Licenciado de la Facultad de Comunicación, César Nieri es el autor de Extraño abril, un poemario que introduce a sus lectores a un mundo privado poblado por sucesos cotidianos y rituales familiares marcados por la nostalgia, el dolor, el deseo o la exaltación vital.
¿Cómo nace la necesidad de escribir poesía? ¿Es un acto intuitivo, emocional o de otra índole?
Fue una mezcla de varias cosas. Mi vínculo con el arte siempre se había dado de manera intuitiva a través del dibujo. Sin embargo, era consciente de que mi técnica no era lo suficientemente buena como para dedicarme a este arte de una forma profesional. Luego, mientras estudiaba Economía en la Universidad del Pacífico, se me venía a la mente todo tipo de imágenes surrealistas que no podía plasmar en el papel. Fue cuando comprendí que el lenguaje me permitía relatar o describir esas imágenes mentales, y que las palabras no eran un limitante. También recuerdo una clase de Lengua 1 en la que había que analizar un poema. Por esa época, mi prejuicio hacia la poesía era burlón. Así que cuando leí ese poema, pensé: yo también puedo hacer esto. Entonces me atreví a escribir poesía aunque, bueno, mis primeros intentos fueron lamentables y patéticos. En ese momento, aquello que menospreciaba se transformó en un reto creativo que me desafía hasta hoy. Luego ya me di cuenta de que la poesía era mi medio de expresión, el catalizador para esa personalidad hipersensible.
Para muchos, escribir es un acto confesional e íntimo. ¿Por qué la necesidad de publicar?
Decidí publicar mi primer libro porque sentí que era parte del oficio: un peldaño que había que pisar para continuar el camino. Y no me arrepiento, pues cada etapa del proceso me ha enseñado mucho. Uno escribe poemas, pero concebir un poemario es una sensación y un compromiso distinto que implica idear un concepto y darle una estructura a los textos.
¿Cuáles son los rasgos que destacarías del yo poético de Extraño abril?
Me satisfacen que su eje no tenga que ver nada con la temática amorosa y la sensación de que los poemas cuentan varias historias, generalmente cotidianas y urbanas, porque así es mi cotidianeidad. Cuando escribí esos versos, además, estaba en un período de reflexión sobre el significado de trabajar y su relación con la verdadera vocación. También me agrada que mis especulaciones espirituales de aquellos días hayan quedado retratadas. Me refiero a esas fijaciones por la vida que se extiende a través de distintas reencarnaciones y más allá de las limitaciones del cuerpo, por la conciencia del presente, y por el acercamiento hacia la muerte y su significado. En cuanto a la forma, me deja tranquilo la versatilidad del libro, que incluye poemas narrativos, otros muy breves, y algunos escritos con un registro plástico y hasta psicodélico. Incluso el último poema es una especie de juego interactivo en el que el lector es el encargado de terminar de escribir el texto a través de su interpretación y sensibilidad.
¿Cuán influyente ha sido la familia en la concepción de Extraño abril?
La familia tiene tanta influencia en mis poemas como en mi vida. Desde mi punto de vista, la composición de mi familia es más matriarcal que patriarcal, en la que los hombres han sido conducidos por las mujeres, aunque no de forma obvia, sino con la sutileza habitual del género femenino. Pasé gran parte de mi niñez viviendo en casa de mis abuelos maternos y para mí esos años estuvieron llenos de preguntas y una gran cuota de realidad distorsionada. En ese contexto, uno como niño inventa sus propias mitologías y leyendas para explicar su entorno. Sin embargo, en este libro me inclino más bien por la figura de mi abuelo paterno, a quien no conocí. Fue como llenar un vacío que me incomodaba, o un intento de comprenderme a mí mismo. Siempre me he preguntado de dónde provienen mis inquietudes artísticas y literarias, porque siento que algún equipaje genético debía haber. Luego, conversando con mi abuela paterna, descubrí que su esposo, mi abuelo, ya mostraba estas inclinaciones artísticas. Por eso, en Extraño abril me esforcé en inventar una génesis apócrifa de mi vocación mediante la creación de una historia donde nunca la hubo. Se trata, digamos, del peor tipo de nostalgia, esa que va de la mano con lo que nunca sucedió, pero que quisiéramos haber vivido.
¿Cuáles son las referencias con las que has dialogado a través de Extraño abril?
Pienso que mientras uno sea menos consciente de sus referentes, estos se entrelazan en el discurso con mayor espontaneidad y frescura. Es difícil este ejercicio de desenterrar referentes. Es como una arqueología complicada que deberíamos dejar en manos de un psicoanalista. Pero ahí vamos: en Extraño abril figura un poema titulado “Have you ever seen the lights?”, cuyos versos aluden a una canción de mi grupo favorito, The Killers. También son referencias muchos lugares, que van desde la casa de playa de una tía querida hasta las zonas aledañas al malecón de Miraflores o al Parque Kennedy. Asimismo, la televisión y la cultura pop son una gran influencia, aunque esto no sea evidente en el poemario. Y por momentos el libro tiene mucho de policial, un género que está presente en un poema que habla de la decadencia de ciertos cines limeños convertidos hoy en teatros de la pornografía.
¿Cuáles son tus poetas favoritos?
Mis preferencias van variando y esos cambios dependen de muchas cosas. Creo que hay poetas y escritores que encajan en ciertas situaciones o estados de ánimo. Si tuviera que dar un nombre, Jorge Eduardo Eielson siempre me acompañará. Por otra parte, me gustan los poetas narrativos, urbanos, los menos formales y los más intuitivos o espontáneos. No me interesa el artificio ni la arrogancia lírica. Lo que me fascina es sentir en el poema una herida abierta o una cicatriz que habla, que algo que desgarró a su autor también hace lo mismo con uno. Es como cuando conectas o no con una persona: puedes racionalizar o analizar ese lazo, pero la verdadera explicación de esa conexión siempre será un misterio.
Abandonaste Economía y pasaste a estudiar Comunicación en la Universidad de Lima. ¿Qué factores influyeron en esta decisión?
La primera razón fue el autodescubrimiento: entender cuáles eran mis aptitudes y analizar en qué podía aplicarlas. Pensé en estudiar Literatura, pero la idea nunca caló. Además, un amigo, el fotógrafo Cristias Rosas, insistía en que esta era la carrera que me convenía. Fue la decisión correcta porque entendí que cuando uno hace lo que le gusta, eso no significa un esfuerzo, sino una satisfacción. Del mismo modo, esta carrera nunca le puso un bozal a mi creatividad. Por el contrario, la alimentó a través de profesores que me inspiraron y apoyaron en la decisión de ser escritor. En la Universidad de Lima, escribir nunca fue un lastre, sino un valor agregado.
¿Cuáles son tus próximos pasos literarios?
Seguir escribiendo poesía como una bitácora emocional de mis días, aunque sin el objetivo inmediato de crear otro poemario. Ahora me interesa vivir otro proceso editorial pero desde la narrativa, ya que tengo listo el manuscrito de un libro de relatos. Luego quiero probar con una novela. Si bien los pasos pueden variar, el camino es claro: continuar escribiendo.