Carolina Ibarra no sabía nada de la crianza de cuyes ni de su comercialización, pero le pareció que en eso había un potencial; investigó y comenzó exportar carne de cuy a Estados Unidos. Esa es una de sus ocupaciones como gerente general de su propia empresa, Sierra Linda. Pero, además, ahora está impulsando, junto con su socia, una comunidad virtual de gente que prepara comida típica peruana en casa y de personas que desean probarla.
Carolina estudió Administración en la Universidad de Lima, con la idea de formar su propia empresa, y eso es justamente lo que ha hecho.
¿Qué te animó a exportar carne de cuy?
Me animó una amiga de la Universidad de Lima, que sabía del potencial de la carne de cuy. Entonces nos contactamos con algunas granjas, pero vimos el problema de que el 95% de la venta de cuy es informal, así que era muy difícil conseguir un proveedor adecuado. Finalmente, mi amiga prefirió volver a trabajar en una empresa y yo seguí apostando por el negocio. Comencé a brindar apoyo a unas granjas, para que se formalicen y crezcan, y les ha ido bien, trabajo con dos y yo no soy su única cliente.
¿Cómo haces los envíos al extranjero?
La exportación es por vía aérea, porque no hay un volumen tan grande como para hacer envíos en contenedor. En realidad, nunca en la historia del Perú se ha exportado un contenedor entero de carne de cuy, porque los pedidos son pequeños. Así que, con ayuda de un agente de aduanas, enviamos el producto por aire. Calculamos un proceso de ocho horas aproximadamente, entre el vuelo, el aduanaje y desaduanaje. Por supuesto, hay que tener toda la documentación al día.
¿Tuviste algún temor la primera vez que exportaste?
Sí, porque este es un producto perecible. Salía congelado del país y tenía que llegar congelado a su destino; sin embargo, eso no siempre se puede asegurar, porque ocurren imprevistos, como una demora en el vuelo o una observación en la documentación por parte de las autoridades aeroportuarias. Felizmente, la mercadería siempre ha llegado bien.
¿Cómo conseguiste tus clientes?
Todo ha sido por internet. Antes de trabajar con carne de cuy exportábamos productos de nostalgia, en cantidades muy pequeñas, a Estados Unidos. Me refiero a chocolates y otros dulces que todos hemos consumido de niños: son esos productos queridos de la niñez que a cualquier peruano en el extranjero le recuerdan a su país. Esas mismas personas que vendían los productos de nostalgia en sus bodegas empezaron a pedir el cuy, y luego se fueron pasando la voz entre sí. Llegamos a cubrir varias ciudades de Estados Unidos.
¿Cómo diste el salto a la exportación de calamar gigante?
Eso fue porque mi suegro tiene una empresa que procesa productos marinos, y me propuso encargarme de la exportación para algunas compañías que le hacían pedidos. Fue así que empecé a exportar calamar gigante primero y luego pota. Aprendí muchísimo. Además, pude aplicar muchas cosas que aprendí en la Universidad. Yo llevé un curso de Comercio Internacional, me encantó, pero nunca imaginé que lo iba a poner en práctica. Así que saqué mis apuntes y lo hice. Fue interesante, pero al cabo de un tiempo me fui estresando. Cuando empecé este negocio, yo era gerente general, secretaria, chofer, asistente y, en ese contexto, me preocupaba mucho si la mercadería llegaba bien a su destino, si los clientes me pagarían y si podría hacer los contactos correctamente, porque ya ni dormía a causa de la diferencia horaria. Como tenía clientes en China, Rusia y España, necesitaba conectarme con ellos en horas de oficina, cuando aquí en Lima era de madrugada o de noche. Por ese motivo preferí volver al negocio que ya conocía y estaba encaminado.
¿Qué estás haciendo ahora acá, en el Centro de Emprendimiento de la Ulima?
