Con el documental Hatun paqcha, tierra sana, Delia Ackerman cierra un largo proceso de investigación que la llevó a entrevistarse con biólogos, agricultores, ecologistas, cocineros, arqueólogos y nutricionistas, para, finalmente, revalorar los superalimentos andinos.
La quinua es quizás el superalimento peruano más conocido internacionalmente, pero este documental trata también de otros superalimentos oriundos del país, como el tarwi, la kiwicha, la cañihua, la mashua, la oca, la arracacha, la pitahaya, el azaí, entre otros.
Para Delia es clave difundir su importancia en la nutrición y reconocer a los agricultores como los guardianes de nuestra biodiversidad, lograr que el público tome conciencia del respeto que les debemos, por la encomiable labor de conservación que realizan.
Delia estudió Comunicación en la Universidad de Lima, y esta Casa de Estudios se complace de haber coproducido este proyecto que ya ha ganado el premio al medio ambiente en el Toronto Women Film Festival.
¿Por qué decidiste hacer un documental sobre los superalimentos peruanos, específicamente sobre la quinua?
Vivo en un país que es el origen de muchos de los productos supernutritivos que hoy se conocen en el mundo como superalimentos. Este documental trata de la quinua, que hoy es casi tan conocida como el maíz morado, pero también de otros granos andinos como el tarwi, la kiwicha y la cañihua; además de tubérculos como la mashua, la oca, la arracacha, la maca, el olluco o la ahipa, y de frutas como el camu camu, la pitahaya, el azaí, el olluco, la lúcuma, la chirimoya, el aguaje, el tomate y el cacao. A pesar de eso, en el Perú de hoy tenemos altas tasas de desnutrición y hábitos alimenticios que excluyen muchos de los productos de su rica herencia agrícola y cultural. Los antiguos habitantes del Perú fueron capaces de domesticar y cultivar una asombrosa diversidad de alimentos muy nutritivos. Eso fue posible porque el país alberga el mayor espectro de climas del mundo, y una amplia gama de ecosistemas. Hatun paqcha, tierra sana resalta la importancia de la conservación y el cuidado de estos grandes alimentos y plantea interrogantes sobre el futuro de las regiones donde se producen. Por ejemplo: ¿cómo defender una agricultura frágil de las demandas de un mercado que solo promueve el monocultivo y de la amenaza del cambio climático?
¿En qué consistió la investigación que realizaste?
Conversé con muchos especialistas, como biólogos, agricultores, ecologistas, cocineros, arqueólogos, nutricionistas... También hice mucha investigación de campo, viajé a diferentes regiones, asistí a conferencias y leí textos como La alimentación en el antiguo Perú, de Santiago Antúnez de Mayolo; 14.000 años de alimentación en el Perú, de Elmo León, y Alimentación y obtención de alimentos en el Perú prehispánico, de Hans Horkheimer.
¿Cuáles son las voces que hablan en el documental?
Las voces son las de los propios campesinos, genios de la conservación de nuestra biodiversidad, como Dionisia Mamani, Alberto Chura, Santos Pineda y Marino Ticlavilca. También hablan biólogos como María Mayer de Scurrah, Juan Torres, Roberto Ugás; chefs como Isabel Álvarez, Flavio Solórzano, Lenin Cahuana, Roy Riquelme y Palmiro Ocampo; antropólogos como Alejandro Camino y José Carlos Vilcapoma, la nutricionista Talía Schvartzman, la exministra de Salud Silvia Pessah, la arqueóloga y exministra de Cultura Sonia Guillén. Este ha sido un proyecto ambicioso y complejo, que ha requerido una multiplicidad de voces. La introducción y el epílogo surgen de un texto poético trabajado con Omar Aramayo.
¿Cuál es la realidad de las personas que cultivan la quinua, en términos de nutrición y económicos, y qué te ha llamado más la atención al respecto?
La quinua es ahora uno de los productos más conocidos y demandados internacionalmente, lo cual ha impactado en el precio. Todavía se consume de forma tradicional, pero, paradójicamente, su encarecimiento está marginando a un gran sector de la población. Es el caso de Puno, que siendo uno de los mayores centros de producción de quinua, es también el lugar con la mayor prevalencia de anemia. Constatar esta paradoja ha sido muy doloroso para mí. Espero que el documental contribuya a promover políticas públicas que ayuden a resolver esas carencias.
¿Qué te gustaría lograr con el documental?
Mi objetivo es que el público cobre conciencia del respeto que le debemos a los agricultores, por la increíble labor de conservación que ellos realizan, contra viento y marea. Son verdaderos héroes. Ellos mantienen vivas nuestras raíces ancestrales y una variedad valiosísima de alimentos, nuestra mayor riqueza. Sería un crimen que ese conocimiento se perdiera, que se olvidara en aras de la mal entendida modernidad, basada en una explotación de monocultivos y en una ganadería que sacrifica grandes extensiones de nuestra Amazonía. Se destruye una riqueza que ni siquiera se conoce. También quisiera influir en el consumidor, para fomentar un mayor consumo de estos alimentos maravillosos. El Estado debería asumir políticas de incentivo para que los campesinos accedan a precios justos, a canales de fomento y distribución de sus cultivos. Los campesinos son los guardianes de nuestra biodiversidad, es fundamental apoyarlos. Quiero que este documental estimule el compromiso, la discusión y el debate sobre estos temas, que tenga un impacto social y promueva el valor cultural de nuestra tradición agrícola.
¿Cuáles son los esfuerzos de grabación que has realizado, como en qué lugares, a qué altura, durante cuánto tiempo?
