Desde muy chico, Mauricio Salas se interesó por el arte. Sin ninguna noción musical, pero con mucho entusiasmo, acompañaba a su mamá en el piano hasta que empezó a tomar clases, a la edad de 7 años. Más adelante, traicionó la tradición familiar al elegir estudiar Comunicación en la Universidad de Lima, y no Derecho, como sus tíos. Hoy se siente feliz de trabajar como coordinador y programador del Gran Teatro Nacional, donde comparte una labor netamente administrativa con otra de gestión cultural.
Desde este puesto, supervisa el funcionamiento administrativo, técnico y artístico de la sala, organiza la programación de los espectáculos, y desarrolla un sinfín de estrategias para atraer público a una sala con capacidad para 1.400 espectadores: gran reto que él considera un verdadero privilegio.
¿Cuántos elencos artísticos tiene el Gran Teatro Nacional?
Tenemos seis elencos: 2 orquestas, la Sinfónica Nacional y la Sinfónica Juvenil Bicentenario; 2 coros, el Coro Nacional y el Coro Nacional de Niños; y 2 elencos de danzas, el Ballet Nacional y Ballet Folklórico Nacional. Todas estas agrupaciones llevan a cabo presentaciones, así que articulamos esa programación junto con la de los promotores privados, pues diferentes empresas traen artistas nacionales o internacionales que desean presentarse en la sala.
Se dice que la sala del Gran Teatro Nacional es la mejor que hay en el país. ¿Qué la caracteriza?
La sala es muy buena. El teatro se ha construido con lo último en tecnología teatral, y tiene un diseño acústico y electro-acústico excepcional. Además, es muy versátil porque tiene una excelente tecnología para la mecánica teatral, que se usa para el movimiento de la tramoya, las barras, etcétera. Anteriormente todo se hacía manualmente, pero el hecho de hacer un manejo electrónico nos permite tener una mayor oferta de espectáculos, pues los montajes y desmontajes se realizan en menor tiempo. Se agilizan los procesos. Por eso, el teatro tiene una programación amplia. Antes se requerían 30 días para hacer un montaje de ópera; hoy montamos 4 y hasta 5 espectáculos en una semana. Por eso, la oferta de espectáculos es sumamente variada.
¿Qué tal es la afluencia del público?
Hace unos años, la oferta se concentraba en ciertos distritos. Cuando se creó el Gran Teatro Nacional, la oferta se dispersó. Hemos conformado un polo cultural importante que atiende a un público que estaba muy lejos de Miraflores, que proviene de La Molina, Surco, San Borja y San Juan de Miraflores. Antes este sector tenía muy lejana la oferta de teatros. Lima es una ciudad de más de 10 millones de habitantes y necesita diferentes polos artísticos. Ahora tenemos público, pero atraerlo nos costó en un principio. Cuando comenzamos, hace 7 años, la gran preocupación era llenar una sala para 1.400 personas.
¿Qué hicieron para convocar al público?
Mi antecesor en el cargo implementó un programa muy exitoso, con la idea de formar públicos y generar nuevas audiencias. Para la formación de públicos llevamos a cabo un programa con los colegios: nos enfocamos en que los escolares tengan unas primeras buenas experiencias con nuestra oferta cultural. Eso implica que realicen una visita guiada al teatro y participen en una función didáctica de la que ya tienen conocimiento, para lo cual previamente enviamos el contenido al colegio. De esa manera, se interesan por la actividad y, al venir al teatro, la experiencia se consolida.
¿Cuántos escolares han venido hasta el momento?
Hemos traído a 180.000 estudiantes de colegios públicos y privados desde la creación del programa, hace 6 años. Esto nos permite captar audiencias nuevas.
¿Qué otras estrategias han implementado para llamar la atención del público?
