Un negocio con buen ritmo

Hace cinco años, María José Arróspide decidió viajar a Australia para estudiar Diseño Gráfico por un año; pero hasta el día de hoy sigue allá. Se enamoró del país, de sus playas, de su gente y de su cultura. Empezó trabajando en marketing, pero luego renunció para entregarse de lleno a las clases de danza que dicta en línea a alumnas de diferentes países, incluido Australia.

María José es comunicadora por la Universidad de Lima. Antes de la cuarentena que se implantó en Australia, alquilaba tres locales para dar clases, y ahora sus clases se han trasladado a la esfera virtual. Desde ahí pone a bailar a personas de todo el globo.

¿Cómo creaste tu grupo de danza en Australia?
Quería bailar desde que llegué. Vivo en un barrio de playa, que es un poco alejado de la ciudad, y me di cuenta de que casi no había clases de baile por aquí. A medida que iba haciendo amistades, me daba cuenta de que otras chicas extrañaban el baile, sobre todo el latino. Entonces me animé a realizar un emprendimiento de algo que no hubiera acá, algo que las chicas quisieran y que las volviera a unir con la comunidad latina. Fue así que empecé a dar clases de reguetón en un estudio que alquilé.

¿En el Perú ya dabas estas clases?
Nunca he dado clases en el Perú. He bailado flamenco durante diez años y, dos años antes de venir a Australia, me animé a probar una clase de reguetón y me encantó. Es un baile menos técnico que el flamenco. Cualquiera podría bailarlo, solo es cuestión de conectarse con la música y luego sentirse empoderada y sexi. Es divertido. Me conecté mucho con este género de música y, cuando vine aquí, encontré una oportunidad en el mercado. Diseñé un flyer y comencé a ir a los restaurantes a pegarlos e hice publicidad en una cuenta de Instagram y en mi página de Facebook, y comenzaron a llegar las chicas, sobre todo amigas, y luego amigas de mis amigas y más amigas de amigas de mis amigas… y así el grupo fue creciendo. Al principio era un pasatiempo, lo hacía solo una vez por semana, para expresarme a través del baile; pero, al cabo de un año, me di cuenta de que había algo interesante y que podría convertirse en algo más. Entonces abrí más clases en otros barrios. Como no tenía un capital para invertir en un estudio de baile, que es tan caro en Australia, consulté en algunos estudios qué horas tenían libres, dos días por semana, a fin de alquilarlos en esos momentos. Y así es como funciona mi negocio.

¿Qué tal ha pegado ese género allá?
Bueno, mi grupo está formado por latinos en un setenta por ciento. Cuando llegué a Australia, me di con la sorpresa de que había mucha gente de diferentes países, muchos latinos que extrañaban su música, su idioma y su cultura, y ese ha sido el motivo por el cual mi negocio ha pegado. Conmigo encontraron un espacio de liberación una vez cada semana, un lugar donde podían conectarse con otros latinos a través de una pasión compartida: el baile. Muchos no habían tomado una clase de baile nunca, la tomaron por primera vez conmigo y resultó que tenían el baile en la sangre, que disfrutaban muchísimo bailando y que, por medio del baile, se conectaban con todo eso que dejaron atrás. Ahora bien, no solo vienen latinos, aproximadamente el treinta por ciento de mis alumnos son personas a las que les gusta lo latino, aman esta cultura, la calidez latina y esa picardía que nos representa y que conecta muchísimo con las clases.

¿Siempre dictas las clases tú o tienes otros profesores?
Empecé yo sola, pero desde el año pasado dictamos tres profesores, dos peruanos y uno venezolano. La mayoría de clases las dicto yo. Por otro lado, también organizo eventos con profesores invitados, para apoyar a otros latinos, pues todos estamos tratando de posicionarnos con el baile en este lado del mundo. Cada uno tiene un estilo muy bonito para ofrecer y a mí me gusta mucho brindar una variedad de estilos e interpretaciones de distintos profesores.

¿Van a tus clases hombres y mujeres?
El noventa y cinco por ciento de mis estudiantes son mujeres. Por eso, también es importante traer hombres a enseñar, porque eso incentiva a otros hombres a venir a la clase.

¿Por qué dices que se logra el empoderamiento de las personas a través de la danza?
Yo pienso que el baile es mágico, que es capaz de liberar un lado tuyo que nunca has expuesto y, cuando te encuentras con esa parte tuya, sobreviene un sentimiento que no quieres dejar ir por el resto de tu vida. Cuando aprendes una coreografía, tienes que estar con todos tus sentidos activados; te conectas con la música, interpretas al cantante, asumes un rol que sale de los movimientos de tu cuerpo y dejas de lado los problemas del trabajo y de la casa. Asumes que esa hora de baile es solo para ti, para concentrarte en ti, para explorar ese lado sexi y recargar energías, una energía que te llevas a tu casa y a tus proyectos personales. Esa es la magia del baile, te da el poder de conectarte en algo que te hace sentir con vida.

Las clases son para todo tipo de personas, no para bailarines, ¿verdad?
Son clases para todos. No se trata de hacer los pasos perfectos ni de realizar la ejecución más limpia, sino de sentir esa electricidad que te genera el movimiento. Cuando activas el cuerpo, la parte física se conecta con la emocional y es algo muy bonito que se experimenta en cualquier nivel, como bailarín principiante, intermedio o avanzado.

