Nelly Ayarza, comunicadora por la Universidad de Lima, fue una de las ganadoras del Tercer Concurso de Materiales Comunicacionales “Hablemos de la salud sexual y reproductiva de las mujeres durante la pandemia”, organizado por la Embajada de los Países Bajos y la asociación Católicas por el Derecho a Decidir Perú, en la categoría de reportajes periodísticos. El trabajo que presentó se titula Desde el olvido.
¿Qué ha implicado para ti ganar el concurso con un reportaje sobre la violencia contra la mujer en Ayacucho, tu tierra natal?
Siento que mi trabajo se ha reconocido y que es una oportunidad para que las mujeres de mi reportaje den a conocer su realidad. Como ayacuchana, yo conocía un poco del tema, pero en el 2019 investigué más debido a un curso de la Universidad. Viajé, hice el trabajo de campo y conseguí entrevistas de una jueza de paz, una coordinadora del Centro de Emergencia Mujer y una psicóloga del Ministerio Público de Huanta. Me faltó recoger testimonios de las afectadas. Luego llegó la pandemia y recién en el 2021 retomé este trabajo. Volví a viajar, conocí a una antropóloga de la comunidad de Canchacancha, que está por Cangallo, en Ayacucho. Ella trabajaba en la Municipalidad Distrital de Chuschi y me contactó con la señora Susana Huaycha, presidenta de la Federación de Mujeres de Chuschi. Conversé con ella y, poco a poco, los demás testimonios fueron llegando.
¿Qué dificultades se presentaron en tu trabajo de campo?
Chuschi está a tres horas de viaje en carretera y una hora en trocha. Esa fue una primera dificultad, pero mi papá me ayudó. Nos quedamos ahí dos días para realizar la grabación.
¿A qué conclusiones llegaste en tu reportaje?
A las mujeres campesinas nadie les ha dicho que tienen derechos, así que ellas los desconocen, sobre todo los reproductivos. Las que los conocen son pocas y han recibido esa información de instituciones, como oenegés. Por otro lado, el Estado no tiene presencia en Chuschi. Mis entrevistadas me han dicho que nunca han sentido cercano al Centro de Emergencia Mujer o al Ministerio de la Mujer. Asimismo, tienen muchas habilidades, pero dependen de los hombres y ellos no les permiten participar en las reuniones de la comunidad. Inclusive, si se quieren unir a la Federación de Mujeres Campesinas, muchos esposos no las dejan. Susana lucha contra eso. Dice que eran bastantes mujeres al principio y ahora quedan pocas. Ella quisiera ser presidenta de la comunidad, pero no puede, por ser mujer. Desde niña le han dicho “Tú eres niña, tú solo tienes que tener hijos y cocinar, no sirves para nada más”. Si creces escuchando eso de tu padre, de tus hermanos y hasta de tu mamá, imagínate las consecuencias. En uno de los testimonios del reportaje, una chica cuenta que le decían “Tú eres mujer, tu hermano sí va a ser profesional”. Ahí las mujeres se dedican sobre todo a la producción de miel, a las artesanías y a vender llaveros, pero les falta compradores. Chuschi no es muy turístico, menos con la pandemia.
¿Conoces las estadísticas de feminicidios ahí?
En el 2019 hubo dos feminicidios en Ayacucho, y en el 2020 fueron ocho. Esos son los denunciados, por supuesto. El número real debe ser mayor. Y las formas de morir son terribles. Una fue por una herida de bala: un hombre mató a su esposa y a sus hijos. A otra su esposo la ahorcó con una huaraca. Susana me contó que a una señora le cortaron tres dedos y quisieron ayudarla para hacer la denuncia, pero al final desistió. “No tengo trabajo, ¿mis hijos cómo van a comer?”, dijo. Y se quedó con ese hombre. El psicólogo de la posta no habla quechua. ¿Cómo trata, entonces, a una señora que quiere salir de un proceso de violencia? Las mujeres que tienen menos educación son las más sumisas. Una chica me contó que ni siquiera saben firmar ni escribir y solo callan.
¿La sumisión es menor en mujeres más jóvenes?
He podido conversar con mujeres de unos sesenta años o más y me contaron que ellas han sufrido una violencia terrible, y las mujeres de veinte años me han dicho lo mismo. Al parecer, nada ha cambiado. Mi tía me contó que, en la década del cincuenta o sesenta, cuando vivía en Cangallo, su vecina era golpeada todos los días a las seis de la tarde por su esposo. Mi tía escuchaba los gritos de la señora y solo podía auxiliarla después de la golpiza y limpiarle la sangre de la cara. Sin embargo, la señora no pretendía separarse del hombre. Ahora la mujer campesina es más independiente, en el sentido de que puede ir a la ciudad, conseguir trabajo y ganar un poco de dinero. Pero sigue necesitando del hombre. No hay muchos trabajos bien remunerados.
Además de la dependencia económica, ¿qué otros factores influyen para que las mujeres no denuncien?
Las mujeres que viven cerca de las zonas urbanas tienden a denunciar más, en parte tal vez porque la comisaría está más cerca y no gastan en pasaje. Entonces el hombre ya no les pega en el rostro o en zonas visibles, sino en sus senos o partes íntimas, porque saben que a ellas les da vergüenza mostrar estas partes de sus cuerpos al médico. Por otro lado, hay bastantes chicas violadas por sus familiares, pero la mamá no las deja denunciar. En el campo está tan normalizada la violencia hacia la mujer que ya ni parece algo importante.
¿Ven la importancia de estudiar?
Ellas piensan “¿De qué sirve terminar la secundaria si el único destino es ser empleadas domésticas?”. Podrían ingresar a una universidad nacional, pero necesitarían bastantes recursos económicos para estudiar, inclusive para alquilar un cuarto en Huamanga. Es muy complicado, por eso muchas chicas abandonan el colegio.
¿Te interesaría desarrollarte en el campo del periodismo?
Sí. Me gusta el periodismo, la comunicación para el desarrollo y todo lo audiovisual. Me encanta editar videos, el reportaje para redes sociales, y creo que la televisión debe renovarse, darles más dinamismo a los reportajes.
¿Cómo te fue en la Universidad de Lima?
En la Carrera de Comunicación he podido experimentar todas las especialidades. No sabía que me gustaba escribir, pero lo descubrí cuando me enseñaron a redactar crónicas, a sintetizar, a organizar la información, a usar mis sentimientos, sensaciones y todo lo vivido para transmitir. Me encanta editar videos y eso es gracias a la Universidad. En la Ulima, desde el tercer ciclo, ya sabes todo sobre cámara y grabación. Se preocupan mucho por combinar la parte práctica con la teórica. En lo académico, estoy muy agradecida con la Universidad. Es un gran privilegio haber estudiado ahí. Y ahora que soy egresada, siendo yo de Ayacucho, lo mínimo que puedo hacer por mi tierra y mi familia es usar todo lo que he aprendido a su favor, y lo que he aprendido es a investigar, a grabar, a comunicar y a denunciar. Eso es lo que he hecho en mi reportaje.