Organización Mundial del Comercio (OMC). En esa época se negociaba un nuevo acuerdo en la Organización Mundial del Turismo (OMT). Cuando me entrevistaron en Ginebra, de la UNCTAD, me di cuenta de que el proyecto se basaba en las conclusiones de mi tesis. Casualidades de la vida. Buscaban a un consultor joven, de un país beneficiario del programa, que fuera abogado, formado en alguna universidad latinoamericana, con conocimientos de inglés y que hubiera realizado investigación en universidades en el extranjero. Es decir, tenía como cinco criterios solicitados. Actualmente soy suizo de nacionalidad, tengo mi familia aquí, he hecho mi vida completa acá. Los temas que he visto se vinculan con el comercio internacional, derecho a la competencia, derecho de protección al consumidor y, desde la pandemia, estoy desarrollando temas de promoción de las pymes. He trabajado con muchísimos gobiernos a nivel mundial, con agencias gubernamentales de la competencia y con organizaciones de defensa del consumidor en Estados Unidos, Europa, Asia, el Pacífico, la mayoría de los países asiáticos y una buena cantidad de países africanos y árabes.
De todos estos años, ¿qué proyecto recuerda especialmente?
El primer proyecto por el que me contrataron fue el programa Competencia para América Latina (Compal), creado por el gobierno suizo. El Perú es un país beneficiario y fundador. Ese programa empezó en 2005 y duró hasta el 2018. Yo estuve en los inicios, porque fui contratado en 2003. Es un programa que ayudó muchísimo, porque cuando nosotros comenzamos a trabajar en Latinoamérica, en el 2003, solamente había dos organismos nacionales de defensa del consumidor en la región, y a partir del 2018, todos los países de América Latina los tienen, con excepción de Guatemala. El resultado es palpable. Hemos convencido a los gobiernos de la importancia de instaurar agencias de competencia del consumidor en la región latinoamericana. Y, últimamente, soy uno de los administradores del proyecto global Política de Recuperación Económica de las Pymes y el Papel de la Competencia en Tiempos de COVID.
¿Podría comentar de qué se trata este último proyecto?
Hemos propuesto crear consejos interinstitucionales e interministeriales para establecer políticas públicas coordinadas y articuladas, entre las cuales están las políticas de competencia. ¿Qué pasa si hay muchos monopolios en los mercados digitales? ¿Qué pasa si hay muchos oligopolios? ¿Qué pasa con las pymes que quieren entrar en estos mercados digitales y no tienen oportunidades? ¿Qué pasa si el gobierno comienza a ayudar a pymes indiscriminadamente y lo hace de una manera que crea mayores distorsiones en el mercado sin saberlo? Por todo ello es que los gobiernos deben coordinar su accionar con las autoridades que se ocupan de temas del mercado, a efectos de que puedan analizar que el apoyo gubernamental se destina a lo que verdaderamente se necesita.
¿Qué satisfacciones le da trabajar en Naciones Unidas?
He trabajado con muchos países y con muchas culturas, eso es muy importante. He vivido tanto en Lima como en el extranjero casi la mitad de mi vida. Al salir de Lima traje ciertos valores y patrones culturales, de modo que el gran desafío fue no solamente traer mi patrón peruano a la ONU, sino a 190 culturas. Hay que ser sensible, tener simpatía y empatía con personas que llegan de todas partes, cada uno con su propia historia. Por otro lado, tengo la satisfacción de haber contribuido, por ejemplo, al código de consumo del Perú.
¿Cómo lo ha ayudado su carrera de Derecho en este trabajo?
Cuando fui alumno, entendí muchas cosas que luego he utilizado. Por ejemplo, cuando uno estudia derecho utiliza argucias para resolver casos concretos. Eso me ha ayudado a negociar acuerdos con los países miembros, a ponerme en el otro lado del negocio y comprender la posición de las partes. Ahí pude entender cómo influyen los sistemas jurídicos de cada país. Por ejemplo, el Perú tiene una tradición romano-germánica, muy parecida a la que hay en muchas latitudes del mundo, con excepción de los países de tradición anglosajona. El hecho de entender la parte jurídica, la parte legal, la parte de valores de los países y de los estados me ha ayudado muchísimo. Así puedo comprender rápidamente los procesos de estos países y cuál es el problema, para resolver inmediatamente. Todavía recuerdo mis clases de Derecho en la Universidad de Lima. Enseño allí, desde el año pasado, el curso de Comercio Internacional.
¿Nunca ha litigado en una corte?
Nunca. Tampoco he tenido que defenderme en ninguna parte del mundo. Recuerdo mucho las clases de derechos contractuales, derechos reales, y siempre tenía claro que no estudiaba para el examen, sino para la vida, aunque también sacaba buenas notas, y eso es lo que les enseño a mis alumnos ahora.
¿Ha tenido oportunidad de ser docente en otras universidades, aparte de la Ulima?
Enseño un curso de derecho computacional en la Universidad de Taylor, en Malasia. He sido profesor visitante en la Universidad de Oxford. Entiendo el concepto epistemológico de la universidad, que es entendimiento, conocimiento universal de las cosas y supone un análisis disciplinario. Al trabajar en Naciones Unidas, necesito comunicarme con economistas, sociólogos, politólogos, con gente de disciplinas completamente distintas de la mía. Para mí, ha sido fundamental el análisis disciplinario, eso es lo que se hace en Oxford. Cuando yo estudiaba ahí, todos los días almorzaba con mis profesores a las 12 del día, y cada almuerzo era un simposio, y me dieron muchas ideas que no se encuentran en el derecho, sino en otras ramas del saber.
¿Qué recuerdos guarda de la Universidad de Lima?
Tengo muchos recuerdos de mis amigos y de los profesores. Algunos profesores son mis amigos, los he visto en Alemania, me he encontrado también con compañeros de clase. En los últimos cuatro años que estuve, me focalicé en mi tesis de abogado. No esperé el final de la carrera, sino que desde el 97 empecé a trabajar los temas vinculados con comercio electrónico, derecho informático, comercio internacional. Todos los electivos relacionados con mi tema, los tomaba. Cuando acabé la carrera, tenía mi tesis casi terminada. La Universidad de Lima me ha dado muchas oportunidades, por eso ahora retorno como docente y con deseos de realizar investigación.