Los peruanos nos hemos acostumbrado a vivir en un nivel de precariedad grande y hemos desarrollado una alta tolerancia a las cosas que no funcionan. Sin embargo, la realidad que vivimos nos enfrenta a la necesidad de aprender nuevos hábitos y comportamientos, y de gestionar las cosas con mayor eficiencia. Hernán Chaparro, investigador sobre temas de opinión pública, cultura política y tendencias sociales, y docente de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, reflexiona acerca de este tema.
¿Qué opinión tiene acerca del comportamiento de los peruanos en esta pandemia, frente a la necesidad de contener la transmisión del virus?
El comportamiento de los peruanos durante esta pandemia es muy variado, no solo por regiones, sino incluso dentro de Lima. De manera general podríamos decir que, de las personas que han estado saliendo a la calle, la mayoría lo ha hecho motivada por la necesidad de trabajar, de comprar alimentos o de transportarse. Por otro lado, los estudios de otros países que he estado revisando indican que hay ciertas personalidades a las que les resulta más difícil acatar normas; entonces se rebelan y salen, pero al igual que acá, suele ser una minoría. Aquí, adicionalmente, sucede que muchas personas se han acostumbrado a moverse en entornos precarios y a trabajar en situaciones de riesgo, como vimos en el penoso caso de la Galería Nicolini, en Las Malvinas, donde unos jóvenes que trabajaban encerrados con llave murieron quemados, en el 2017. Ese fue un caso extremo, pero ciertamente muchas personas de escasos recursos trabajan en condiciones de riesgo y han desarrollado una suerte de coraza para las inclemencias de la vida cotidiana. Eso explica, en parte, por qué la gente se arriesga un poco más a salir. Aunque no lo hace la mayoría de personas, reitero, porque la gran parte ha tratado de quedarse en casa.
Hay mercados donde la gente no consigue mantener una distancia social prudente y ahí han ocurrido muchos contagios. Parece difícil de resolver.
Los espacios donde inevitablemente va a haber aglomeración de gente, como los mercados, los bancos y el transporte público, van a tener que administrarse mejor. No es fácil, dicho sea de paso. Cualquiera que va a un mercado atiborrado de gente se enfrenta a un problema, cuya solución escapa a su voluntad. Por otro lado, ocurre que en espacios de tanta aglomeración hay tanta agitación que no se dan cuenta de que, por ejemplo, tienen la mascarilla en la barbilla y no hay distancia social. Por todo ello es necesario llevar a cabo un aprendizaje de nuevos comportamientos y hábitos.
¿Cómo se podrían enseñar nuevos hábitos y comportamientos?
Se han transmitido algunos mensajes con personas conocidas, en medios masivos o sociales, con el objetivo de llamar la atención. Es una opción, pero no basta. Tales acciones tienen que ser complementadas con campañas en los puntos de tráfico para tratar de generar conciencia del problema. No olvidemos que en los años noventa tuvimos la experiencia del cólera, en que se hicieron muy buenas campañas para que la gente adquiriera la costumbre de hervir el agua antes de beberla. En otros momentos se han llevado a cabo campañas sobre paternidad responsable y uso de métodos anticonceptivos, que permitieron eliminar una serie de estereotipos. En el Perú se han realizado campañas de comunicación muy efectivas para promover hábitos saludables, las cuales serían de gran ayuda hoy en día. Hemos estado muy impactados con esta crisis, pero poco a poco estamos reaccionando y toda la gente que sabe de comunicación y está en el sector salud puede hacer algo interesante.
¿Qué papel está jugando el miedo en este momento?
Yo colaboro con el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) en encuestas del Comité Consultivo y puedo decir que la gente tiene miedo. En las encuestas se preguntaba a qué le tienes más miedo: a contagiarte o a morir de hambre, y las personas tienen más miedo de quedarse sin ingresos. La lógica es sencilla: de COVID-19 hay chance de curarse; de hambre, no. Asimismo, es interesante mencionar que en Italia se hizo un estudio sobre el impacto del confinamiento social. Ahí la cuarentena se fue prolongando por etapas, como acá, y los académicos italianos que viven en Estados Unidos realizaron un estudio sobre el impacto social de la cuarentena. Ellos vieron que la gente que había sido más respetuosa durante el aislamiento social era quien terminaba más agotada y, finalmente, ya no obedecía las normas.
¿Cuál es el aprendizaje que podemos rescatar de esta primera etapa que nos ha tocado vivir de la pandemia?
Hasta el momento, esta crisis nos permite ver en un espejo que los peruanos nos hemos acostumbrado a vivir en un nivel de precariedad grande y con una alta tolerancia a las cosas que no funcionan. Pero es justamente este contexto el que nos reta a gestionar mejor las cosas. A mí me impresiona mucho la resistencia que a veces hay para cambiar algo. Ojalá ahora aprendamos y cambiemos. Pero, definitivamente, es un reto. Basta mirar a los alcaldes que han sido denunciados por corrupción. Con los fondos que manejan, quizá se habrían ejecutado mejor las cosas y tal vez habríamos ordenado mejor los mercados, lo cual habría cambiado mucho el panorama actual. La Organización Mundial de la Salud ha advertido que no será rápido encontrar una vacuna, que esta enfermedad nos puede acompañar, como mínimo, año y medio. Lo que está sobre la mesa es nuestra capacidad de gestionar, de coordinar lo público.
¿Cómo se está formando la opinión pública acerca de esta pandemia y de las normas que dictan las autoridades?
La opinión pública se va construyendo en un proceso en que las cosas van asimilándose, a veces sin una expresión directa y, poco a poco, van formándose las corrientes de opinión. No sabemos qué resulte de todo esto, pero normalmente, cuando prima la incertidumbre, ello deriva en la promoción de alternativas políticas más verticales o que prometen paraísos y terminan siendo perjudiciales y poco democráticas.
¿Cómo ve la celebración de elecciones generales en el 2021, considerando que la campaña electoral seguramente se realizará antes de que termine la pandemia?
Ese es un tema complicado, en términos de operatividad. Fernando Tuesta ha compartido varias propuestas que no se han discutido o se han tratado muy poco, lamentablemente. De otra parte, desde hace tiempo se presenta una situación que ahora se ha terminado de consolidar, y es que los partidos políticos siguen funcionando con esquemas muy antiguos. Este Congreso de transición no tiene mayor interés por renovar sus cuadros. Creo que los partidos políticos piensan, básicamente, en cómo hacer para ganar en el 2021, lo cual puede dar lugar a propuestas cortoplacistas que solo busquen ganar apoyo ciudadano. Lo más probable es que las elecciones sean, otra vez, una competencia de liderazgos individuales. Lamentablemente, no se ve una vocación de reconstruir partidos ni de relacionarlos de manera consistente con la ciudadanía. Es una situación paradojal, ya que, por un lado, el Congreso dispone que las personas puedan hacer retiros de sus cuentas de AFP o interviene para regular los precios de los medicamentos, lo cual teóricamente busca el favor ciudadano. Pero nada de esto le permite conectarse efectivamente con la ciudadanía y no hace más que distanciarse de ella. La conclusión de todo esto es que no tengo una mirada positiva del proceso electoral. Como viene pasando hace años, el problema no es la ciudadanía, sino la oferta política.