La neurociencia en el terreno judicial es un tema novedoso. Investigarlo y discutirlo es importante para prevenir futuros conflictos. Y eso es precisamente lo que viene haciendo el profesor y coordinador de Grados y Títulos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Lima, Ronald Cárdenas. Él ofreció una ponencia al respecto, el pasado 28 de septiembre, en el Foro Académico organizado por la Corte Superior de Justicia del Callao.
El tema guarda relación con una investigación que el profesor ha trabajado en el Instituto de Investigación Científica de la Ulima (IDIC). En esta entrevista, ofrece detalles sobre el foro, explica de qué trata la neurociencia y su aplicación en el derecho.
Profesor, ¿cómo así recibió la invitación para ofrecer esta ponencia?
Uno de los vocales de la Corte Superior del Callao sabe que yo investigo sobre neurociencia, así que me invitó a tratar el tema en una conferencia. El nombre de mi ponencia fue “La relación entre neurociencia y la prueba en el proceso judicial”. Fue un evento muy concurrido. Se plantearon varias preguntas interesantes y yo estuve muy contento de poder difundir temas nuevos que contribuyan a lograr una mejor administración de la justicia. Ofrecí la conferencia ante una audiencia de jueces, funcionarios del Poder Judicial del Callao y público en general.
¿Cuál es la relación entre la neurociencia y la prueba judicial?
Primero debo explicar que la neurociencia es una disciplina nueva que está aportando datos impresionantes sobre nuestro cerebro. Se dice que en los últimos diecisiete años hemos aprendido de nuestro cerebro más que en toda la historia, y los resultados de esos descubrimientos se están aplicando ahora en medicina, psicología, marketing, etcétera. También, en menor medida, en el derecho. Por este motivo, hace dos o tres años, le propuse al IDIC llevar a cabo una investigación acerca de la relación entre ciencia y derecho, y el IDIC —que siempre promueve temas que puedan aportar a la sociedad y tengan una connotación práctica— se entusiasmó y apoyó esta investigación, que he trabajado con mucho entusiasmo en 2016 y la continúo hasta ahora.
¿Por qué es importante la neurociencia en el proceso judicial?
El sistema judicial parte de que somos libres; la neurociencia propone que no somos tan libres como pensamos, ya que hay formas de manipulación que desconocemos. Los testigos, por ejemplo, no son tan fiables como pueden parecer, pues siempre que recordamos algo nuestra memoria reescribe ese hecho.
Siempre hay diferentes versiones de un hecho...
Por supuesto. Así es el ser humano. Pero hay más. Por ejemplo, un examen neurocientífico indica que un profesor de colegio tiene una tendencia psicopática, entonces se plantea un dilema: ¿debe seguir enseñando o no? Impedirle el contacto con sus alumnos podría llevarnos a nuevas formas de discriminación; pero, por otro lado, la sociedad quiere protegerse. Hay varios temas en los que existe una relación directa entre neurociencia y derecho, y necesitamos discutirlos.
¿En qué casos la neurociencia es una ayuda para el derecho?
En algunos casos, la neurociencia puede servir para mejorar la administración de justicia, para determinar los criterios de culpabilidad, para calificar a testigos, para conocer, dentro de un rango de probabilidades, si un testigo miente o no. Pero el derecho también debe ocuparse de que no se afecten los derechos fundamentales, debido a que a través del estudio del cerebro se puede manipular a las personas.
En comparación con otros países, ¿qué tanto se ha avanzado en el estudio de la neurociencia y el derecho en el Perú?
En el Perú se ha avanzado muy poco. No tenemos estudios sobre neurociencia y derecho. En el extranjero se está investigando un poco más, sobre todo en países como Estados Unidos y España. Pero, en general, todavía hay mucho por desarrollar.
¿Existe algún caso en que la neurociencia haya afectado el resultado de un veredicto?