También llevamos a cabo programas para vincularnos con públicos específicos, como familias, estudiantes, adultos mayores, personas con discapacidades y el público del barrio que está a nuestro alrededor. Ahora no solo pensamos en espectáculos buenos o interesantes artísticamente, sino también en el público, en qué le gusta y qué sería interesante proponerle. Hace poco, por ejemplo, ofrecimos un espectáculo muy bonito con la música de las películas del cine. Fue una invitación para que la gente que gusta de la música clásica ingrese en un entorno menos formal, pero principalmente para que el público al que le gusta el cine se anime a probar la música clásica. Y así como aquella vez, cada viernes le ofrecemos al público una experiencia diferente. Hay estrategias más complejas, como un concierto sinfónico coral, una obra clásica desde una versión contemporánea o un espectáculo de folclor con instrumentos sinfónicos. Permanentemente estamos pensando cómo hacer que los espectáculos generen interés en más público. Por otro lado, mediamos entre el contenido artístico y el público: les explicamos de qué trata la obra, cómo apreciarla, les contamos en qué se inspiró un coreógrafo para crear una danza, etcétera.
¿Cómo evalúas tu experiencia en el Gran Teatro Nacional?
A mis 40 años, puedo decir que he pasado unos años muy valiosos aquí, pues he vertido toda mi capacidad profesional en este espacio y me siento muy contento por eso. He tenido el privilegio de ver cambios muy importantes en el país durante el tiempo que llevo aquí, como la creación del Ministerio de Cultura, del Gran Teatro Nacional, la evolución de las compañías nacionales, su internacionalización… y seguimos trabajando.
¿Qué hacías antes de llegar al Gran Teatro Nacional?
Al salir de la Universidad, trabajé en comunicación para el desarrollo y luego en marketing. Estuve también como supervisor de mercadeo en Editora Perú, que publica el diario El Peruano. Esta empresa tiene un museo, el Museo Gráfico, que exhibe maquinarias y todo su patrimonio industrial, y resulta que la persona encargada de marketing también se encarga del Museo, así que fue a través de esa experiencia que me comencé a interesar por la gestión cultural. Gestioné exposiciones para darle vida al Museo, simplemente por un tema de vocación, porque podía no haber hecho nada y no hubiera habido ningún problema, solo me hubiera seguido encargando de las ventas y las campañas del diario. El caso es que conformamos una red de museos del centro histórico y creamos una guía de museos pertenecientes al entonces Instituto Nacional de Cultura. Así, le di mucho impulso al Museo. A raíz de eso, se abrió la oportunidad de ocupar el cargo de director de los Elencos Nacionales a mis 27 años. Yo acepté pensando que me quedaría solo unos meses, pero ya nunca me fui de acá.
¿Siempre te ha interesado el arte?
El arte me ha acompañado desde pequeño. Toco piano desde los 7 años, y eso me formó una capacidad de apreciación y un interés por el arte. También canté en el grupo vocal de la Universidad de Lima, formé parte de la tuna de la Universidad y participé en el taller de danzas: he hecho de todo un poco. Yo soy arequipeño y viví en Arequipa toda mi etapa escolar. En cuanto terminé el colegio, vine a vivir a Lima, directamente al primer ciclo de la Universidad. Como estaba solo en Lima, aproveché todo lo que la Ulima me ofreció porque me gustaba; era una buena forma de invertir mi tiempo y de conocer personas.
¿Estuviste seguro al elegir estudiar Comunicación?
Bueno, en la familia de mi papá la ocupación típica es la agricultura, y en la de mi mamá es el derecho. La expectativa que había en mi caso era que yo fuera abogado, pero rompí la tradición y estudié Comunicación, que es una fabulosa carrera. La Universidad de Lima me dio la oportunidad de compartir mi tiempo de estudios con el arte; además, encontré ahí una excelente guía en mis profesores, a quienes hasta ahora veo, incluido el rector Óscar Quezada, quien fue mi profesor de Semiótica y con quien he viajado a los congresos de Felafacs en calidad de estudiante. Siempre he sido muy activo: hacía mucha vida universitaria e incluso practiqué dentro de la Universidad haciendo encuestas y en producción audiovisual. Tengo fabulosos recuerdos de la Universidad de Lima.