Su pasión por las formas, los volúmenes, los colores y la estética guiaron a Romina Ortega por el camino de la dirección de arte en cine y teatro. Ha transitado también por la dirección general de algunas producciones, como el corto El síndrome del corazón roto y su próxima producción para el cine, “Lítica”.
Esta última se realizará en formato de documental y tratará sobre la escultora Silvia Westphalen, cuyo trabajo admira desde que era una colegial. Para su realización cuenta con el Fondo Nacional DAFO del Ministerio de Cultura, incentivo que ganó en el 2021.
Tu proyecto de documental, “Lítica”, ha ganado el Premio Cinema 226 en el Festival de Cine de Guadalajara. ¿Podrías compartir la historia alrededor de esta idea?
Por supuesto. La idea nació en agosto del 2020. Conozco a Silvia Westphalen desde hace más de diez años, desde que yo estaba en el colegio e hice una monografía sobre su trabajo. Fue muy interesante, porque descubrimos cuál era el origen de sus obras, cuál era el hilo que las conducía. Luego nos mantuvimos en contacto. Yo siempre he admirado su labor, su capacidad de transformar el mármol y convertirlo en agua, plantas o elementos orgánicos. Cuando vino la pandemia, abrí una pequeña galería virtual y quería homenajear a Silvia, así que intenté hacerle un reportaje, yo sola. Pero cuando fui a editar, no pude. Tenía que reducir el material grabado a diez minutos, pero no podía bajarlo de media hora. Entonces le propuse realizar un documental. Eso fue en agosto del 2020 y, en enero del 2021, asumí el proyecto como un largometraje y convoqué a un equipo para llevarlo a cabo. Postulamos a un estímulo económico del Ministerio de Cultura para poder producirlo y lo conseguimos. Ese fondo es muy importante, pues nos permite rodar. Pero yo quería asegurar que la película tuviera todo lo necesario para realizarla bien, y para eso necesitamos una mayor inversión, pues no solamente vamos a grabar en el Perú, sino también en Portugal, México e Italia. Así que estamos terminando de reunir el financiamiento para empezar a rodar a fines de este año.
¿Cuál será el estilo de tu documental?
No será un documental tradicional biográfico, como los que acostumbramos a ver. No veremos a Silvia sentada, contando su historia. Tendrá un corte poético y nos permitirá acercarnos a esa conexión mágica o esotérica que tiene la artista con la piedra. De ahí viene el nombre de mi documental: “Lítica”.
Antes de ser directora, has trabajado en diferentes posiciones, como guionista o directora de arte, por ejemplo. ¿Qué te han aportado esas experiencias?
Yo siempre les digo a mis amigos que soy un poco curiosa. Me gusta probar de todo, no me gusta quedarme con las ganas de conocer otras experiencias, otros puntos de vista y los flujos de trabajo en cada una de las áreas del cine. Por supuesto, a algunas les tengo muchísimo respeto y no pienso experimentar ahí; por ejemplo, en sonido y fotografía. Para mí, eso es ciencia pura. He trabajado como productora de arte, como asistente de arte, ambientadora... pero, desde que estudiaba en la Universidad, mi carrera se ha enfocado hacia la dirección de arte, y he asumido puestos altos desde muy joven en ese rubro. En el 2019 decidí apostar por la dirección, porque me di cuenta de que, como directora de arte, no solo me ocupo de la propuesta visual y estética, sino que me importa mucho cómo se cuenta la historia desde las imágenes, desde las formas, desde los colores. Yo siempre he propuesto planos, he intervenido en la planificación de una locación, siempre me he involucrado muchísimo en la dirección. Así que la dirección general de una producción se dio de una manera natural.
¿Podrías comentar en qué consiste la dirección de arte?
Consiste en el diseño y la creación del universo dentro de cada encuadre y de todo lo que ves en la pantalla, como el color, los volúmenes, las texturas, el estilo y el estado de los materiales. Es toda la propuesta estética de la producción. Es una labor que se comparte con la dirección de fotografía. Yo no sabía que existía la rama de la dirección artística hasta que, mientras trabajaba en una obra de teatro para el Círculo de Artes Escénicas (CAE) de la Universidad de Lima, con Carlos Delgado, él me explicó que yo no solo hacía diseño escenográfico, sino que me involucraba con todos los detalles y que eso era dirección artística. Desde entonces me llamó mucho la atención esta especialidad y llevé diferentes cursos al respecto. Uno con Augusto Tamayo, que es mi mentor en este proceso. Luego, cuando estaba en el tercer año de la carrera, me propusieron hacer la dirección de arte de mi primera película –Sueños de gloria, dirigida por Zacarías Gómez–, siendo yo muy joven. Fue en el teatro donde empecé a formarme en la escenografía, el diseño de vestuario, y eso lo extrapolé a lo audiovisual.
¿Cuáles fueron esas primeras obras de teatro en las que trabajaste?
Se dieron en la Universidad de Lima. Fueron Sala de embarque y La casa de Bernarda Alba, en la que yo asumí la dirección. Fue una obra muy bonita. Conseguimos el auspicio de la Embajada de España, combinamos la actuación con el baile flamenco y con lo audiovisual. Creo que ahí empecé a reconocer mis ganas de trabajar en dos ramas: dirección de arte y dirección de cine.
¿Podrías comentar los detalles más importantes para ti sobre las películas en las que has participado?
