Las plataformas digitales y el comportamiento político de los ciudadanos

La edición 35 de Contratexto, revista de la Carrera de Comunicación de la Universidad de Lima, analiza el impacto de las plataformas digitales en el comportamiento político de los ciudadanos e invita a reflexionar hasta qué punto el aporte de los medios de comunicación influye en las personas. La edición de este número estuvo a cargo de Pamela Paz García, de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina); Fábio Pereira, de la Universidad de Brasilia (Brasil), y María Mendoza Michilot, docente e investigadora Ulima.

Cabe indicar que Contratexto está indexada en Scopus, una de las principales bases bibliográficas de investigaciones a nivel internacional. También se encuentra indexada en Scientific Electronic Library Online (SciELO), destacada base de datos latinoamericana, liderada en el Perú por el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Concytec).

En la siguiente entrevista, María Mendoza comenta acerca de los trabajos presentados en esta edición, la cual ve como una reivindicación del papel del consumidor.

¿En qué consiste el trabajo editorial que has realizado, junto con otros expertos, en la revista Contratexto?
Nuestro trabajo consistió en analizar la pertinencia de los artículos desde el punto de vista de los ejes, su suficiencia, el tratamiento, la investigación y las metodologías de trabajo. Decidimos cuáles son los artículos que se ajustan a lo que se quiere presentar; luego, el paso que sigue consiste en asignar pares informantes. Ha sido una experiencia interesante porque nos ha permitido reunir perspectivas.

¿Es un tema que complementa lo que tú ya venías investigando, sobre la prensa en medios digitales?
Exactamente. Por eso acepté la convocatoria. En realidad, se trata de eso: quienes participan como editores de números tienen conocimientos sobre el tema porque de alguna manera lo han venido trabajando. Este número se llamó “Actores, condiciones y prácticas contemporáneas de uso y consumo mass-mediático de información política” y la clave está en el subtítulo, que dice “Experiencias y procesos de selectividad, personalización, desmasificación y autocomunicación”. En la presentación señalamos que este número es una suerte de reivindicación del papel del consumidor; es decir, no solamente se trata de mirar el impacto de los mensajes, sino también de reparar en la experiencia misma de la recepción. Muchas de las colaboraciones que aparecen en el número apuntan a esta suerte de análisis de la recepción. La idea es observar cómo el individuo les asigna sentido a determinados productos mediáticos y cómo intervienen las experiencias personales de la vida cotidiana. Recordaba precisamente que hace más de 50 años, en su libro De los medios a las mediaciones, Jesús Martín-Barbero, quien acaba de fallecer, analizaba el papel del consumidor de medios y afirmaba que el rol del consumidor, del destinatario de los mensajes, se había definido siempre desde la perspectiva de los medios, como audiencia, como receptores de los mensajes. Sin embargo, él insistía en que estos destinatarios, más que audiencia, eran personas con capacidad suficiente para elegir lo que querían ver, escuchar o leer, y ahora, con Internet y las tecnologías nuevas, producir.

¿Qué te parecen los trabajos de este número?
Todos los trabajos tienen su particularidad. Por ejemplo, hay un trabajo que analiza el troleo: “El troleo en el esquema de las prácticas políticas”, de Rubén Santander Herrera, en el que se reflexiona acerca de este comportamiento en redes sociales como práctica política, independiente de una agenda, momento histórico o tecnología específica. Dentro de este mismo ámbito hay un trabajo en relación a lo que sucede con la participación de los consumidores en las redes sociales en Brasil, específicamente respecto del gobierno de Jair Bolsonaro. Incluso hay un trabajo bastante interesante que es de Nigeria; se trata de un análisis de contenido sobre la representación de las mujeres en cuatro periódicos representativos de la esfera pública nigeriana, en el contexto de lucha contra el grupo terrorista Boko Haram. Estas pobres mujeres estuvieron involucradas con el grupo yihadista. Ese es, por ejemplo, otro ámbito. Así como hay una valoración de esta suerte de reivindicación que encontramos en el papel del consumidor, este trabajo, cuando analiza las representaciones, nos lleva a mirar qué prácticas se generan a partir de los contenidos de los medios, que suele ser un campo muy visitado. Estos trabajos hacen pensar hasta qué punto el aporte de los medios de comunicación logra un impacto en la persona.

¿Esto indica que hay un cambio en las relaciones de comunicación?
Hace poco un autor estadounidense analizaba cómo las relaciones entre la ciudadanía y el periodismo han variado. Él plantea que anteriormente los ciudadanos buscaban conocer a través de los medios de comunicación la información que necesitaban para formarse una idea de la situación, de los fenómenos sociales y, a partir de eso, reconocer cuál podría ser su participación en el futuro, hasta qué punto podían ser ciudadanos o no, o defender sus derechos y deberes. Este autor señala que ese papel ha cambiado debido a la cantidad de información que tiene la gente ahora, pues existe tanta información que la gente está sobresaturada. Él se pregunta cuál debería ser el papel de los medios en esta situación y concluye que el ciudadano de hoy no solo es crítico, autoexpresivo y claramente antijerárquico, sino que también es un monitor: es la persona la que escanea la información, la analiza y la evalúa. No necesariamente son personas desconectadas de los procesos políticos, ya que se hacen una idea de lo que sucede, pero ya no solo a partir de la información que viene de los medios. Yo encuentro un poco de relación en los trabajos en cuanto a esta suerte de reconocer cuáles son los impactos de estos contenidos en las personas, considerando estos cambios que se han dado en cuanto al aspecto de la ciudadanía. Tal vez aquí sería interesante el trabajo del troleo, el del esquema de las prácticas políticas, el de la significación de algunos contenidos sobre el gobierno de Brasil, el de las mujeres de Nigeria.

¿Qué otros trabajos podrías mencionar?
Hay un grupo de trabajos que son bastante densos. Dos de ellos analizan los aportes al estudio de las redes sociales con las nuevas culturas de consumo. Uno de ellos es “WhatsApp, comunicación móvil y participación política: un estudio cuantitativo en Ecuador”. Analiza el WhatsApp, con lo difícil que es ello. El otro es un análisis sociosemiótico en torno a los discursos de protesta sindical en la red social Twitter, del profesor de la Universidad de Lima Eduardo Yalán Dongo, que introduce otras dimensiones de estudio en su artículo “La creación del rito: análisis semiótico de la protesta sindical a través de la red social Twitter durante el estado de pandemia”. En otro bloque está el uso de las redes sociales como práctica política. Hay un trabajo de análisis denominado “El Gobierno Abierto en la ciudad de Córdoba, Argentina: una política de regulación de la sensibilidad”. Son campos bastante diferentes, pero en ellos hay esta suerte de valoración de la participación de las personas como consumidores y como ciudadanos. Luego hay un trabajo un poco diferente, que es el de “Uso e influencia de la analítica web en la producción de noticias: estudio de caso de un medio digital peruano”, sobre Radio Programas del Perú. La investigadora Melissa Barrenechea analiza cómo los indicadores de consumo generados por las métricas se han convertido en garantía de veracidad en los contenidos periodísticos digitales.

¿Podría haber una conclusión que abarque todos los temas abordados en este número?
En América Latina nuestros problemas son muy similares. Hay una suerte de fenómenos cíclicos que, lamentablemente, no crean escenarios favorables para los ciudadanos. Creo que esta podría ser una conclusión de este número.