En este 2020 se cumplen cien años del nacimiento de Chabuca Granda, una de las más importantes compositoras peruanas. Con ese motivo, Alberto Rincón ha publicado un libro que reúne entrevistas que le hicieron a la artista peruana: Las palabras de Chabuca (Lima: Planeta, 2020).
Alberto estudió Derecho en la Universidad de Lima. Su trayectoria profesional se ha orientado al periodismo y a la edición de libros, como Las tradiciones musicales de Abajo del Puente (Lima: Estruendomudo, Sinfonía por el Perú, 2017) y obras del boom latinoamericano traducidas al quechua. Actualmente es jefe de Servicios Editoriales en Librerías Crisol.
¿Cómo fue el libro que hiciste sobre Chabuca Granda y cómo así te lo planteaste?
En octubre del 2018 conocí a Teresa Fuller Granda, hija de la artista, por intermedio del ministro de Cultura, Alejandro Neyra. Ella me planteó hacer el libro y nos pusimos de acuerdo. Se trataba de reunir entrevistas que había dado Chabuca Granda y que estaban desperdigadas por periódicos y revistas, en distintos años. Había que reunirlas y darles una unidad. Teresa me dio acceso al archivo de su mamá que tiene en su casa y que probablemente sea el más completo de la artista peruana. El proyecto me cautivó completamente y la investigación fue un trabajo de hormiga. Me comuniqué con periodistas del extranjero y toqué puerta por puerta, contacté a muchas personas para realizar la búsqueda de entrevistas. Fui recibiendo entrevistas a través de fotos y escaneos. Transcribí las entrevistas, escuché otras que me enviaron por audio, así como algunas que me pasó Teresa. Fue un trabajo de año y medio, más o menos.
¿Cuánto conoces ahora a Chabuca Granda?
Bueno, se trata de un personaje anguloso, grande. Decir que uno conoce a Chabuca Granda es como decir que conoce el Amazonas. Uno puede seguir revisando y encontrando nuevas facetas. Lo que puedo comentar es que este trabajo fue un descubrimiento para mí. Yo conocía de ella lo que conoce el peruano promedio sobre su música y las canciones más populares. Pero a partir de la investigación me di con la sorpresa de que no sabía nada o que sabía muy poco de una artista tan grande. Las artistas consagradas tienen unos cinco temas conocidos, pero Chabuca tiene quince. Sin duda, esta ha sido una de las experiencias más lindas que he tenido como periodista.
En tu libro se ve que Chabuca Granda tenía una enorme capacidad de trabajo y que era muy autocrítica.
Eso, por un lado. Además, era una artista muy ética, que siempre estaba evolucionando. Eso es algo fantástico en ella. Podemos oír un disco y luego el siguiente disco, y vamos a descubrir a dos artistas diferentes, con nuevos mensajes. Con esta investigación descubrí que Chabuca tenía la ambición de resumir el país en su música y lo que logró fue agrandar el país, complejizarlo con sus canciones; creó personajes, sueños, poemas, planteó nuevas diferencias, actitudes, y les dio nombres distintos a las cosas que vemos en el país. Fue una artista genial. Nunca había pensado hacer un libro sobre ella, pero al acercarme a su familia, a sus objetos, a sus manuscritos y a su música más desconocida se me fueron revelando muchas cosas. Con Teresa he conversado de algunos aspectos que nadie más sabe sobre su madre; he llegado a un grado más de conocimiento de la artista, ese grado me abrió la oportunidad de publicar un libro. Me encantó hacer este libro, porque me ha permitido descubrir una visión del Perú, a través de una persona.
¿Por qué escribiste que Chabuca Granda es la patria?
Creo que la patria es todo lo que tenemos, lo bueno, lo malo, la gente fantástica que ha nacido en este país y que nos ha dado una nueva visión de lo que somos, como Chabuca. Si tuviésemos que resumirle a alguien quiénes somos, podríamos enviarle la obra de Chabuca Granda. Ella nos ha cantado, nos ha conceptualizado, explicado.
¿Qué encontraste acerca de las duras críticas que le hacían en su época, por haber ingresado a un mundo que en ese entonces era de hombres?
En una de las entrevistas, cuenta que su esposo le pide el divorcio y la acusa por actos inmorales. Los actos inmorales eran componer música criolla. Hay que situarnos en esa época para comprender un poco esto. En ese entonces, la música criolla era básicamente de hombres, un lugar hostil para las mujeres. Pero a ella no le importaba la oficialidad y, más bien, abrió una veta para una gran gama de artistas criollas que vino después.
¿Cómo ves el nivel de composición de música criolla actualmente?