Si bien mantengo mi empresa, Sierra Linda, estoy incursionando en un negocio completamente diferente. Se trata de una comunidad de usuarios de una aplicación web, por medio de la cual una persona reserva un almuerzo o una cena en casa de una persona que cocina rico y desea recibir a los comensales de esta comunidad. Por ejemplo, Martha nos dice que los viernes prepara su famoso ají de gallina y, de entrada, una causa de pulpo. Nosotros colgamos esta información en nuestra plataforma y cualquier interesado puede realizar una reserva en casa de Martha. Esta es una manera de conocer la gastronomía de un país y un poco de su cultura. La idea es que los anfitriones no solo cocinen bien, sino que también amen a su país, porque se van a convertir en embajadores de su cultura.
¿Qué tipo de personas hacen las reservas para comer?
Son personas que quieren conocer otras culturas, tener alguna conexión con América Latina, porque los anfitriones son siempre de algún país de Latinoamérica. Los eventos se pueden llevar a cabo tanto en el Perú como en otros países. La idea es que cualquier persona conozca un poco de Latinoamérica sin salir de su ciudad. Por ejemplo, alguien que vive en Londres puede ir el lunes a comer una parrilla en la casa de Pepe, el miércoles puede saborear unas arepas venezolanas en la casa de Guadalupe, y el viernes degustar una carapulcra donde Inés. Simplemente colocas tu ubicación y qué comida quieres probar. Tenemos una lista de anfitriones latinos en todas partes del mundo. Latinos hay en todo el globo y por lo general cocinan bien. Además, los anfitriones tienen muchas historias que contar y van a comentar diferentes cosas de sus países.
¿Ya se han desarrollado algunos eventos por medio de la aplicación?
Sí, y nos ha ido muy bien, pero en esta primera etapa estamos haciendo los eventos en Lima. Vamos a mantener ese nicho de anfitriones peruanos por unos meses y luego nos expandiremos a otros lugares. La idea es que quien pruebe la sazón en diferentes casas anote puntos en un ranking. La gente puede querer probar un rocoto relleno al ver que quien lo prepara está muy bien rankeado. Y qué mejor si va a socializar con otras personas alrededor de una mesa.
¿Cómo se te ocurrió esta idea?
De tanto pensar y pensar en qué negocio hacer. El año pasado vine al Centro de Emprendimiento de la Universidad de Lima, a llevar un taller de innovación. Ahí nos plantearon desarrollar una idea de negocio. Asistimos unas 40 personas y no todas tenían una idea de negocio desde el inicio, pero poco a poco fue saliendo. Yo llevé mi idea y seguí investigando a lo largo del taller.
¿Desde cuándo funciona tu aplicación?
Desde hace un mes, pero el proyecto empezó hace un año. Hemos ganado Start Up Perú el año pasado.
¿Quién te apoya en la programación?
Mi socia es programadora. Somos cuatro personas en el equipo, tres de la Universidad de Lima, y la programadora es mexicana. Estamos muy contentos.
¿Cuál es el siguiente paso?
Vamos a trabajar con agencias de viajes. Ya hemos conversado con algunas y les ha interesado la idea. Eso nos conviene mucho, pues otorga mayor seguridad al anfitrión el hecho de saber que no está recibiendo a cualquier persona, que recibirá a alguien que ha venido desde su país para vivir experiencias diferentes.
¿Y de qué manera se les da seguridad a los viajeros?
Los anfitriones pasan por un filtro para asegurarnos de que realmente viven en el lugar indicado, que tienen un arraigo y cocinan bien. Incluso estamos probando la comida, pero por un tema de escalabilidad no podemos hacerlo en diferentes lugares del mundo, entonces los anfitriones van a pasar por un filtro de preguntas y enviarán videos.
¿Cuántas personas están registradas en la página?
Tenemos unos 150 usuarios y ya hemos realizado 10 eventos.
¿Qué te gustó de la Universidad de Lima en tu época de estudiante?
La época universitaria ha sido la más bonita de mi vida. Mis mejores amigos son de aquí, incluso mi esposo estudió en la Universidad: él es ingeniero industrial y nos conocimos cuando éramos cachimbos. Por otro lado, el network es muy bueno acá, así como las clases. Yo estoy muy agradecida por todo lo que me ha dado la Universidad de Lima. Me encanta, y venir a Emprendimiento me gusta también y trabajar aquí es muy bueno, pues el ambiente es agradable y se tiene una excelente vista de una parte de la ciudad.