La cineasta Rocío Lladó disfruta muchísimo de hacer películas de época, como La amante del Libertador, que se estrenó en 2014 y se ha proyectado muchas veces desde entonces, especialmente este año en el que se celebra el bicentenario de nuestra Independencia.
Actualmente está enfocada en la organización de conversatorios a partir de esta película, el último de los cuales será el 13 de agosto. También está ocupada en otra película que está haciendo, ambientada hace doscientos años: La toma del Real Felipe, que espera estrenar en 2023.
Rocío estudió Comunicación en la Universidad de Lima. Ha dirigido videos históricos para el Museo Metropolitano de Lima, ha producido la serie internacional Searching for El Dorado y produjo y dirigió el largometraje Vidas paralelas, que ganó una mención honrosa en el SLAFF (Sydney Latin American Film Festival). Fue reconocida como mejor directora de cine en los Premios Luces del diario El Comercio y fue premiada por el Congreso de la República por su trayectoria. Ahora se da un tiempo para compartir su experiencia con el filme La amante del Libertador.
¿Cuál es la historia de tu película La amante del Libertador?
La película se estrenó en cines en el 2014 y en estos siete años ha tenido varios estrenos: en Estados Unidos, en España y ha estado en festivales, centros culturales. Todos los años ha tenido presentaciones. La última vez se proyectó el 28 de julio, a las dos de la tarde, por América Televisión, y fue uno de los programas más vistos por señal abierta en ese horario; pero también se puede ver en plataformas como Movistar Play y Nexus.
Además de haber dirigido, escribiste el guion, ¿cierto?
Sí, y me encargué de la producción junto con otra persona. Incluso actué en un papel pequeño. La película trata de una mujer que quiere salvar una casona para que sea declarada monumento histórico. En ese proceso, se interesa por su historia y encuentra el diario de una mujer llamada Teresa que vivió allí entre 1820 y 1821. Descubre que ella luchó por la independencia y se siente identificada con ella, como si fuera su propia vida anterior. La película empieza en el presente, va al pasado y vuelve muchas veces para que se entienda la idea o como para terminar lo que dejó pendiente. Hay cinco actores que trabajan tanto en el presente como en el pasado. Claro, para ellos ha sido un reto encargarse de dos papeles a la vez.
¿Qué te impulsó a una realizar un largometraje así?
A mí me gusta mucho la historia y los lugares antiguos, y cuando estoy en uno me pregunto quién pudo estar ahí antes, qué cosas pasaron en ese lugar, qué historias guardan sus paredes. Anteriormente, tuve una experiencia similar al hacer un documental, La leyenda de la Casa Matusita.
¿Qué complejidades implica hacer una película de época?
Varias, pero también es muy apasionante. Es muy importante asesorarse con expertos. A mí me asesoró sobre todo del doctor Teodoro Hampe, historiador, un buen amigo que lamentablemente ha fallecido. Me ayudó mucho, le hice muchas preguntas, como qué significaba vivir en esa época, cuáles eran las preocupaciones de las personas y sus anhelos. Luego, teniendo en cuenta específicamente a mis personajes, le consulté cosas muy cotidianas, como con qué frecuencia se bañaba la gente. Incluso cómo funcionaban los estratos sociales en esa época, que marcaban muchísimo la forma de comportarse de las personas y cómo se dirigían al otro. Asumí como un primer reto el conocer la cotidianidad de esa época. Pero, finalmente, lo que de verdad importa es plasmarlo todo en una historia y una puesta en escena que resulte creíble y natural. Conseguir eso no es fácil.
¿Qué otros desafíos has superado en el camino?
Una de las dificultades fue conseguir locaciones de la época. Las tenemos, pero no todas están en buen estado ni bien restauradas. Eso es algo que aprendí en el momento. Las personas que sabían del tema decían “Esto no es así” o “Algo no coincide”. No teníamos muchas locaciones para escoger, porque mis personajes eran de una situación económica acomodada, de modo que sus casas debían lucir muy bien. Otro tema en el que nos debimos fijar fue en los rasgos físicos, porque en esa época todavía no había inmigración japonesa ni china, lo que me exigía ser muy clara inclusive para escoger a los extras. Además, una exigencia mía fue que los actores mostraran cabellos, barbas y bigotes naturales. La decisión de usar postizos yo la respeto, pero no me gusta, porque la cámara de cine es hasta cierto punto indiscreta con las tomas muy cercanas.
¿Cómo le ha ido a la película en todo este tiempo?