Empecé en la película Sueños de gloria, que grabamos en Lima y Trujillo, y era sobre la marinera. Ahí, la dirección de arte me pareció fascinante. Tuve la oportunidad de realizar un trabajo de investigación profundo y muy interesante, en el que descubrí que la marinera se baila en todo el Perú y que en cada zona tiene un vestuario y un modo de bailarse muy particular. En la sierra y selva, incluso, existen diversos tipos de marinera. Cada proyecto demanda una investigación única e irrepetible, es como renacer en cada proyecto y aprender todo desde cero. He trabajado con Jesús Álvarez, mi socio, en dos películas que él dirigió: Me haces bien y Sobredosis de amor. Él es director y productor. La primera es una historia coral donde yo quería empezar a probar cómo el color y el diseño del vestuario podrían ayudar al público a conocer la transformación narrativa de los personajes. Me gusta experimentar cosas diferentes en cada filme. Sobredosis de amor es una comedia romántica en la que quería que también el color permitiera descubrir la relación entre los personajes, una relación que a simple vista no se veía. Luego me dediqué a la producción ejecutiva de proyectos y recientemente he terminado una cinta como directora de arte, que se llama Silvia y fue liderada por un director de Nueva York, llamado Mav Block.
¿Cómo ha sido tu trabajo en esta última producción?
Es una película muy conceptual, experimental, que le ha dado prioridad al arte de una manera que nunca había visto antes. Se ha construido cada encuadre pensando en el diseño. Ha sido una experiencia muy rica. Las escenas se grabaron en Lima, en la playa La Quebrada. Hay una sola locación, pero esta se va transformando simbólicamente. Ha sido un viaje visual y emocional muy bello. Esta película se verá en festivales y nuestra idea es estrenarla en el Festival de Locarno, en Suiza.
También fuiste directora y guionista en El síndrome del corazón roto…
Así es. Ese cortometraje me hizo lanzarme a la piscina en la dirección. Lo hicimos con el Centro de Creación Audiovisual (Crea) de la Universidad de Lima y con mi productora, Serendipia, en el 2019. La pandemia detuvo el proceso y lo lanzamos en julio del 2021. Fue muy gratificante. Para esta primera experiencia en dirección, quería contar con un equipo muy cercano a mí, de manera que trabajé con gente que yo admiro y respeto mucho, tanto a nivel personal como laboral. Me refiero no solo al equipo técnico, sino también a los actores, a quienes conozco de otros proyectos y apostaron por mí. Así que estoy muy agradecida con el corto, el cual acaba de ganar en el Love Wins Film Festival en Nueva York.
¿Cómo así creaste Serendipia y qué trabajos has realizado con esta productora?
Serendipia nació en el 2017, de la relación laboral con Jesús Álvarez, mi socio. Él ha sido director de muchas películas en las que yo he sido directora de arte, pero nos conocimos en otro escenario, en el rodaje de El candidato, de Álvaro Velarde. Serendipia nació para gestar y producir obras de teatro y eventos, pero siempre con las ganas de hacer cine, lo cual es muy difícil en el Perú. Este año, a la par de “Lítica”, hemos terminado el rodaje de nuestra película Un retiro para enamorarse, que es una coproducción española-peruana. Y estamos a punto de empezar otra cinta que se llama “Coco y Emma”, basada en una obra de teatro que hicimos sobre amigos imaginarios y que toca el tema del Alzheimer en niños. También hemos realizado videos institucionales o eventos como el Viva México. Hemos producido en varios teatros en Lima, pero lo que más nos mueve y nos apasiona es el cine.
¿Sientes que para hacer cine en el Perú hay que ser emprendedor también?
Sí, es así. De hecho, eso es algo que puedo agradecer a la Universidad de Lima, porque me formó también en ese sentido. Hay muchas escuelas de cine y universidades que tienen la carrera de Comunicación Audiovisual, pero se centran en el lado artístico. En cambio, la Universidad de Lima te empuja a ser artista y gestor. No nos podemos limitar al lado artístico, es muy importante ocuparse del negocio también. Yo sí creo que se puede vivir del cine… pero es agotador. Creo que es necesario asociarnos con otras productoras, estrechar lazos con otras personas que ven también la parte del negocio, para salir adelante, juntos.
¿De qué manera te han ayudado los cursos de guion y dramaturgia que has llevado en distintos lugares?
Me han servido mucho. Desde antes de hacer dirección, me gustaba analizar los textos, conocer la esencia de la historia sobre la cual iba a trabajar. Por eso llevé cursos con Mariana de Althaus y con Francisco Lumerman, e incluso cursos de actuación. Me gusta experimentar el quehacer de las personas que trabajan a mi alrededor.
¿Qué recuerdos guardas de tus épocas de estudiante en la Universidad de Lima?
Esa fue una época hermosa, conocí gente con la que sigo compartiendo ahora, a nivel profesional y personal. Me gustó mucho estar en el CAE y participar en actividades extracurriculares, porque eso me llevó a tener experiencias profesionales antes de salir de la Universidad, me llevó a crear mis propios proyectos y a sacarlos adelante de la mejor forma. Sigo compartiendo mucho con los profesores de la Carrera, siempre nos mantenemos en contacto. En Comunicación hay un ambiente muy amigable y muy horizontal. Se mantiene un equilibrio entre arte y gestión, como comenté anteriormente, lo cual agradezco muchísimo.