Colmillo Blanco, editorial fundada en 1986 por el escritor y docente Jorge Eslava, volvió a la vida de la mano de Ángela Arce, egresada de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima.
A un año de su primer lanzamiento, Fragmentos de una alabanza inconclusa, libro póstumo de Eduardo Chirinos, la editora nos habla acerca de cómo fue encontrando su camino en el mundo literario y cómo su nueva apuesta viene insertándose con éxito en el circuito editorial local.
Cuando ingresaste a la Facultad, ¿intuías que terminarías dirigiendo una editorial?
Definitivamente no. Entré para Periodismo, porque tenía bastante claro que quería escribir. Luego me conecté con Audiovisual, ya que los cursos de esa rama también me gustan. Siempre tuve la disyuntiva de a cuál de las dos áreas dedicarme. Pero a la par conocí el Taller de Narrativa, que en ese entonces dirigía Jorge Eslava, y allí mi desarrollo se dio de una forma muy natural.
¿Por qué decidiste tener una editorial propia?
Fue un proceso un poco doloroso. Tuve experiencias editoriales que comenzaron bien, pero en las que me terminé enfrentando a una pared que tenía que ver con el liderazgo administrativo de esas empresas. Muchos autores se quejaban con el equipo editorial por esos problemas relacionados más con el área administrativa. Tenía muchas ideas y una ética de trabajo que no calzaban con los canales que tenía disponibles. Luego, conversando con mi socio, Gabriel Arriaga, decidimos construir una nueva propuesta. Recordé a Jorge Eslava y conversé con él para traer de vuelta Colmillo Blanco, la editorial que él fundó. Se mostró muy entusiasmado, y desde allí todo fue viento en popa.
Desde afuera, la industria editorial parece un sector complicado…
No es el primer ejemplo de negocio exitoso que se te viene a la cabeza. Pero uno sabe en qué es bueno y qué le gusta. Somos parte de una generación que se ha formado pensando en que se debe trabajar en lo que nos atrae y no necesariamente pensar en la rentabilidad de nuestro oficio. Esa filosofía me acompañó bastante al momento de dedicarme a este rubro. Sigue siendo un desafío tremendo, especialmente porque el promedio de libros leídos al año por los peruanos es medio, ni siquiera uno entero. A pesar de eso, existe cierto interés por comprar e intentar leer los libros. Apuntamos a autores jóvenes que puedan atraer a gente fuera del circuito de lectores a los que uno se imagina con una copa de vino en la mano.
Otro reto fue hacerse cargo de una editorial con pasado. ¿Cómo lo manejaron?
Para nosotros ha sido una ventaja porque empezamos con una base de reputación bastante buena. También nos abrió muchas puertas, sobre todo para publicar a Eduardo Chirinos, quien era muy amigo de Jorge y es reconocido en el mundo literario. Además, nos ha permitido ingresar con cierta facilidad al circuito de librerías.
¿Qué se han permitido cambiar de Colmillo Blanco en esta nueva etapa?
El diseño en general. Renovamos el logo y le dimos importancia a nuestros perfiles de Facebook e Instagram. También distribuimos nuestros libros por delivery. Otra innovación es que Gabriel y yo trabajamos a la par. Hacemos todo de la mano y eso genera un balance en las decisiones. Y, por suerte, Jorge siempre está disponible para atender cualquier consulta y está involucrado en el sello de poesía. Esa fue una de las pocas condiciones que nos puso.
¿Qué has aprendido en el tiempo que llevas dirigiendo la editorial?
Algo positivo es que muchas personas experimentadas en el mundo editorial no te cierran las puertas ni te niegan consejos o conocimiento. En mi caso, recibí mucha ayuda de Leonardo Dolores, y en el de Gabriel, de Juan Miguel Marthans. Ambos nos apoyaron cuando no teníamos idea de qué hacer en ciertas situaciones. Muchas librerías poseen la misma actitud. Claro que también hay algunas que ni siquiera responden si están interesadas en distribuir tu libro.
¿La apuesta por el delivery tiene que ver con la poca disposición de algunas librerías?
Definitivamente fue una razón. Pero siempre tuvimos en mente que debíamos descentralizar la venta del libro. Estamos buscando entrar a cafés y a tiendas que se dediquen a la venta de todo tipo de artículos. Los libros pueden ser incluidos en casi cualquier establecimiento.
¿Hay algún formato que les gustaría publicar?
Nos gustaría publicar cómics en algún momento, pero implicaría otro presupuesto y una aproximación distinta a la corrección. Este año estamos sacando un libro infantil que será el primero de esta nueva etapa de Colmillo Blanco. También sacaremos libros de no ficción y crónicas. No estamos cerrados a ningún tipo de género, siempre y cuando el texto sea bueno.
Coméntanos acerca de los títulos que ya han publicado.
El primero fue el poemario de Eduardo Chirinos, que logramos publicar gracias a la disposición de su esposa, Jannine, a quien contactamos a través de Jorge. Ella nos comentó que Chirinos, antes de fallecer, había terminado una compilación de sus poemas, y estuvimos encantados de ayudar a sacarla a la luz. El siguiente fue Para Aitana, de Pía Arenas, una novela que me gustó mucho editar. Cuenta la historia de una chica que se redescubre tras encontrar unos escritos que había dejado su padre, quien había muerto diez años antes. Y nuestro último lanzamiento es Breves paseos por Marte, una colección de cuentos que muestran la mirada particular de su autor, José de la Peña, un escritor joven muy interesado en la exploración de la cotidianidad.
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