Bien. Lo interesante es que ha tenido acceso a diferentes públicos. Cuando fuimos a España, gracias a un premio del Ministerio de Cultura que nos permitió estrenar allá, realizamos varios conversatorios. Uno fue en Madrid, en la Casa de América, y recuerdo que las personas dijeron “Tan malos hemos sido” o cosas por el estilo. Cuando fuimos a Barcelona, una señora peruana que no volvía al país hacía veinte años nos agradeció por llevarle, aunque sea por un momento, el canto de los cuculíes, que son aves típicas de Lima. Trabajamos muchísimo en la banda sonora para que pudiera representar muy bien la época y el lugar, y esta señora lo percibió. Fue como un regalo para ella, me pareció genial. Un ejemplo totalmente distinto fue una exhibición en un colegio de primaria de Carabayllo. Empezó la función, de pronto detuvieron la película y la profesora del colegio les hizo preguntas a los niños, como por qué luchaban los personajes, y los niños contestaron “Por la libertad”, por ejemplo. El que respondía recibía una bolsa con canchita. Me pareció muy original su manera de ver la película. Hubo un público totalmente distinto cuando se exhibió en el Cine Club del Banco Central de Reserva. Allí van muchas personas mayores de la Lima tradicional, y la conversación se centró en las locaciones y las costumbres más que en el argumento. Y este año se dio otra experiencia interesante en la Universidad Nacional de Trujillo. Hubo una charla con tres historiadoras y conmigo para tratar el tema de la mujer durante la Independencia a partir de la película. Me pareció muy interesante.
¿Cómo fueron los conversatorios “Cine del bicentenario”, organizados este año con motivo de tu película?
Hemos tenido dos conversatorios. La idea ha sido fomentar el consumo de la película mediante otras actividades. El primero fue el 25 de junio y contó con la presencia de tres actrices: Katerina D’Onofrio, Wendy Vásquez y Lelé Guillén. Trató sobre la manera en que se trabaja un papel de época. Se habló, por ejemplo, de la ropa y cómo esta condiciona cierta actitud o cierto tipo de movimientos. Y no nos referimos únicamente a la ropa exterior, sino también a la interior, porque en aquellos tiempos se usaban muchas enaguas que no utilizamos ahora. También abordamos las costumbres de la época. El segundo conversatorio fue el 9 de julio, acerca de cómo se hace una película de época. Allí contamos con una exalumna de la Universidad de Lima, Rosa María Oliart, una de las mejores sonidistas del país. Ella comentó sobre su trabajo en la película. Estuvieron también Emilio Montero, quien es director de arte y se refirió al arte y al vestuario, y Luis Martín Bogdanovich, arquitecto especializado en historia del arte y uno de los asesores de La amante del Libertador. Resultó una actividad bastante interesante y didáctica. El tercer conversatorio será el 13 de agosto a las ocho de la noche, y hablaremos sobre lo que hizo la gente común por la Independencia. Además del personaje de Teresa, en la película vemos personas que cosen uniformes patriotas, donan joyas y hacen otras cosas para ayudar a las tropas libertadoras. Participarán dos historiadores: Mariana Mould de Pease y Arnaldo Mera.
¿El siguiente conversatorio va a ser abierto al público?
Sí, se podrá ver en la fanpage de mi empresa productora, y en el canal de la empresa están los conversatorios completos.
¿Actualmente trabajas en otro proyecto?
Sí. Se titula La toma del Real Felipe. Ya cuento con una parte del elenco y el equipo técnico. Tengo un coproductor en Argentina, quien también va a elegir actores y jefes de área, y quiero contar con otro coproductor más. Ya hay una empresa distribuidora y un agente de ventas internacional que están interesados, y tenemos el apoyo del Gobierno Regional del Callao y de Prolima. Es una película sobre un hecho que ocurrió entre diciembre de 1824 y enero de 1826, justo después de la batalla de Ayacucho. Pienso que se podría estrenar a inicios del 2023.
¿Qué te pareció estudiar en la Universidad de Lima?
Una maravilla. Tuve excelentes profesores y, por tanto, cursos geniales. Creo que mi formación ha sido buenísima, muy completa, sobre todo en temas sociales, económicos, artísticos y de la propia carrera. Los cursos sobre lengua, semiótica y otras disciplinas me dieron muchas herramientas para alcanzar un buen desempeño. Yo hago cámara y edito, lo que me encanta, pero más allá de lo técnico está la visión integral del proyecto, que se desarrolla gracias a la Universidad. Además, yo estuve todo el tiempo en el grupo de teatro de la Universidad, eso fue fantástico y complementó muy bien mi carrera. Recuerdo con mucho cariño a todos mis profesores, quienes eran muy exigentes, lo cual es genial porque eso te plantea retos.