En las dos primeras décadas del siglo XXI, el cine peruano ha crecido considerablemente en la producción de largometrajes y ha cosechado una importante suma de participaciones y reconocimientos en festivales internacionales. Películas como Días de Santiago, La teta asustada, Wiñaypacha, Canción sin nombre, Paraíso, entre otras, no solo marcan un cambio con respecto a las producciones de los ochenta y noventa, tanto en tecnología como en métodos de grabación, sino que expresan en sus historias una pluralidad temática, geográfica y lingüística sin precedentes.
En este contexto, Rodrigo y Ricardo Bedoya publicaron Protagonistas del cambio, un libro editado por nuestro Fondo Editorial, que recoge las voces de realizadores, productores y distribuidores del cine nacional, quienes analizan las transformaciones más relevantes de la industria.
El libro fue presentado en la décima edición de la Semana del Cine Ulima. Conversamos con Rodrigo Bedoya sobre las motivaciones detrás de este proyecto y la necesidad de reflexionar sobre el presente del cine peruano.
¿Cuál fue la motivación principal para realizar esta publicación? Se observa una suerte de radiografía del cine peruano del siglo XXI.
Queríamos realizar algo especial por los diez años de la Semana del Cine. Dentro de las ideas que teníamos con Ricardo Bedoya, pensamos en hacer algo que sirva de legado, un libro de entrevistas que antes no se había hecho. La decisión la tomamos a inicios de este año. Quisimos buscar a los protagonistas del cambio que ha tenido el cine peruano del presente siglo. Los testimonios que se leen son de aquellos que ya tienen mucho tiempo en la industria y que están actualmente activos.
Hay una constante mención a Días de Santiago y La teta asustada. Parece que ambas películas funcionan como un parteaguas con respecto al cine de los noventa. ¿Qué las hace tan representativas de este cambio?
Ambas películas son realizadas por una nueva generación de cineastas. Josué Méndez y Claudia Llosa pertenecen a la generación que crece durante la época del terrorismo y que ve cómo en los noventa hacer cine en el Perú se torna casi imposible, a diferencia de la generación anterior, la de directores como Francisco Lombardi y Augusto Tamayo, que se desarrolló gracias a la ley del cine del gobierno de Velasco. Estos nuevos realizadores se acercan al cine de forma diferente. Josué hace Días de Santiago de una forma autogestionada, y Claudia emigra a España y allá consigue apoyo para grabar La teta asustada. Son películas que le dan al cine peruano el rostro de este siglo. La teta asustada gana el premio principal del Festival de Cine de Berlín, el reconocimiento más importante de una película peruana. Las dos son producciones bisagra porque a partir de ellas el Estado comienza a mostrar interés por el cine nacional.
Qué significó reunirte con realizadores de la talla de Miguel Barreda, Héctor Gálvez, Josué Méndez, Melina León, Sofía Velázquez y otros. ¿Cuáles fueron tus expectativas? ¿Con qué ideas llegaste a dichos encuentros y qué te llevaste de ellos?
Aprendí mucho de las conversaciones con ellos. Cada testimonio ha sido una forma de entender cuánto se ha avanzado y qué falta. Fue interesante reencontrarme con mis raíces periodísticas, cuando trabajaba en el diario El Comercio, allá por el 2010. En ese entonces, noté el inicio del cambio. Observé cómo se fue construyendo una política pública cada vez más estable con la aparición del Ministerio de Cultura y el proceso de profesionalización de los concursos. En estos diálogos, he reconocido cuáles son las carencias, pues todo crecimiento genera nuevas necesidades y demandas, y he reflexionado sobre qué más se puede hacer para que el crecimiento sea continuo.
Has dialogado con productores, realizadores y distribuidores. Algunos ven una mejora en términos de financiación y descentralización, pero otros reclaman por una ley del cine que garantice una cuota de pantalla y que otorgue mecanismos para una mayor distribución. ¿Qué falta hacer para articular una iniciativa legislativa que subsane las carencias actuales y establezca los cimientos para una industria cinematográfica nacional?
