La literatura sobre pandemias y contagios zombis se menciona hoy más que nunca en los medios de comunicación. Quizá esto se deba a que nos aproxima a realidades ficticias, pero similares a la nuestra, y ello nos permite procesar lo que estamos viviendo; tal vez solo se trate de un gusto masoquista.
José Güich, escritor y docente de la Universidad de Lima, comenta sobre estos textos de temática posapocalíptica, comparte qué está leyendo en estos tiempos de pandemia, y nos cuenta que está entregado a escribir acerca de la sensación de encierro.
¿Qué podría comentar sobre el creciente interés que hay entre los lectores por la literatura relacionada con pandemias?
Era previsible que hubiera un creciente interés por este tipo de lectura. El circuito de e-books y otros soportes están difundiendo mucho estas obras. Dentro de estas, uno de los temas que concita mucho interés, sin duda, es la gran peste negra del siglo XIV. Albert Camus escribió una maravillosa novela al respecto, La peste, que es quizá la mejor obra de este escritor francés. Este título es una de las grandes referencias a esta enfermedad; es un libro altamente alegórico, en el que se narran las peripecias de un grupo de personajes asolados por la epidemia. Camus describe la peste como alegoría de la destrucción, como símbolo del nazismo, el totalitarismo, el fanatismo, que siempre acechan al ser humano. Al terminar la peste, la ciudad vuelve a ser feliz, pero la peste nunca desaparece porque los humanos caemos fácilmente en esos pozos. Por otro lado, yo he empezado a releer en esta época a Richard Matheson, estadounidense, gran representante de la ciencia ficción.
¿Qué está leyendo de Matheson?
Soy leyenda, novela que escribió en 1954 y creo que es lo mejor que ha escrito Matheson. Trata de una epidemia que convierte a los seres humanos en vampiros. El personaje principal no sabe si hay otras personas sanas, como él, y lucha todos los días por sobrevivir porque los vampiros lo acechan. Es un texto muy dramático; como novela es fabulosa, muy intensa, fuerte y cruda. Fue llevada al cine dos veces: la primera versión fue protagonizada por Vicent Price; la segunda ⎯más conocida⎯ tuvo como protagonista a William Smith. En mi opinión, la primera película refleja mejor la novela, en tanto que la segunda tiene muchos efectos especiales. Otra novela que me gusta mucho es La amenaza de Andrómeda, de Michael Crichton, el autor de Jurassic Park. En ese caso, la epidemia viene del espacio y causa una hemorragia. Estas son solo algunas de las novelas más representativas de la literatura que describen grandes pandemias. Ahora, con el espíritu emprendedor de muchos cineastas, seguro la pandemia de la COVID-19 forjará un nuevo imaginario en las películas y series de televisión. Imagino que también pasa lo mismo en el Perú. Sin duda, esta pandemia se convertirá en un elemento detonante de muchas historias, y es natural porque nos ha golpeado a todos y nos ha dejado anonadados.
¿Usted se ha animado a escribir durante la cuarentena?
Me han pedido un cuento para una antología que se va a publicar en versión virtual y, si tenemos suerte, en físico también. Me toca entregarlo a fines de agosto y trata sobre la sensación de encierro y lo que eso conlleva. Personalmente, me hizo bien que este gran amigo y crítico me pidiera este cuento porque me obligó a repensarme.
¿Recuerda a algún autor peruano que haya escrito sobre escenarios posapocalípticos?
Ahí hay algo curioso, pues, a lo mejor, el primer cuento del siglo XX sobre una pandemia es "Los caynas", de César Vallejo. Es muy interesante, es una suerte de anticipación a la serie El planeta de los simios. Trata de un personaje que vuelve a su pueblo y descubre que una epidemia ha provocado que todos se conviertan en primates. Esta afección ha recaído también sobre su familia y no se sabe si la enfermedad va a extenderse o a focalizarse en un pueblo. César Vallejo fue un gran narrador, aparte de un excelso poeta. El cuento mencionado está incluido en la antología Universos en expansión, que yo edité y que la Universidad de Lima publicó.
¿Cree que leer este tipo de tramas en la literatura nos ayuda a procesar lo que estamos viviendo?
Claro que sí. La literatura siempre ayuda a canalizar inquietudes, grandes impresiones y traumas. Es muy liberadora y genera una catarsis, en el sentido que le daban los griegos, de enfrentamiento con el mal y de una comprensión no totalizadora, sino una aproximación a la naturaleza del mal y una adaptación al contexto, que facilita la búsqueda de un sentido para lo que ocurre. La literatura es un instrumento fundamental y creo que nos puede ayudar en situaciones como esta a crecer y a sobrellevar la carga que afrontamos. Felizmente, tenemos los libros.
¿Podría ofrecer algunas recomendaciones de autores y de libros para este momento, no necesariamente posapocalípticos?
Hay una gran oferta en plataforma de e-books que se puede aprovechar. Yo recomendaría leer poesía. Por otro lado, los autores clásicos nos ayudarían sobrellevar muy bien el momento. Podemos recurrir a Miguel de Cervantes y Dante Alighieri o a los grandes novelistas del siglo XIX, como León Tolstoi, Stendhal y Fiódor Dostoyevski. Y, entre los peruanos, recomendaría al maestro Julio Ramón Ribeyro, que en este momento sería un deleite. Los que quieran ser masoquistas pueden leer Soy leyenda o La amenaza de Andrómeda. Creo que la gente puede estar buscando obras que ayuden a entender qué ocurre, pero también otro tipo de trabajos que nos instalen en una dimensión un poco más evasiva.
¿Cree que la literatura que venga estará muy influida por las marcas de la pandemia?
Sí, lo creo porque es un gran trauma a nivel global. Todos atravesamos el mismo problema y lo procesamos sin darnos cuenta. Llegará un momento en que debamos darle un sentido, pues no creo que nos adaptemos del todo. Estamos siendo sacudidos, golpeados y de todo esto creo que debería surgir una lección. Ocurrió algo muy importante con Boris Johnson, el primer ministro británico. Él era un convencido de que no debía haber cuarentena ni restricciones porque el ciudadano es libre y el Estado no debía imponerle nada. Él es liberal e individualista, además de un seguidor de Margaret Thatcher, que fue primera ministra británica hasta 1990, la quintaesencia del pensamiento liberal.
Pero Johnson se enfermó…
Así es: cayó en la primera generación de afectados por la COVID-19… Cuando los médicos lo salvaron, aún demacrado y débil, les dijo a los periodistas más o menos lo siguiente: “La sociedad existe. No somos individuos aislados protegiendo nuestros intereses y nada más”. La verdad, no se puede negar que hay redes sociales humanitarias, que hay una necesidad de velar por otros, cosa que el liberalismo extremo niega; pero esa frase de Johnson cambió la forma de pensar de mucha gente, incluyéndome a mí. Cuando él cayó enfermo, no me alegré, evidentemente, pero pensé que era la consecuencia de sus actos, y ahora Boris Johnson es un convencido de que esto no se superará si no es como un colectivo profundamente solidario, mediante la consideración y la compasión por el otro. Esa es la clave: la compasión y nuestra capacidad de conmovernos, de sentir el dolor y la pérdida del otro como propios.