En Italia ya existe un caso de una persona que fue condenada por matar a otra, pero le redujeron la pena porque demostró un problema de carácter biológico. También está el caso de un señor al que una bala le atravesó el cerebro; no murió, pero su personalidad cambió. Otro caso ocurrió con un hombre al que señalaron como acosador de niños; fue preso, pero descubrieron que tenía un tumor en el cerebro y que esa era la causa de su comportamiento acosador. Lo soltaron, le retiraron el tumor, pero al poco tiempo volvió a acosar a los niños. ¿Qué sucedió? El tumor había aparecido nuevamente. ¿Qué se hace en estos casos? ¿Se le encierra otra vez? ¿Se dispone que se someta a controles médicos periódicos? Son preguntas que el derecho debe responder a la luz de los nuevos conocimientos científicos.
¿Puede reducirse un caso así a la aparición de un tumor nada más? ¿Los valores que rigen a las personas no deberían gobernar el comportamiento?
Es interesante el tema, sin duda. El estudio del ser humano puede permitirnos conocer cómo somos y hacernos comprender las motivaciones de nuestra conducta. Pero, finalmente, el hombre es responsable de sus actos, porque tiene uso de razón y esta se encuentra por sobre cualquier condicionamiento físico o psicológico. Una persona debe actuar siempre conforme a los valores del ser humano; puede haber excepciones que deben revisarse, pero el ser humano, en principio, es responsable de sus actos.
¿Qué dicen los médicos?
La comunidad médica muestra mucho entusiasmo por lo que puede ofrecer la neurociencia. Se piensa que podría ayudar a tratar el Alzheimer y a crear nuevos fármacos. Pero, paralelamente, hay preocupaciones. Por ejemplo, existe la hormona llamada oxitocina, que permite que uno se relacione mejor con la gente, y hay empresas que venden un spray de oxitocina. Esto quiere decir que si una persona tiene una entrevista de trabajo, se puede colocar el spray para mostrarse más sociable al momento de la entrevista y tener una ventaja. ¿Debe permitirse esto o no? Por otra parte, hay una zona del cerebro que, si se somete a un impulso eléctrico, logra desarrollar más inteligencia. ¿Se debe propiciar esto o no? ¿Qué pasa si mañana inventamos una droga que no tenga efectos negativos, sino solo positivos? ¿Se debe permitir su consumo? Hay cosas que debemos preguntarnos los abogados, para adelantarnos a lo que se vendrá en el futuro.
También pueden hacerse experimentos malévolos con la neurociencia…
Exacto. Se piensa que en algún momento se podrá borrar parte de la memoria; de hecho, ya se ha conseguido en ratones y se piensa que sería bueno hacerlo en humanos, en determinados casos. Por ejemplo, para borrar los recuerdos de una violación en una niña. Eso podría ser positivo. ¿Pero qué pasaría si esta técnica se usara de manera perversa? Si bien por el momento no es posible borrar la memoria, sí se pueden insertar recuerdos. Hay un estudio inglés donde a un grupo de estudiantes se les hizo creer que habían cometido un acto indebido, mediante una técnica de neurociencia. Eso revela que el conocimiento neurocientífico otorga gran poder y, como todo gran poder, puede ser usado para el bien y para el mal.
¿Qué lo motivó a estudiar la neurociencia y su relación con el derecho?
El tema me parece espectacular. Me interesa desde el punto de vista académico y personal, pues creo que permite que uno se conozca mejor. Por ejemplo, piensa ahora cuáles son tus letras preferidas; seguramente una de esas es la primera de tu nombre. Hay un estudio según el cual, si la persona usa anteojos es más probable que la declaren inocente, y también señala que las personas agraciadas físicamente tienen un 22 % de mayor posibilidad de que las declaren inocentes.
¿Piensa seguir estudiando este tema?
Este año me invitaron a exponer al respecto en el Encuentro Nacional de Jóvenes Juristas, realizado en la ciudad de Trujillo. Recientemente, lo hice en el Foro Académico, en el Callao, y dentro de poco publicarán un artículo mío en una revista chilena. Es que uno agarra un tema, le encuentra el gusto y el tema también lo agarra y no lo deja a uno [risas].