El historiador y docente de la Universidad de Lima Juan Luis Orrego participó como asesor en la elaboración del guion y en parte de la puesta en escena de la serie El último bastión.
Esta producción, realizada por TVPerú y transmitida actualmente por Netflix, retrata la vida de personas de distintos grupos sociales durante la época de la Independencia. Muestra el lado humano de la guerra a través de los miedos y las aspiraciones de la gente, las tragedias familiares y los intereses en juego.
¿Cómo fue su participación como asesor en la producción de El último bastión?
TVPerú me convocó para brindar asesoría en el guion (a cargo de Eduardo Adrianzén) y en algunos aspectos de la puesta en escena. Mi labor consistió en brindar ideas para que el guion tuviera verosimilitud. Cuando uno hace una serie o una película histórica, el guion no tiene que ser verdadero. Una cosa es que sea verdadero y otra es que tenga verosimilitud. Esto quiere decir que no podemos falsear la historia, crear hechos que no ocurrieron ni incluir personajes o episodios fuera de las fechas o los lugares donde estuvieron presentes o tuvieron lugar. Es lícito crear una historia dentro de un contexto histórico: se puede recrear un romance, una tragedia, un drama familiar, pero necesariamente se debe reconstruir bien el marco histórico. En El último bastión el objetivo fue recrear la historia de los distintos actores sociales, a fin de entender que la vida en torno de la Independencia se produjo en una coyuntura muy compleja.
¿Compleja en qué sentido?
La gente no tuvo la misma conducta o el mismo comportamiento a lo largo de la guerra. Cada grupo social tuvo su propia percepción de la Independencia. El objetivo de la serie no fue contar una historia tradicional de patriotismo y de triunfo, pues de hecho no fue así. La Independencia fue como cualquier guerra: con triunfos, derrotas, tragedias familiares, gente que encontró nuevas posibilidades y otras a las que se les cayó el mundo. La serie trata de darle un perfil humano a la Independencia y ver la mayor cantidad de contextos humanos.
¿Cómo fue su trabajo con el guionista?
Tanto al guionista como a la productora les expliqué qué fue la Independencia, les comenté qué temas se podían tratar, cómo abordarlos; les sugerí bibliografía y me encargué de revisar el texto del guion para detectar cualquier situación que no fuera verosímil. Mi otra labor, pero solo al principio, fue asesorar un poco en el vestuario, en las locaciones y el mobiliario, para que todo esté correcto.
¿Qué le parece que la serie haya llegado a Netflix, donde más personas pueden verla?
Es muy bueno para todos los que participan en esta producción nacional, realizada con un presupuesto muy franciscano del canal del Estado. Por lo que he leído, hay quienes creen que esta es una producción de Netflix, y no lo es. Ya hubiésemos querido contar con el presupuesto soñado para hacer maravillas con el vestuario y el mobiliario y poder reconstruir tantas cosas. En Europa o Estados Unidos, por ejemplo, detrás de una producción histórica hay dos historiadores a tiempo completo. Uno se encarga de rescatar los hechos y el otro de la reconstrucción material de la época hasta el mínimo detalle: cómo era el menaje de las casas, los trajes, los barcos, los trenes, etcétera. Además, con la tecnología moderna, se pueden recrear calles, plazas... todo. Incluso se podría haber filmado en alguna ciudad española o mexicana, así como algunas películas de la guerra de Troya, que han sido rodadas en playas mexicanas. Con un presupuesto reducido es necesario ser muy creativo. Los límites que tiene la serie no responden al talento de las personas, sino a la estrechez del presupuesto. Por eso mismo no hay muchas locaciones. Lamentablemente, en el Perú, una gran cantidad de monumentos históricos han desaparecido o están en condiciones lamentables. En Europa puedes filmar una serie o una película histórica en la vía pública, tal como hoy se encuentra, porque hay calles y plazas que no han cambiado en décadas ni en siglos; pero en el Perú no se puede. Es más, si encuentras los lugares apropiados, es difícil conseguir los permisos o las licencias para grabar.
Con esta experiencia, ¿qué factores considera fundamentales para realizar una producción histórica?
