Durante los últimos meses la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima ha venido desarrollando una serie de conversatorios sobre cine, con énfasis en la producción nacional y con invitados responsables de películas como Asu Mare! 2 y Desaparecer. De esta manera, el 10 de junio, la Sala Ventana Indiscreta recibió a la directora Claudia Llosa, graduada y comunicadora de la Ulima.
La ganadora del Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín del 2009, por su película La teta asustada, vino a dialogar con los estudiantes acerca de su nuevo filme, titulado Aloft en inglés y No llores, vuela en español. Al empezar, el docente Rodrigo Bedoya Forno, quien condujo el diálogo, pidió a Llosa comentar el argumento de la película. Ella, luego de manifestar que se sentía feliz de volver a casa, explicó sobre Aloft:
“Es una historia de desencuentro y encuentro entre una madre y su hijo, que transcurre en dos tiempos; en uno vemos cómo esta mujer está en búsqueda de curar a uno de sus hijos, pues está enfermo, y eso la va obligando a meterse en caminos bastante alternativos, y uno de ellos le cambiará la vida, por lo tanto también la de sus hijos. Por otro lado, vamos a ver, 20 años después, el desenlace y las consecuencias de aquellas decisiones que iba tomando en esa primera fase de su vida. Y la película se va entretejiendo hasta desenvolverse en ese posible encuentro”.
La reparación como tema universal
Al ser consultada acerca de cómo había concebido la historia, la directora peruana recordó que tanto en Madeinusa como en La teta asustada, y sobre todo en esta última, había trabajado el tema de la reparación, había ensayado una respuesta a la pregunta de si somos capaces de curarnos, de reparar un evento traumático. Pero admitió que había trabajado ese tema siempre dentro del universo andino, donde “hay cierta sensación de una poética, de un pensamiento mágico distinto”. Así que, para este nuevo filme, se preguntó qué pasa cuando fuera de aquel contexto andino, fuera de ese entorno, en un mundo racional y autónomo, y muy evolucionado al menos en algunos aspectos, se debe enfrentar una situación así. Llosa afirmó que como siempre le han interesado los “espacios apegados a la modernidad pero no en el centro del ruido”, en esta ocasión ese lugar se convirtió en el desierto helado de Canadá. Así que una de sus motivaciones principales fue dejar atrás aquella impresión de “esto solo ocurriría si pasa en aquel lugar” que suelen haberle comentado acerca de sus películas, para demostrar la universalidad de este tipo de historias.
Sobre su proceso creativo
Más adelante, la graduada de Comunicación compartió con los estudiantes los detalles de su proceso creativo. Explicó que una vez que tiene una suerte de sinopsis, empieza a pensar en escenas con las que podría comenzar la película, las mismas que la llevan a escribir, y así se va repitiendo el círculo. Ella lo consideró como una especie de patchwork, pues va uniendo las piezas. Sin embargo, en esta película descubrió que luego, cuando debes reescribir el trabajo que ya has hecho y reconoces el apego que sientes por lo que has escrito, puedes tardarte más. “Mi conclusión es que no voy a escribir una sola página hasta que no tenga todo muy claro, escena por escena”, sentenció. Luego dijo que en paralelo a este trabajo investiga mucho, pues busca concentrarse también en el aspecto teórico del tema que va a tratar, y así rastrea referencias de ese tópico en la filosofía, la literatura y principalmente en el arte más que en el cine. Finalmente, Llosa comentó:
“La investigación propiamente del espacio y el lugar la llevo a cabo cuando ya tengo la estructura terminada, la línea narrativa de acción. Es un proceso largo y no siempre tan claro. A pesar de que lo disfruto mucho, suele ser muy escabroso, como escalar una montaña. Combinarlo con la dirección me ayuda, si fuera solo guionista me costaría más”.
Cuando Bedoya le preguntó si el guion cambia cuando ya se va a rodar la película, la directora aseguró que la estructura va modificándose por necesidades:
“Por ejemplo, en esta película tuvimos problemas de financiamiento, porque la crisis en España empezó a desplomar los presupuestos, comenzaron a caerse fuentes de financiamiento claras y ya aceptadas. Nuestra película tuvo que empequeñecerse de manera drástica, aunque ya teníamos unos pilares y un sistema que no puedes achicar de modo tan fácil. La única manera era rodar menos, para no rodar en peores situaciones. Tuve que quitar una semana de rodaje, fue la peor experiencia que he pasado en mi vida. Como guionista tuve que quitar escenas”.
Los vínculos en el plató
Acerca de la relación con los actores, pues en esta película Llosa tuvo oportunidad de trabajar con artistas de la talla de Jennifer Connelly —ganadora del Oscar por encarnar a Alicia Nash en Una mente brillante—, la cineasta reconoció que el primer vínculo de los actores se da con la historia antes que con el director. Al respecto, detalló:
“Uno a veces piensa que el director es el que debe salvar la historia o decir algo que no está en el papel; mi experiencia me dice que la fuerza de la historia está ahí y ese primer vínculo del actor se da con el papel, que es lo primero que ve. El primer vínculo es con la historia, y luego, con lo que tú crees o admiras de ese director, hay una especie de ganas de trabajar juntos, aunque se puede romper en tres segundos”.
Además, contó que ella solía ser muy clara pero también emocional en su relación: “Planteo un proceso muy profundo de conversación, no tengo miedo a decir de dónde vienen las cosas o por qué, no soy muy de guardarse algo. En esa comunicación, en mi caso, voy creando ese vínculo”. Asimismo, admitió que escoge a su equipo “en función de si me van a hacer reír o sentir nerviosa, depende de lo que necesite en ese momento”, y que también le gusta trabajar con gente con mucho carácter. Finalmente, comentó que para el caso de No llores, vuela, todo el proceso de casting giró en torno al personaje de Nana (que interpreta Connelly), así que tenía que empezar a construir el resto del elenco en función de esta elección. Lo que resultó muy angustiante, además, ya que Jennifer Connelly leyó el guion y tardó en responder, así que no podía avanzar sin su respuesta.