Rómulo Assereto, licenciado en Derecho por la Universidad de Lima, continúa la tradición de artistas con estudios de leyes. Después de ejercer durante cuatro años su profesión, dejó su trabajo de abogado especialista en temas comerciales para convertirse en uno de los actores más destacados de su generación. Cineastas y directores de teatro como Francisco Lombardi, Juan Carlos Fisher y Roberto Ángeles reconocen los diferentes registros de sus interpretaciones, encargándole el reto de encarnar a sus personajes más complejos.
¿Cuáles señalarías como los motivos que te llevaron a estudiar Derecho?
Empecé estudiando Ingeniería Industrial porque tengo habilidad numérica. Al finalizar el primer ciclo tomé conciencia de que prefería los cursos que involucrasen lecturas sobre política, literatura e historia. A esa conclusión le sumé otra variable: mi padre y mi hermana son abogados, de manera que siempre me sentí familiarizado con la profesión.
¿Cómo fue tu paso por la Universidad?
Casi hago el tour vocacional completo. De Ingeniería, pasé a Derecho y estuve un año en la Facultad de Comunicación. Mis años en la Universidad de Lima fueron muy felices, todo era nuevo. Estudié en un colegio religioso, donde todos eran hombres, y entrar a la Universidad fue una liberación en diferentes sentidos. La Universidad significó para mí descubrir que existen nuevas maneras de leer, de aprender y de enseñar. Más que la experiencia académica, su importancia está en la experiencia de vida.
¿De qué modo apareció la actuación?
Hice teatro desde el colegio, y como estudiaba en un colegio religioso tuve que hacer de diferentes personajes en el Nacimiento de Jesús. También fui el inspector en el montaje Ha llegado un inspector, de J. B. Priestley. Mi primer acercamiento al teatro fue como un pasatiempo: era una actividad para divertirme con mis amigos, una oportunidad de hacer algo diferente, de manera colectiva. El quiebre se dio mientras llevaba los cursos de Derecho y participaba en los talleres de teatro de la Universidad. Dentro del taller que dictaba Pipo Gallo, comencé a entender el teatro como una profesión. Me acerqué a la teoría del teatro, análisis del texto, al trabajo del actor. En la presentación de una de las obras del taller apareció Roberto Ángeles y me invitó al taller que dictaba.
¿Dirías que en el taller de Roberto Ángeles se afirmó tu vocación?
Claro, la actuación como proyecto de vida, muy alejada de la idea de actividad extracurricular que tuve al principio. Fue una época fantástica y demandante. Estudiaba Derecho, practicaba en un estudio y en la noche iba a ensayar. Durante cuatro años tuve esa “doble vida”: daba asesorías a empresas casi todo el día y no me conformaba con dedicarle el resto del tiempo al teatro, creaba un tiempo especial para ensayar y montar obras. Supongo que sacarme la corbata y la camisa era un cambio simbólico.
¿Cómo hiciste para administrar tu tiempo?
No tenía vida. Estudiaba en la Universidad desde las siete de la mañana hasta las tres de la tarde, y después trabajaba en un estudio. Al renunciar, alquilé una oficina en el estudio de mi papá. Me convertí en un abogado independiente porque quería manejar mi propio horario, fue la única manera que encontré para seguir haciendo teatro. Al poco tiempo me di cuenta de que pasaba más tiempo en los ensayos y que le estaba robando demasiadas horas a la oficina. Me sentí desleal. Rompí con el Derecho poco a poco.
Cuéntanos sobre tu experiencia en la televisión.
La experiencia en FEM TV fue el ingreso a dos mundos desconocidos: el del registro televisivo y un universo de mujeres. Se trataba de un programa de asesoría legal que se llamaba Desconozco Legalmente, donde combiné el derecho y la actuación. Estudiar leyes me sirvió para hacerle preguntas útiles a cada uno de los especialistas. La actuación me sirvió para enfrentar la conducción: tuve que crear un personaje que actuaba de conductor.
¿En qué obra te veremos próximamente?
Estoy ensayando Hairspray, un musical que dirige Juan Carlos Fisher y que se estrenará en mayo. Está basado más en la obra de Broadway que en la película de John Waters.