Ahora se compone, pero no se hace publicidad. Hay un letargo, pero al mismo tiempo hay una generación muy buena de cantantes, compositores y músicos. Hay gente interesada en revalorar la música criolla. Pienso que los periodistas tienen la misión de investigar, no hablar siempre del pasado, ver qué se produce en música criolla hoy.
Por otro lado, ¿cuándo descubriste que tu vocación estaba en la investigación periodística?
Cuando terminé la Carrera de Derecho, en el 2011, tenía una vocación literaria. Recuerdo que ese mismo año gané los Juegos Florales de la Universidad y esa fue la primera vez que publiqué algo. Mi cuento se llamaba “El cuadro”. Al salir de la Universidad, postulé al diario El Comercio y entré a trabajar al área de Política, en marzo del 2012. Esa experiencia me dio las respuestas que estaba buscando sobre mi vocación. Era una vocación más de comunicador que de abogado. A partir de ahí me desarrollé como periodista, investigador, entrevistador. Fui editor de los suplementos que se publicaban con la revista Etiqueta Negra, y publiqué junto con un compañero y docente de la Universidad, Elohim Monard, Cualquier tiempo pasado (Lima: Mitin, 2014), un libro de entrevistas a personajes de la política publicado por Estruendomudo. Luego, ese año Elohim viajó a hacer una maestría en Estados Unidos y yo me fui a España, a seguir un posgrado en Periodismo Literario en la Universidad Autónoma de Barcelona.
¿Cómo fueron tus estudios en Barcelona?
Fue una experiencia increíble. Estudié con gente de todas partes. De Italia, Argentina, Canadá y de diferentes lugares de España. Fue interesante, porque en el Perú leemos mucho a los clásicos del Perú y Latinoamérica, pero en Barcelona descubrí un mundo literario más grande. Me fue muy bien en los estudios e hice muy buenos contactos. Desde ahí pude hacer entrevistas para El Comercio. También llevé a cabo un proyecto como editor, en el 2013, de traducciones al quechua de obras del boom latinoamericano. Esa fue mi primera experiencia como editor. Se publicó también con Estruendomudo, fueron cinco libros de cinco autores. La experiencia fue muy interesante y me permitió conocer la agencia literaria de Carmen Balcells, impulsora del boom latinoamericano.
¿Qué hiciste después?
En el 2015 me dediqué a consultorías, a realizar trabajos de edición de libros, hice libros a pedido y seguí haciendo entrevistas periodísticas. Con esas entrevistas pude conocer a muchas personas, entre ellas a Lucho González, el guitarrista de Chabuca Granda. Luego estuve en un proyecto de Sinfonía por el Perú, como editor del libro Las tradiciones musicales de Abajo del Puente, bajo la dirección de Juan Diego Flórez. Eran las tradiciones musicales del Rímac, un libro ilustrado por el arquitecto Augusto Ortiz de Zevallos. Lo publicamos con Estruendomudo. También trabajé como consultor en comunicaciones para el Instituto Peruano del Deporte. Fue una experiencia muy rica, porque estábamos preparando todo para los Juegos Panamericanos Lima 2019. Fue una época sui generis, con muchos eventos, muchos proyectos. Por otro lado, he hecho consultorías para el Ministerio del Interior y el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social. Luego, pasé a hacer proyectos personales y libros de algunos personajes conocidos.
¿Cuándo llegaste a Crisol?
En el 2019. Ingresé a Librerías Crisol como jefe de Servicios Editoriales. Crisol tiene un fondo propio, publica libros con su propio sello, de diferente tipo: de coyuntura, literatura, historia política, literatura infantil, etcétera. Yo me encargo de editar las publicaciones de Crisol y me siento muy a gusto con este trabajo.
¿Cómo te fue en tu época universitaria?
Considero que la época de la universidad es una fase de revisión personal. Lo que uno debe hacer como estudiante, aparte de estudiar, es cuestionarse las cosas. Yo era un estudiante de Derecho que amaba leer. En mi tiempo de ocio me la pasaba leyendo, tenía tiempo para hacerlo. La universidad no es solo el salón de clases, también es lo que uno hace alrededor de la clase, en ese tiempo que uno debe aprovechar para estudiar, para conocerse a sí mismo, conocer sus límites, descubrir qué le gusta y en qué es mejor. Independientemente del destino profesional que uno tenga, debe aprender bien las cosas, estudiar, ser honesto y luego utilizar eso que estudió en el camino profesional que tome. Uno puede estudiar Ingeniería Industrial y ser compositor o pianista. Creo que en la palabra “universidad” está la clave: la universidad es un conjunto de cosas, tienes un momento único en la vida que debes aprovechar y buscar la felicidad para el futuro. Ese proceso lo viví yo en la Universidad de Lima.