¿Qué resultados has podido notar en las personas con quienes bailas?
Las chicas son muy unidas y me cuentan cómo el baile ha impactado en sus vidas. Es un sentimiento muy gratificante y muy bonito, porque las veo mejorar en la parte técnica, captan los pasos nuevos con mayor rapidez y mejoran su actitud. Se sienten mucho más felices, van a trabajar con otra actitud y esperan toda la semana que llegue el día de la clase de baile. Unas mejoran su relación de pareja, porque están menos estresadas. Otras, cuando se lesionan, encuentran en el baile una motivación para sanarse lo más rápido posible y poder bailar de nuevo. La conexión humana que se genera a partir de compartir una pasión es muy bonita.

¿Qué pasó con tus clases cuando llegó la pandemia?
Comenzamos el 2017 con muchas ganas, aunque yo nunca pensé que me iba a dedicar a esto o que iba a tener mi propia marca en Australia: Byla; pero luego empezó a crecer y yo renuncié a mi trabajo para dedicarme a mi marca personal. Me dio mucho miedo, porque estaba abandonando mi ingreso fijo y de pronto solo dependía de las clases de baile. Lo peor fue que, con la cuarentena, no podía dictar las clases de manera presencial, entonces llevé el negocio hacia lo digital y, realmente, fue ahí donde la marca creció y llegó al siguiente nivel. Todo el mundo estaba encerrado en sus casas, nadie podía hacer actividad física. Entonces comencé a hacer tutoriales en YouTube y a dictar clases por IGTV, la televisión de Instagram. Y así llegamos a más de treinta países.

Es decir, tienes alumnos de nacionalidades muy distintas.
Así es, tengo alumnas en Alemania, Canadá, Estados Unidos, Hungría, etcétera. Y hablamos todo el tiempo, como si fuéramos amigas, y soñamos con conocernos en vivo algún día, después de todo esto, porque nos conocimos a través de esta plataforma de baile online en un año difícil e incierto para todos; pero valió la pena, ahora que veo cómo creció la comunidad.

¿Cómo serán tus clases más adelante: presenciales o virtuales?
Las clases son virtuales desde que empecé. Nunca lo dejé, porque así me puedo conectar con todas las chicas alrededor del mundo y eso no lo quiero perder. Yo puedo estar dictando online en Sídney a las a las siete de la noche y hay una chica en Alemania que está bailando a las once de la mañana, pero estamos conectadas. Esas cosas todavía me impresionan. La modalidad online es algo que he adoptado como el ADN de la marca, y no voy a dejar de hacerlo, porque considero que ese es uno de los atributos más poderosos que tenemos. Mi sueño es lograr que cien países bailen juntos en una clase. Ahora estamos reforzando el online porque en Australia, si bien teníamos cero casos de COVID-19 y estábamos haciendo nuestra vida normal, ahora estamos en trescientos casos diarios en promedio por la zona donde yo vivo. Así que, por el momento, lo virtual es todo lo que tengo. No importa que nunca hayan bailado, en esta comunidad se trata de ser feliz y de divertirse.

¿Qué sistema de pago empleas?
En Instagram está anclada mi página web. En mi biografía y en la página web se pueden ver todas las clases y elegir una por medio de un booking. Por ahí mismo se realiza la confirmación de pago y se entrega al usuario la dirección para que ingrese a la clase.

¿En qué has trabajado anteriormente?
Toda mi experiencia laboral es en marketing, en comunicación estratégica y en diseño gráfico. Empecé a trabajar en Belcorp mientras estudiaba en la Universidad de Lima. Entré como practicante, fui diseñadora gráfica, luego estuve en el equipo de Comunicación Estratégica, y esa fue toda mi experiencia laboral en el Perú. En Australia he trabajado en una empresa de educación para niños a través del juego.

¿Has conseguido toda tu clientela de otros países a través de Instagram?
Ha sido increíble para mí, siento que la plataforma favorece las habilidades que yo tenía como creadora de contenido y diseñadora creativa. Las conversaciones auténticas que sosteníamos con la comunidad me han valido para conectar con la gente.

¿Cómo fue tu proceso de adaptación en Australia?
El primer año tuve una mezcla de sentimientos, porque estaba muy emocionada de llegar a un lugar tan bonito. Yo vivo por la playa, así que camino una cuadra y estoy en el paraíso; pero, al mismo tiempo, estar tan lejos de mi familia hacía que la extrañe mucho, sobre todo porque al comienzo recién estás armando tu grupo de amigos, conectando con gente nueva y, al comienzo, nada se compara con los grandes amigos que dejas en tu país de origen, a pesar de que hay un sentimiento muy bonito y emocionante de tener un nuevo comienzo. La nostalgia de no estar en tu país es muy fuerte.

¿Cómo te fue en la Universidad de Lima?
Yo tengo mucho que agradecerle a la Universidad de Lima. Tengo lindos recuerdos de aquella época porque varios de mis mejores amigos los hice en la Universidad. También valoro mucho a los profesores, quienes realmente quieren enseñar y que los alumnos aprendan. Les agradezco mucho la formación que me dieron. El hecho de darse un tiempo para juntarse con los alumnos y conversar te lleva a un nivel más allá de lo que debes aprender. La Carrera de Comunicación es muy completa. Solo tengo buenos recuerdos de la Universidad de Lima.