El matemático de las ciencias sociales y de la salud

Carlos Castillo creció en México. Era bueno para las matemáticas, pero el teatro era su obsesión. Le gustaban también la literatura y la música, y tenía motivación de sobra para seguir muchas carreras. Terminó estudiando un poco de literatura y otro tanto de matemáticas, para luego coleccionar títulos de maestría y un doctorado, en Estados Unidos.

Su preocupación por la inclusión de todas las personas en la educación lo ha llevado a desarrollar un programa de entrenamiento para jóvenes provenientes de universidades con recursos limitados, en la Universidad Estatal de Arizona. A ellos les enseña a usar las matemáticas para investigar procesos infecciosos, virus y epidemias.

Carlos Castillo habló sobre este y otros temas en el “Simposio de Modelamiento Matemático y Estadístico aplicado a Epidemiología en Apoyo a la Toma de Decisiones en Salud Pública”, que se realizó el miércoles 25 de noviembre en la Sala Ventana Indiscreta y que fue organizado por el Ministerio de Salud y el Programa de Estudios Generales de la Universidad de Lima.

¿En qué consiste el programa de entrenamiento a jóvenes que usted lleva a cabo en la Universidad de Arizona?
Consiste en entrenar a estudiantes de las escuelas universitarias menos reconocidas de Estados Unidos. Los traigo a trabajar conmigo en la Universidad de Arizona, por ocho semanas, por varios veranos y, cuando están listos, entran a escuelas y hacen un doctorado. A raíz de eso, aproximadamente el 70 % de los latinos que tienen doctorado en Biología Matemática en todo Estados Unidos son gente que yo entrené y ahora son profesores de universidades como Cornell. El impacto generado es tremendo. Hemos demostrado que el sistema de élite no funciona, la gente de clase media alta tiene las ventajas, pero hay muchísimo talento que se desaprovecha. En Estados Unidos no se favorece a los estadounidenses, se les da trabajo a los mejores, sean de Francia, México o Siria. Pero resulta que muchos estudiantes latinos han crecido en comunidades pobres donde las escuelas no son muy buenas.

¿De qué depende que una universidad sea buena en Estados Unidos?
Las escuelas públicas son apoyadas por los impuestos de la zona. Si vivo en un área pobre, genero poco dinero y las escuelas no son muy buenas. Los mejores maestros trabajan donde les pagan más. Estos estudiantes que yo entreno, después de 3 semanas y media, en las que han trabajado 12 horas al día, 7 días a la semana durante 8 semanas, hacen reportes que son impresionantes. Lo más importante es que de esta manera se generan oportunidades. En Estados Unidos, 1.200 personas al año obtienen un doctorado, 700 de ellas son extranjeros, 500 nacionales y de esos 500 aproximadamente 20 a 25 son de ascendencia latina, lo mismo para la población negra. Y yo los entreno en verano, no les digo qué hacer, ellos escogen en qué proyecto trabajar.

Por ejemplo, ¿qué proyectos han trabajado?
Temas ambientales, bulimia, etcétera. Ébola también. Ese es un tema que abordé en el simposio. En los últimos diez meses han aparecido muchos artículos sobre las malas decisiones que se tomaron en torno a esta enfermedad en África Occidental, que originaron un aumento de casos en lugar de una disminución. Para empezar, las fuerzas armadas rodearon algunas áreas y no se le permitió a la gente salir. A esto le llamaban cordones sanitarios y no se usaban desde hacía 100 años, porque estaban muy desacreditados. Si la población del lugar no sale, la gente con ébola convive con gente sana y se contagian, y el cordón los mantiene prisioneros.

¿Qué alternativas existen en un caso así?
Hay que instalar sistemas de vigilancia. Muchas veces, en las áreas tropicales donde aparecen más enfermedades, no se cuenta con servicios de vigilancia para reaccionar, pero si uno tomara medidas rápidamente, el impacto sería mucho menor. En el 2003 hubo una epidemia de SARS y, en aquel entonces, China escondió la presencia de esta enfermedad. Cuando la gente se empezó a contagiar en el resto del mundo, no se sabía qué la causaba, por eso muchos murieron y el pánico fue tremendo, se cerraron las aerolíneas y el costo monetario fue de 13 millones de dólares, que ahora correspondería a 50 millones de dólares aproximadamente.

