El abogado de la construcción

Después de terminar la Carrera de Derecho en la Universidad de Lima, Francisco Osores ingresó a practicar en una empresa inmobiliaria. Rápidamente, le sedujo este rubro. La experiencia de ver una obra desde sus inicios, y luego a las personas cumpliendo el sueño de adquirirla, es una motivación para él. Nunca vio su trabajo únicamente como un negocio, sino como la oportunidad de darle a una familia la tranquilidad de vivir en un lugar seguro. 

Actualmente, es el director ejecutivo de la inmobiliaria La Venturosa y, desde el 1 de junio del 2015, comparte esta labor con la presidencia de la Cámara Peruana de la Construcción (Capeco). Vive su trabajo con pasión y responsabilidad y ahora se da un tiempo (que es lo que menos tiene) para compartir su experiencia con la comunidad universitaria.

¿Cómo es un día en la vida ocupada de Francisco Osores?
Todos mis días son muy diferentes, en realidad. En Capeco tenemos tres agendas macro. Por un lado, la institución cumple una tarea educativa, que canalizamos a través del Instituto Capeco, que tiene un poco más de 4.000 alumnos y que ahora tratamos de ampliar a provincias para ofrecer una mejor instrucción técnica a los trabajadores de la construcción. Por otro lado, busca crear una agenda en el país sobre políticas de Estado, por eso trabajamos en los lineamientos básicos que el país requiere en materia de construcción y ordenamiento de ciudades, de aquí a 20 años y también para los próximos cinco años. Hemos compartido estos lineamientos con diferentes candidatos a la presidencia para buscar políticas de continuidad. Y el tercer tema que trabaja Capeco es la actividad gremial, que incluye la organización de ferias, capacitaciones, eventos y la ayuda que se da a los asociados frente a cualquier dificultad que puedan tener.

¿Podría comentar algunas de las ideas que han presentado a los candidatos presidenciales?
Una de ellas es que para los próximos 20 años se requiere no menos de 2 millones de viviendas en el país. Además, necesitamos planes de desarrollo urbanos para las 35 principales ciudades del país, bajar la brecha de infraestructura que hoy está cerca de los 60.000 millones y puede llegar hasta los 160.000 millones, si no diseñamos un plan para acortar esta brecha. Los temas de agua y desagüe, educación sanidad, transporte, los polos industriales, comerciales, la interconectividad entre ciudades… todo recae, finalmente, en infraestructura. Hemos elaborado una agenda muy completa, con miras a tratar de colocar al Perú entre los países desarrollados. También tenemos que intentar bajar la brecha de vivienda, creemos que se deben construir entre 120.000 y 150.000 viviendas formales al año. En el mejor momento, probablemente estuvimos en 40.000 viviendas formales, en el 2011.

¿Y ahora cuántas viviendas formales se construyen al año?
El año pasado, la cifra ha estado cerca de las 22.000 a 23.000. La demanda insatisfecha de vivienda es, probablemente, de 1.800.000. La velocidad con la que se crean hogares nos obliga a construir no menos de 120.000 a 150.000 viviendas para reducir la brecha y cubrir muchos años en los cuales la construcción de viviendas y de infraestructura en el país ha crecido a un paso lento.

Un problema grave para nuestro país, y otros países, es que con el nivel de construcción que se requiere se consumen las áreas verdes.
Hemos estudiado mucho este tema. El déficit de áreas verdes se da, sobre todo, como producto de las invasiones. El 70% de las construcciones son informales y provienen de lo que fueron barrios urbano marginales, que terminaron siendo absorbidos por la ciudad. Hoy esos barrios tienen pistas y veredas, pero la zona Lima Norte y Lima Sur fueron invasiones, donde no se respetaron los mínimos niveles de áreas verdes requeridos. En las zonas que crecieron formalmente, el porcentaje de áreas verdes es mayor al mínimo que establece la Organización Mundial de la Salud. Lima posee 2 metros cuadrados de área verde por habitante, cuando debería tener 8 metros cuadrados por habitante. En otros países se ha trabajado mucho el llamado retranque por altura, es decir, en las zonas urbanas se permite menos ocupación del terreno total, a cambio de mayor altura, a cambio de dejar verde esa área en la cual uno se retira. Por eso, si vas a ciudades como Santiago de Chile o Bogotá, verás que los edificios tienen más altura, pero también verás más área verde. En Lima se tiende a ocupar todo el terreno y no dejar áreas verdes, con la idea de defender la residencialidad.

Ahora que los precios de las viviendas y las oficinas se ha estancado, incluso bajado ligeramente, ¿cómo ve el futuro del mercado inmobiliario?
El tema inmobiliario es interesante. Casi toda la oferta inmobiliaria, con excepción de algunos sitios puntuales, ha tenido un aumento de 3% a 5% en el 2015, pero si conviertes ese monto a dólares, obtendrás una caída de 6%, debido a la diferencia cambiaría. Este año, los precios deben crecer como en 3%. Creemos que es una extraordinaria oportunidad para comprar, porque los precios se han mantenido relativamente estables en comparación con los últimos años y, como un crédito hipotecario se fija a largo plazo, esta puede ser una extraordinaria oportunidad de comprar, ya que la casa no va a perder valor en el tiempo.

En el plano personal, ¿desde que empezó a estudiar Derecho, sabía usted que se especializaría en el tema inmobiliario?
Cuando empecé a estudiar Derecho, me encantaba el Derecho Comercial y Empresarial, me fascinaban esos cursos. Pero comencé a practicar en el área legal de una constructora y me encantó el tema de obras. La construcción es muy interesante, porque tiene un componente social. El trabajo que uno realiza tiene un impacto positivo en la sociedad, no solo por el trabajo que se genera para muchas personas, sino además porque lo adquiere una persona que hace un tremendo sacrificio por pagar ese inmueble, sin importar el estrato social del que provenga, siempre es un sacrificio y, al mismo tiempo, una seguridad para una familia.

¿Cómo entró al tema inmobiliario?
Mi papá es abogado, especialista en derecho agrícola. En algún momento, muchos de sus clientes le pagaban con tierras y él terminaba cobrando sus honorarios recién cuando sus clientes urbanizaban o vendían las tierras que habían recuperado de la reforma agraria. En el 97, yo ya venía trabajando en el tema inmobiliario y se nos ocurrió intentar urbanizar algunos de los terrenos que le habían dado a mi papá como parte de pago, y así empezamos a trabajar en habilitaciones urbanas y luego compramos nuestros propios terrenos.

¿Qué recuerdos guarda de la Universidad de Lima?
Buenísimos. Es mi alma mater, le tengo un cariño tremendo, aprendí tanto ahí, de la mano de grandes profesores. También tengo excelentes amigos, a muchos de ellos los sigo viendo. Hace poco me tocó hacer una presentación en el auditorio y me sentí más nervioso que en otras ocasiones (risas), porque siempre me tocaba ver a los gurús que exponían ahí, así que en ese momento sentí que la valla era muy alta. Sin duda, la Universidad me dio las herramientas necesarias para tomar las decisiones adecuadas en mi vida profesional.