La vida de una película no es solo su estreno, va mucho más allá. Lo interesante es cómo aseguramos la vida de una película para que pueda ser vista. El estreno sin duda es importante, pero no todos los largometrajes tienen que ser exhibidos en el cine, porque pueden tener una continuidad en festivales, en circuitos culturales, en ámbitos académicos, en salas alternativas. La idea es asegurar que existan espacios que permitan que las películas tengan un recorrido relativamente amplio. En el Perú, es profundamente complejo aplicar una cuota de pantalla, la élite empresarial es muy fuerte y conseguir la reserva de un 20 % de funciones en una cadena de cines es muy difícil.
A raíz de lo compartido por los protagonistas, se advierte una inquietud por continuar haciendo cine de autor en el Perú. ¿Existe todavía oportunidad para desarrollar propuestas que interpelen al público en términos históricos, culturales y económicos? ¿Hay un cine peruano de autor consolidado?
En el Perú ya existe un cine de autor afianzado. Los trabajos de Héctor Gálvez, Joana Lombardi y Josué Méndez lo demuestran. Pero es cada vez más frecuente, y lo vemos en otros países también, que los filmes de autor encuentran muchas dificultades. Lo que busca quien va a una sala es espectáculo, es un fenómeno global. Esto hace que el cine de autor sea de nicho. El sistema de exhibición busca la espectacularidad o las comedias. Al cine de autor le toca pelear dentro de esa realidad. Sin embargo, están los casos de Yanahuara o La piel más temida, ambas fueron películas que tuvieron 30 000 espectadores, y no es poco para películas de ese corte. El reto es que esas propuestas encuentren su público.
A la luz de lo alcanzado y de lo que aún falta por conseguir, ¿cómo leer este último intento por parte de un sector conservador del Congreso de la República de modificar la actual ley del cine con otra que limita el apoyo económico?
De aprobarse esta nueva ley, sería muy perjudicial, pues parte de la idea de que una película tiene que postular a los estímulos estatales con el 50 % de financiación. Esto acabaría con el cine peruano, porque cuando el proyecto de un cineasta gana un fondo del Estado, ese reconocimiento es el aval de que dicha película se va a producir. Con esto, el realizador puede buscar más financistas o auspiciadores que complementen el presupuesto total. Esta nueva ley obligaría al cineasta a buscar dinero para recién luego postular a un fondo estatal. El cine tiene una dimensión simbólica que hace que incluso las historias más sórdidas puedan generar repercusiones positivas.
Ante el auge de las plataformas de streaming, ¿crees que el cine nacional que está fuera del circuito comercial tiene posibilidades de acceder a este espacio, y que este se convierta en el lugar de exhibición principal de nuestras producciones?
Lo del streaming es un albur. No se trata de tocarle la puerta al gerente de Netflix y que este les cumpla el sueño a los cineastas. Estas plataformas buscan consumidores y el mercado peruano es muy pequeño y existe mucha piratería. Eso lo cuenta Joana Lombardi en el libro, el Perú no les resulta rentable. Lo que estas empresas prefieren es solo financiar una parte del proyecto y que la otra quede a cargo del productor nacional. Así, gastan menos y se benefician de la publicidad del estreno comercial. Las películas que mejor funcionan en streaming son las que han tenido éxito en los cines. No veamos en el streaming una solución. Debemos de encontrar otras formas de hacer que las películas sean visibles para quienes deseen apreciarlas.
¿Por qué aproximarse a este libro? ¿Qué pueden encontrar en él no solo quienes están involucrados en el ámbito cinematográfico, sino también los aficionados?
El trabajo que hemos hecho cuenta con conversaciones amenas y coloquiales, dan testimonio de primera mano de lo que significa este cambio. Estas voces reflejan todo lo que implica hacer cine en el Perú, porque a pesar de lo avanzado siempre es muy sacrificado. Vemos cómo han variado las condiciones de trabajo y tenemos un panorama interesante. La gente joven que quiere hacer cine podrá saber a qué mundo está ingresando: uno complejo, pero con oportunidades, a pesar de todo.