María Elena Perla nunca ha visto obstáculos en esta vida, solo oportunidades. Siempre ha pensado que las barreras son mentales y que, con esfuerzo, todo se puede. Desde hace un año y medio, esta egresada de Comunicación de la Universidad de Lima se desempeña como jefa de la Oficina de Recursos Humanos de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM). Se siente orgullosa de ello y ve el sector público como un espacio lleno de retos y adrenalina.
¿En qué consiste tu trabajo en la PCM?
Nosotros somos un órgano de soporte, apoyo y guía. Como proyecto propio, estamos desarrollando el Observatorio de Recursos Humanos, un espacio donde el personal podrá consultar las normativas, directivas y formatos, donde se informará de todo, como las capacitaciones que se van a dar. Yo quiero que cada trabajador se pueda autoadministrar, que sepa qué cursos debe seguir, cuáles son sus brechas, que haya encuestas en línea, que puedan ver cuánto les queda de vacaciones, cuántas faltas tienen, etcétera.
Estás en la PCM desde el gobierno anterior, ¿verdad?
Sí. Un amigo me convenció para postular a Servir, así que postulé. Pasé un sinfín de pruebas. Se presentaron más de 3.000 currículos, quedamos 280 y luego 108 para 50 vacantes. Finalmente, quedamos solo 23, que fuimos los que aprobamos el examen. Me siento orgullosa de ser gerente pública y de pertenecer a la familia de la PCM.
¿Extrañas el sector privado?
No. Aquí hay muchos más retos, más adrenalina. El trabajo en el sector público nunca es aburrido, siempre hay cosas nuevas que hacer.
¿Cuáles son tus fortalezas como profesional?
Tengo un buen criterio para hacer el estudio previo antes de entrar a una empresa. Tengo un conocimiento bastante amplio del sector, soy muy intuitiva y busco la manera de llegar a la verdad. Me distingo del resto de jefes de recursos humanos por el manejo que tengo de programas de integración, aunque en la PCM solo podemos realizarlos una vez al año.
¿En qué consisten tus programas de integración?
Estos los implementé por primera vez en Procter & Gamble. Llegué ahí porque mi profesor de la Universidad, Fernando Samillán, sabía que yo los organizaba en el club El Bosque y me preguntó si podía combinar la comunicación con esas dinámicas. Yo le contesté que sí, presenté una propuesta y se aceptó.
¿Cómo son tus dinámicas?
Se trata de un conjunto de actividades artísticas, lúdicas y deportivas que se llevan a cabo con los colaboradores dentro del horario de trabajo. Así, mientras estaban frente a la computadora les aparecía una pantalla que decía, por ejemplo: “En cinco minutos comenzará el concurso de yaxes”. Y entonces veías cómo todos interrumpían un ratito lo que estaban haciendo y se levantaban para participar. También hacíamos competencias de trompo, manualidades, deportes… eran unos 20 minutos de interrupción y luego todos volvían a lo que estaban haciendo.
¿De dónde surgían esas ideas?
Se me ocurrían. Una vez hice un rally por todo Lima, los trabajadores decoraron sus carros, fue emocionante, les rompía el esquema completamente. Fue tan bueno el programa que captó la atención de la casa matriz de Procter & Gamble, en Estados Unidos. En el Perú, los trabajadores eligieron este programa como el logro del año y después de eso me llovieron ofertas de trabajo.
¿Adónde te fuiste?
A Nabisco. Dejé Procter con mucha tristeza, pero para mejorar económicamente, además mi papá había fallecido y yo quería un cambio total en mi vida. Nabisco me ofrecía hacerme cargo de la oficina de Comunicaciones a nivel regional. El único inconveniente era que no tenía un equipo para realizar mis programas, así que convencí a las secretarias para que me ayudaran a difundir, motivar a la gente a participar y a hacer las inscripciones en las actividades. Ellas me reportaban todo. En retribución, yo les daba a ellas programas especiales. Fueron tres años muy divertidos, hacía locuras.
¿Recuerdas algo especial ahí?
Ahí trabajé no solo con el personal de oficinas, sino también con los obreros de la fábrica. Había mucho conflicto en ese grupo, yo organicé unas actividades específicas para ellos y luego los integré con el grupo de los oficinistas. Y resultó muy positivo, pues ellos detectaban inmediatamente cualquier problema en la fábrica y, al comentarlo, dio lugar a que tuviéramos sesiones con todos los trabajadores, donde los obreros avisaban de cualquier inconveniente. Eso condujo a una mejora en la productividad.
¿Cómo llegaste al sector público?
Después de Nabisco pasé al seguro social, en el 99: el Instituto Peruano de Seguridad Social (IPPS), hoy EsSalud. Fue un gran cambio en mi vida profesional y se dio porque un señor que fue al El Bosque vio lo que hacía con los líderes del campamento, me preguntó cómo era mi trabajo y, a los cuatro o cinco meses, me llamaron del seguro para decirme que ese señor quería reunirse conmigo. Para entonces yo ya había tenido una capacitación en selección, capacitación y trabajo en equipo. Así que fui, conversé y, a los 15 días, ya estaba trabajando ahí. Había serios problemas entre los trabajadores, fuerzas de choque. No la pasé bien el primer año y me dediqué a buscar otros trabajos, pero los renglones ya estaban escritos, yo tenía que trabajar ahí y aprender. Después pasé a la oficina departamental Lima, como jefa de capacitación, y luego fui jefa interina de Recursos Humanos.
¿Qué aprendiste ahí?
Muchísimo. Tenía a mi cargo a 8.500 personas, todas con sus propias necesidades.
También trabajaste en el Ministerio de Salud.
Eso fue en el 2009. Ese mismo año tuve un accidente cerebrovascular, me quedé ciega y todo por una infección al oído. Los médicos pensaban que me moría, pero logré salir del cuadro, me dieron de alta y me recuperé al 100%. Al mes siguiente volví a trabajar y me dediqué a sacar mi título, me gradué cum laude. También volví a EsSalud para hacerme cargo del Centro Nacional de Salud Renal. Se necesita reflotar, ordenar, mejorar el clima laboral.
¿Cómo valoras la formación que recibiste en la Universidad de Lima?
A mi equipo le digo que cada paso que uno da en la vida lo lleva hacia algo. Yo he aprovechado todo lo que la Universidad me ha dado y cada vez que he ido a la Ulima después de graduarme he sentido el apoyo de todos los profesores y del personal administrativo en todas las oficinas.