Con la camiseta Ulima bien puesta

Flavio Vargas forma parte de ese equipo de personas amables que trabajan en la Biblioteca de la Universidad de Lima, siempre atentas a cualquier pedido de orientación y cargadas de recuerdos que incluyen a generaciones de estudiantes y docentes.

Lo que pocos saben es que Flavio, además de tener más de 40 años de servicio entre libros, es un campeón en golf, deporte que aprendió a los 12 años, con tan solo mirar, y que ahora le permite cosechar triunfos.

¿Cómo empezaste a jugar golf?
Aprendí mirando y escuchando a un profesor argentino, sin necesidad de tomar clases. Fui su asistente cuando tenía 12 años, observaba las clases que daba a sus alumnos, así aprendí. En 1975 tuve la oportunidad de jugar en la cancha de Los Inkas Golf Club, jugué por un tiempo, pero luego dejé el golf y volví recién en el 2010.

¿Qué te animó a volver?
Me animó un amigo que en ese tiempo era presidente del Club San Bartolo e hizo un campo de golf allí. Es una cancha pública de la Federación Peruana de Golf. Ahí empecé a concursar también. El año en que volví a practicar, después de 35 años, participé en tres campeonatos, en la categoría de principiantes. Gané todos los campeonatos en mi categoría y también el ranking nacional, así que me pasaron a un nivel mayor, donde también gané, y así seguí ascendiendo. He participado en el campeonato de Trujillo, donde empaté en el primer lugar.

¿Cómo es tu entrenamiento?
Troto bastante y practico el golf los lunes, saliendo del trabajo, por un par de horas. Al año, por lo menos, me inscribo en tres torneos que la Federación organiza, y eso me da la posibilidad de jugar por la Copa de Oro, que es a fin de año, entre clubes.

¿Representas al San Bartolo?
No, el club no participa, yo refuerzo a otros clubes. Este año está confirmada mi participación en la Copa de Oro por el Club Los Andes de Chaclacayo, por ejemplo.

¿Qué se necesita para destacar en el golf?
El golf es un deporte de precisión, de toque, de sensibilidad y de distancia. Hay que ser preciso para dejar la pelota cerca del hoyo. No se trata de pegar simplemente. Aquí no gana el que lanza más lejos, sino el que da menos golpes en una vuelta de 18 hoyos. En el Perú no se practica mucho este deporte, pero la gente debería saber que para aprender los fundamentos no se necesita un campo de golf grande, sino un espacio de 500 metros cuadrados. Para jugar, sí necesitas más espacio. Ya tengo mi edad, estoy por la sexta década, pero todavía juego con jóvenes, gracias a la técnica que domino, no a la fuerza. Mi plan es pasar a la categoría sénior después de que me jubile.

¿Cuál dirías que es el secreto para verse tan bien a tu edad?
Como trabajo en la Biblioteca, siempre digo que los libros me mantienen joven [risas]. El deporte, por supuesto, ayuda mucho. Antes trotaba con mis hijos, yo me adelantaba y ellos me seguían; ahora yo los sigo a ellos. A veces juego fútbol, pero el golf es mi pasión.

¿Quién te apoyó para que empezaras a practicar golf?
Éramos nueve hermanos, y, además del colegio, yo aprovechaba para hacer cachuelos y ayudar a mi familia, así llegué a ser un caddy. Pero también montaba caballos, a los 9 o 10 años. Apoyaba, llevando a los caballos de las caballerizas al campo. Después aprendí a montar y los hacía correr, para que estén preparados para las carreras. Pero empecé a crecer, subí de peso y tuve que buscar otro lugar donde cachuelear, y así empecé en el golf, como caddy. Más adelante entré en la Universidad de Lima. Dicho sea de paso, me siento muy orgulloso de trabajar en una institución como esta, que forma profesionales de calidad. En los campeonatos siempre me encuentro con ex alumnos que ahora son ejecutivos, y hablan muy bien de la Universidad.

¿Te reconocen los ex alumnos?
Sí, siempre. Una vez, en pleno juego, un jugador me estaba pasando la voz, pero yo no sabía que era a mí y él no se acordaba de mi nombre; entonces me dijo “Biblioteca”, y nos saludamos con mucho cariño, conversamos un rato, eso me alegró. He vivido muchas experiencias en la Ulima. Conocí al doctor Antonio Pinilla, a él le gustaba mucho la música, compartía con los colaboradores, tocaba el cajón. También recuerdo a los rectores Desiderio Blanco e Ilse Wisotzki. Conozco al doctor Óscar Quezada, que es el actual rector, desde que era un estudiante.

También representas a la Universidad de Lima como golfista...
La Ulima participa en algunos torneos de golf, en los cuales la represento. Hemos quedado en los primeros puestos, con el profesor Fernando Parodi. Jugamos con el polo de la Universidad y participamos en los torneos corporativos, donde van diferentes empresas. En todos los torneos me presento como Flavio Vargas, de la Universidad de Lima, y ya me conocen. A veces me preguntan sobre las carreras que se dictan, y yo les respondo al respecto. Algunos me dicen que van a enviar a sus hijos a estudiar a la Ulima y, verdaderamente, después se me acercan los chicos en la Biblioteca y me dicen: “Mi papá te manda saludos”. El año pasado jugué por la Universidad y quedé en tercer puesto, pero solo premian a los dos primeros puestos. Luego sortearon un pasaje para viajar a Miami entre los siguientes puestos, y tuve la suerte de ganar. Me sentí muy contento y he separado mi pasaje para viajar más adelante.