A lo largo de ocho años he filmado en diferentes lugares del Perú, buscando distintos pisos ecológicos: desde las montañas de Caraz hasta el desierto de Ilo, incluyendo la Amazonía, Madre de Dios e Iquitos. He filmado también en Huánuco, Piura, Cusco, Apurímac. Como las distancias eran largas, la grabación consumió un tiempo y un esfuerzo bastante considerables.
¿A qué personajes que aprecies mucho has conocido durante este proceso?
Estoy muy agradecida con tantas personas a las que conocí durante este proceso... Lamentablemente, no todas pudieron aparecer en el documental terminado, pues la duración impone un límite. Pienso en gente que me ofreció un gran apoyo, fundamental para culminar este trabajo, como el biólogo Baudilio Valladolid y Rocío Zúñiga, dueña del restaurante Nuna Raymi. Con todos los agricultores, como Dionisia, Genaro y Anilson Mamani, Santos Pinedo, Alberto Chura, David Gago, siento una gratitud inmensa. También agradezco a María Teresa Quiroz, directora del IDIC.
¿Tienes algún recuerdo especial de las grabaciones?
Nos hemos divertido mucho, entre los ronquidos de Javier Arciniega, los apodos que ponía Juan Durán a los personajes y a todo el equipo. También vivimos algo inolvidable: en Abancay nos agarró un paro, pero el papá del productor local Lenin Cahuana, que era exdirigente del sindicato de obreros, logró que nos dejaran pasar, en medio de arengas y pedradas. Fue como un milagro, como el mar que abrió Moisés, y pudimos continuar con el rodaje.
¿Qué apoyos has tenido para la realización de este documental?
Antes que nada, el apoyo de los campesinos y científicos que generosamente compartieron sus conocimientos y experiencias conmigo, y que son parte importante del filme. Por supuesto, todo mi equipo técnico fue imprescindible, empezando por Javier Arciniega, el editor principal, a quien desgraciadamente perdimos antes de culminar el trabajo. Bernardo Cáceres y José Luis Jiménez me ayudaron a terminar de editar la película. También quiero agradecer a Juan Durán, reconocido director de fotografía, a Susana Bahamonde, productora, al guionista Augusto Cabada, al sonidista David Zúñiga, a los escritores Kathi Huber y Ricardo Espinosa, a la actriz Maria de Medeiros (que aportó su voz a las versiones en inglés y francés), a Armando Sipán en post de imagen y Carlos Cuya en post de sonido, a Cecilia Gómez de la Torre, agente de ventas de Amazonas Film, a la productora Margarita Morales… y a tantos otros amigos que nos respaldaron, no solo con recursos, sino con su cariño. Asimismo, sin el apoyo de la Universidad de Lima, mi alma mater y coproductora del proyecto, no habría podido terminar la película; agradezco a Óscar Quezada, rector de la Ulima, y al equipo audiovisual del Centro de Creación Audiovisual (Crea). Los fondos de Ibermedia y el apoyo de muchas empresas y numerosos amigos fueron también invaluables.
¿Cuál es el siguiente paso para el documental?
El recorrido primero es por festivales. Mientras llega el día del estreno nacional, habrá encuentros y debates para difundirlo. El estreno oficial será el 16 de octubre, Día de la Alimentación Mundial. Es una prioridad para nosotros compartir la película con las comunidades que nos ayudaron a hacerla; por eso, además de traducirla al inglés y al francés, estamos trabajando una versión en quechua.
¿Dónde podrá verse?
Podrá verse en varias plataformas. La película ha sido seleccionada para varios festivales, algo que difundiré a su debido tiempo.
¿Cuáles son las redes sociales del documental?
Estamos en Facebook, y el avance de la película puede verse en Vimeo.
Anteriormente has hecho documentales como Volviendo a la luz y la película Manos de Dios. ¿Cómo fueron esas experiencias para ti?
En el caso de Volviendo a la luz, siendo judía, me pareció fundamental realzar la experiencia de muchos compatriotas que vivían entre nosotros y que atravesaron un dolor indecible. El documental puede convertirse en una herramienta para resarcir el dolor, en una forma de preservar la memoria y de adquirir conciencia. Manos de Dios fue un tributo a mi amigo, el gran cajonero y músico Julio “Chocolate” Algendones. Los maestros como Chocolate son depositarios de la sabiduría de nuestros pueblos. La sabiduría se expresa con las palabras correctas; para Chocolate, esto quería decir el sonido correcto. Él logró ver este trabajo justo antes de morir.
¿Qué película o documental quisieras trabajar más adelante?
Me gustaría continuar con este tema de alimentos y conocimientos ancestrales. Tenemos un país infinitamente rico, el tema da para una serie. Tengo muchos proyectos; por ejemplo, quisiera hacer un filme lúdico sobre tantos amigos artistas que tengo. Por mi cercanía y afecto hacia ellos, creo que podría ser muy divertido e instructivo.
¿Qué hacías antes de dedicarte al cine?
Periodismo. Primero en la revista Caretas. También trabajé con César Hildebrandt y colaboré con Expreso y la revista Time.
¿Qué valoras de tu época de estudiante en la Ulima?
A mis adorados profesores, como Óscar Quezada, Julio Hevia, Paco Pinilla... Tuve clases inolvidables, enseñanzas que quedaron en mí para siempre. Estudiar en la Universidad de Lima fue la base de mi vida profesional. Valoro también a mis compañeros, varios de ellos son amigos entrañables.
Para ver el video dar click aquí