Yehude Simon Valcárcel ha heredado el nombre y la preocupación por las causas sociales de su padre. Licenciado de la Facultad de Comunicación, ha encontrado en la gestión del conocimiento, el diseño gráfico y la tecnología las herramientas para mejorar la calidad de vida de las personas. Su experiencia en la ONG Save the Children, en la ONG Prisma, en Foro Educativo —ONG dedicada a insertar los asuntos de la educación a través de las TIC— y en el proyecto Huascarán le ha servido para construir una destacada trayectoria profesional dedicada a entender la comunicación al servicio del desarrollo humano. Estudió una maestría en Internet y Comunicaciones en España. En la actualidad se desempeña como oficial de comunicaciones para América Latina y el Caribe del Programa de Agua y Saneamiento del Banco Mundial.
¿Por qué elegiste la Carrera de Comunicación?
Quería estudiar cine. De adolescente soñaba con tomar una cámara y contar una historia. Fue durante mis estudios en la Facultad donde descubrí que la comunicación para el desarrollo era la opción donde podían convivir mis intereses y preocupaciones personales con el mundo laboral. Progresivamente fui tomando conciencia de que podía tener un nicho importante en la convergencia entre comunicación del desarrollo, tecnologías de información y el área creativa. Además, la comunicación es un camino para diferenciarme de mi padre. Es una manera de trabajar desde otro espacio y con otro equipo para mejorar las condiciones de vida de las personas.
¿Tu padre influyó en tu interés por esta rama de la comunicación?
Los temas de la comunicación para el desarrollo guardan muchos paralelos con los valores que me inculcaron mis padres. Recuerdo los almuerzos familiares y las conversaciones sobre la importancia de pensar en el otro. En mi casa empezamos como familia a desarrollar una sensibilidad por toda persona que se encuentre en situación de desventaja. Posteriormente, con la detención de mi padre experimenté la injusticia y la impotencia en carne propia, y diría que ese momento crítico ahondó con más fuerza el proceso de sensibilización al que mis padres me introdujeron de pequeño. Para mí, la comunicación para el desarrollo tiene, además de conceptos, técnicas y estrategias, un fuerte carácter emotivo.
¿Cuál fue tu primer trabajo?
Hice mis prácticas preprofesionales en El Comercio durante dieciocho meses, pero fue por mi trabajo en Intermedia y PC World que me dediqué a los temas relacionados con la tecnología. Mis siguientes trabajos estuvieron ligados a la comunicación para el desarrollo. Estuve en una ONG dedicada a la salud, luego en el Ministerio de Educación y después en el Ministerio de la Presidencia, donde participé en el proyecto Huascarán.
¿Cuál fue tu rol en ese proyecto?
Fui editor general del portal educativo donde se ofrecían recursos para los niños como libros, material multimedia, foros y un diccionario español-quechua, entre otros. Estuve presente en todas las etapas del proyecto. Fue una experiencia apasionante porque se trataba de poner en práctica la tesis en la que cree mi generación: para nosotros la tecnología es un medio para poder romper con la brecha de desigualdad en el país. Huascarán partió de la idea de entender la tecnología como herramienta para acercar los conocimientos a la gente, no solo a los niños, ya que el programa también incluyó la capacitación de docentes y de padres de familia.
Esa experiencia tuvo varios aspectos gratificantes, como participar de manera activa en las políticas nacionales, saber que lo que estabas discutiendo podía tener repercusiones sobre la vida cotidiana de las personas y mejorar su calidad de vida, conocer profesores comprometidos, con ganas de participar, de involucrarse y de aprender. El lado difícil estuvo marcado por el obstáculo que representó para el programa los ritmos del gobierno. Estoy convencido de que toda persona debería trabajar en algún momento de su vida en el sector público, porque te abre los ojos. Te das cuenta de que no solo importan los conocimientos, ni tu capacidad, también necesitas tener ciertas nociones de política al interior de los equipos y conciencia de los grupos de interés.
¿Cómo definirías tu paso por Save the Children?
Trabajé como coordinador de comunicaciones para América Latina durante siete años. Mi cargo consistía en garantizar que todos los conocimientos sobre derechos del niño en el mundo puedan ser transmitidos de manera que la gente de la sociedad civil pueda acceder a ellos y entender de lo que se trata. Editaba publicaciones y páginas web amigables para que todos pudiesen tener acceso a la información actualizada sobre los derechos del niño. Trabajamos intensamente para cambiar la legislación, buscamos la prohibición del castigo físico. No éramos tan ilusos para pensar que la ley solucionaba el problema, pero sí entendíamos a la ley como un primer paso. Se logró cambiar la legislación en Uruguay, Costa Rica y Venezuela.
Save the Children me permitió conocer otras realidades, pues parte de nuestras labores consistían en reunirnos con ONG locales, recoger experiencias interesantes y apoyarlas en sus proyectos a través de soporte técnico y asesorías. Identificábamos experiencias exitosas para que de esa manera otros países puedan nutrirse de esos conocimientos y hallazgos.
¿Cómo llegaste al Banco Mundial?
Llegué en el momento en que la organización buscaba un comunicador con especialidad en gestión del conocimiento. Necesitaban a alguien que no solo se dedicara a difundir mensajes, sino que le diera importancia al proceso de percepción de las personas. La gestión del conocimiento es un término que nació en las empresas y que cuando el sector del desarrollo se apropió de él, se topó con dificultades como la medición del impacto. En la actualidad estamos trabajando por encontrar metodologías que midan la gestión del conocimiento considerando que la mayoría de proyectos de desarrollo tienen objetivos a mediano y largo plazo.
¿Cuáles son tus funciones dentro de la organización?
Trabajo como oficial de comunicaciones para América Latina y el Caribe del Programa de Agua y Saneamiento del Banco Mundial. Un proyecto presente en 24 países cuyo objetivo es dar a los gobiernos, que son los públicos objetivos del programa, asistencia técnica para que estén en condiciones de proveer servicios de agua y saneamiento a los más pobres. En nuestro caso, el 40% de la población peruana no tiene acceso a baños en condiciones dignas para usarse. Además, el gobierno no tiene suficiente capacidad técnica para resolver ese problema. Somos un puente de conocimiento entre el gobierno, ONG de otros países y la empresa privada.