Se necesitan tres cuestiones básicas: la primera es que el relato sea verosímil, que no se falsee la historia; la segunda radica en que se debe reconstruir bien la época, y la tercera es la importancia de rescatar la sensibilidad de la época, de ponerse en los zapatos de los que vivieron en el pasado. Lógicamente, El último bastión tiene sus límites. Igualmente, yo, cuando veo una superproducción internacional de corte histórico, le encuentro fallas. Pero, en líneas generales, esta serie ha tenido aceptación, buena crítica y ha logrado ingresar a la plataforma de Netflix, lo que ya es un hito. Cuando se transmitió por TVPerú, no tuvo el impacto nacional e internacional que tiene ahora.
Comentó que en una producción histórica es necesario reproducir la sensibilidad de la época, ¿cuál era esa en la época de la Independencia?
Hay muchas sensibilidades; la cuestión es captar las de cada grupo social. En la guerra, cada familia o actor social tuvo sus miedos y aspiraciones. La gente quiere resguardar a los suyos y busca su seguridad. Por otra parte, las familias se parten: puedes ser realista y tener a un hermano patriota, o a la inversa, tener un hermano sanmartiniano y tú ser bolivariano. También puedes cambiar de bando a lo largo de la guerra. Así de complejo es el ser humano en el trance de una guerra, que te coloca, inevitablemente, en situaciones límites. Hay que saber driblear un sinfín de circunstancias, como rescatar o esconder al pariente o al amigo que en ese momento estuvieron del lado “equivocado”... Así es una guerra.
¿Cuánto tiempo tomó la asesoría que usted brindó?
Unos seis meses, tanto al guionista como a la persona que se encargaba de la puesta en escena, de los trajes, especialmente los uniformes de generales y soldados, así como las mesas y las sillas. La idea, cuando tienes bajo presupuesto, es evitar los errores. Quizá no consigas una perfecta reconstrucción, pero sí está a tu alcance no equivocarte, al menos.
La oportunidad de colaborar con la recreación de episodios del pasado debe ser un reto muy bonito para un historiador...
Es interesante, sin duda. La gente debe ver al historiador de otra manera. El historiador no solo se dedica a leer, a investigar, a ser un “ratón de biblioteca”. Aunque es todo eso, por supuesto, también tiene otras facetas, y una de las que más me gusta es la divulgación. Hay muchas cosas sobre el pasado que solo manejamos los historiadores y no trascienden al público amplio. Por eso, la producción de una película o una serie es una excelente manera de comunicar lo que, en este caso, se sabe de la Independencia a partir de las últimas investigaciones. Ver la serie equivale a leer varios libros sobre la Independencia. Esa es la idea. Y así se puede comprender mejor el contexto porque, a veces, nos enseñan la historia como una sucesión de hechos y nada más, o como un triunfo del Perú patriota en que todos colaboraron, y no fue así. La Independencia es más compleja. Comprender el Perú de hace 200 años es todo un reto.
Mucha gente tomaba decisiones de acuerdo con sus propios intereses y estos eran cambiantes, ¿verdad?
Sí, de acuerdo con sus intereses, sus miedos y las circunstancias. A veces ni siquiera los intereses los puedes defender, pero por lo menos, como se dice en España, “en una guerra, por último, tienes que salvar los muebles”. Y de hecho mucha gente migró, se fue del país, perdió familiares y fortunas. Nadie salió intacto de la guerra, para bien o para mal. Hay gente que hace mucho dinero con la guerra; muchos se beneficiaron de la expropiación de bienes a los realistas, como los caudillos militares que se convirtieron en terratenientes al confiscar tierras a los realistas o a los que se iban del país. Agustín Gamarra, que luego fue presidente del Perú, se convirtió en gran terrateniente en el Cusco, a raíz de la guerra de la Independencia.
También hubo gente que peleó por convicción. ¿Cree que estuvieron satisfechos con los resultados finales?
No. El Perú quedó peor después de la Independencia. Siempre hay gente que lucha por sus ideales, aunque no son muchos, y no podemos perder de vista eso. Después de unos 10, 15 o 20 años de la Independencia, mucha gente se quedó desengañada. Uno de ellos fue José de la Riva Agüero, quien fue presidente del Perú durante la Independencia. Ya viejo, escribió unas memorias muy ácidas en las que se quejaba de lo que había ocurrido; pero eso sucede en todo el mundo. Lo que pasa es que una guerra desata una serie de expectativas y muchas de estas no se cumplen a largo plazo; entonces, viene el abatimiento, la crítica destructiva, el desengaño.