El hombre detrás de los negocios

Una llama emprendedora mueve a Moisés Ackerman, gerente general de Mak. Si bien su principal negocio es el inmobiliario, su curiosidad, entusiasmo y habilidad para calcular las oportunidades y los riesgos lo ha llevado a incursionar en una serie de negocios. En la siguiente entrevista, el egresado de la Carrera de Administración de la Universidad de Lima deja conocer al hombre detrás de los negocios.

¿Recuerdas qué hiciste en 1986, después de terminar la Universidad?
Hice varias cosas. Puse una distribuidora de abarrotes y licores con unos amigos, también unas tiendas de segunda mano, una juguería y después un negocio interesante: fui uno de los socios que hicieron Pharmax. En el interín fundé Mak, luego de enterarme de que a una amiga de mi mamá, corredora inmobiliaria, le faltaba tiempo para dedicarse a sus clientes. Así que le propuse juntarnos en un proyecto; hicimos una buena venta y ganamos utilidades. Le propuse a esta señora abrir una oficina, pero no estuvo interesada, así que lo hice yo solo.

¿Cómo fueron los inicios de Mak?
En aquella época uno compraba uno o dos inmuebles para habitar; eso ha cambiado mucho, ahora muchos consideran la compra como una inversión. Yo desde un inicio tuve muy claro que había que asesorar a las personas en una compra tan importante como la de un techo para su familia, había que conocer las costumbres de la familia para plantearle la mejor propuesta. Nos hemos involucrado mucho con la familia, tenemos muchas anécdotas. Pero, en el camino, fui generando una serie de otros negocios.

¿Como cuáles?
Recuerdo que vendí panetones, compré toda la producción de panetones de una marca y la vendí. Pero si se trata del negocio que más me ha emocionado, debo reconocer que fue el de la venta de lápices de labios. Al frente de mi casa había una droguería y el dueño me comentó que había unos colores de labiales que se estaban descontinuando. Yo le ofrecí comprarlos, cada uno a S/. 1, adquirí 500 o 1.000 lápices, evalué que era producto bueno para vender en la zona de Jesús María, por la avenida Cuba, así que toqué muchas puertas, aprendí muchas cosas con ese trabajo, especialmente que la puerta más difícil de tocar es la primera, porque uno no sabe qué hay detrás de ella, luego todo es más fácil. Y terminé de vender todos los labiales, perdí el miedo a trabajar, sobre todo en un tema tan femenino. Eso me ayudó mucho. 

¿Recuerdas alguna crisis en tus negocios?
En el 93 construí, con recursos propios y de terceros, y quebré. En ese momento tomé la decisión de pagar todas mis deudas, no solo por mí, sino por mis hijos, para que nadie les cobrara nada en la calle. Pero, por otro lado, yo había perjudicado a mucha gente con esa quiebra, no me sentía bien y hablé con el rabino —soy judío— y le pregunté por qué me pasaba algo así, si yo me esforzaba por comportarme correctamente. Él me dijo que Dios me había escogido porque sabía que yo les iba a poder enseñar a otros. Al día siguiente, me buscó un amigo que tenía un problema, tenía deudas y no sabía qué hacer. Yo le comenté lo que me había dicho el rabino el día anterior y le aconsejé, en primer lugar, que se lo contara a su esposa. Él me pidió que lo acompañase y así lo hice, pero mintió en un detalle, sobre el monto de la pérdida, que había sido mayor, en realidad. Al momento de despedirnos, yo le dije que probablemente su esposa iba a mostrar su mortificación, pero cuando supiera que le había mentido, le iba a perder la confianza.

¿Cómo te fue cuando le contaste de tu quiebra a tu esposa?
Tuve un gran apoyo en ella. Nos mudamos a vivir a la casa de mis padres, con toda mi familia, y mi esposa hizo que yo, en todo momento, sintiera que mi casa seguía siendo mi hogar, que cuando yo llegara no hubiera problemas y me sintiera en un lugar de tranquilidad. Ella hacía un enrollado de canela maravilloso, que sigue haciendo, pero en esa época lo vendía para que nuestros hijos pudieran tener algo. Dios quiso que pudiera pagar todas mis deudas y ver a la gente de frente.

¿Cuál fue el motivo de la quiebra?
La concepción de los proyectos fue buena, pero la ejecución no fue la adecuada. Hoy hemos evolucionado y no solo hacemos corretaje, compramos propiedades. Tenemos a 11 personas, cuyo trabajo consiste en montar bicicleta por la ciudad, mirando qué se vende. Ellos recogen información sobre los precios de los inmuebles y eso nos permite ver la evolución de los precios en el mercado y encontrar oportunidades para comprar, junto con nuestros socios. En el camino se ha presentado la oportunidad de ingresar a diversos negocios, de salud, hotelería, internet, de servicios, zapaterías, exportación de paltas, una serie de cosas que creo que van sumando y creando sinergias entre un negocio y otro, hacemos campañas y promociones cruzadas. Además, tengo dos restaurantes, La Vaca Loca y Caplina, pero no pierdo el horizonte, mi tema principal es inmobiliario. La gran mayoría de negocios necesita un local y todos necesitan un techo para vivir. El trabajo que más satisfacción me da, sin duda, es el inmobiliario.

No tendrás tiempo para nada fuera del trabajo.
Sí tengo. Primero está mi familia, nos encanta estar juntos, ir al cine, caminar, reunirnos. También me gustan los deportes. Se dice que el Municipal no tiene hinchas, sino devotos, pues el Municipal es un sentimiento en mi casa. El año pasado me tocó ser vicepresidente del equipo y ese año pudo clasificar a un torneo internacional. He podido encontrar un equilibrio entre el trabajo y mi familia, y cuando puedo me voy a ver los partidos del Muni.

¿De dónde te viene ese espíritu emprendedor?
Yo he sido muy curioso desde chico, siempre he estado muy conectado con el mundo, me gusta mucho dar a los demás. Tengo miles de errores, pero trato de estar conectado con el mundo y, sin duda, Dios ha sido generoso conmigo. Creo que la gente trabaja con satisfacción conmigo, mi secretaria tiene ya 31 años en la empresa. No creo en la esclavitud ni en la estabilidad laboral, de aquí el que quiere se va y, si no encaja, le digo muy calmadamente que no encaja. Me gusta ir a Caplina los domingos y recoger los platos junto con los mozos.

¿Qué recuerdos guardas de la Universidad de Lima?
Lindos recuerdos, fue una parte importante de mi vida. Mi hijo estudia Administración ahí. La Universidad ha crecido mucho, en mi época era lindo sentarse en el patio central, entre clase y clase, éramos una familia. No había la exigencia que existe ahora de ser competitivo, ese sentimiento de que el país nos va ganando. Me da mucho gusto que la página web de la Universidad esté activa. Recuerdo mi Universidad con mucho cariño.