Pero hay lugares donde es difícil instalar los sistemas de vigilancia. En zonas rurales de China, por ejemplo, es difícil de controlar.
Es difícil, sí. Pero creo que China aprendió mucho del SARS y ahora sabe que debe reportar apenas ocurre algo así. Es fundamental que haya transparencia. El problema es muchas veces económico. Supongamos que haya un brote de malaria en Cancún, eso dañaría gravemente el turismo, habría muchas pérdidas económicas y existiría la tentación de querer ocultar un problema así, pero debe haber transparencia. También debemos crear métodos para detectar tempranamente un virus que se transmite en forma rápida, incluso apoyar cambios en el ambiente para evitar que se facilite la reaparición de patógenos que viven en animales.

Aparte del riesgo de contagio, producto de una pandemia, otro tema importante es el pánico que se genera en la población.
Los medios de comunicación tienen un papel fundamental en ese aspecto. Pudimos aplicar sistemas de medición para conocer la reacción de las personas cuando veían un video sobre ébola. Muchos mandaban tuits o buscaban noticias sobre ébola en Google, hacían preguntas tipo “¿tengo ébola?”. Hay cierto nivel de contagio, a partir de que uno ve un video luego muchos otros lo hacen. Muchas de las búsquedas en Google tenían una estructura de brote epidémico. Por otro lado, en Estados Unidos se presentaron solo cinco casos de ébola, pero hubo ataques de pánico entre la gente.

¿Qué otro tema abordó en el simposio?
El tema de educación. La Universidad de Arizona tenía la visión de que el modelo de las universidades era obsoleto, porque dividía la universidad en cajones: el departamento de Matemáticas, de Biología, etcétera. Pero si uno le pregunta a un estudiante qué problemas debemos resolver en el mundo, ellos mencionan temas como medio ambiente, sostenibilidad, etcétera. Y esos temas no pertenecen al exclusivo mundo de las matemáticas, de la física ni de nada, sino a todos. Por eso se reorganizó la Universidad Estatal de Arizona y los antiguos departamentos desaparecieron y, en su lugar, surgieron las escuelas. Yo estoy en la Escuela de Evolución Humana y Cambio Social y en otra de Sostenibilidad y dirijo el Centro de Matemáticas Aplicadas Simon A. Levin, dedicado a resolver problemas de matemáticas, ciencias sociales y ciencias biológicas al mismo tiempo. En la Escuela de Evolución Humana y Cambio Social hay antropólogos, matemáticos y otros, porque los problemas de hoy no pertenecen a una disciplina específica. Además, se debe formar a los jóvenes para que abran negocios.

¿Por qué?
La mayoría de trabajos en Estados Unidos los generan los pequeños empresarios. Los que crearon Microsoft y Facebook eran muchachos. En el Perú también hay gente muy inteligente, la pregunta es por qué no hay más empresarios y no se genera industria en Perú. Y la respuesta es porque se requiere una inspiración desde la educación. Tienen que aprender a hacer empresa desde jóvenes, con una nueva educación. Todo universitario debe saber escribir y comunicarse, hay mucha gente con ideas extraordinarias, pero no las realiza porque no sabe comunicar. Todo universitario debe entender de ciencia y tecnología, saber colaborar y trabajar en grupos para crear industria. Debe saber matemáticas para dar solución a múltiples problemas y porque es el sustento del desarrollo de la ciencia y la tecnología.

El profesor Carlos Castillo es un distinguido científico, experto en sostenibilidad, profesor de Biología Matemática en la Universidad de Arizona, magíster en Matemática Pura por la Universidad de Wisconsin Milwaukee, magíster en Matemáticas Aplicadas por la Universidad de Wisconsin Madison y doctor en Biología Evolutiva por la Universidad de Cornell. Es fundador y director del Centro de Ciencias Matemáticas Aplicadas a la Vida y a las Ciencias Sociales para estudiantes universitarios en la Universidad de Arizona. Ha recibido el reconocimiento al Servicio Público Distinguido de manos del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en la Casa Blanca.