Alberto Herrera en el Teatro Ulima

Recuerdos con el señor Cárdenas es una obra de teatro cargada de emociones, alegrías y conflictos, penas, encuentros y aprendizajes, que combina en el escenario a actores maduros con una niña, con todo lo que implica ser niño y tener al lado a un abuelo cómplice y amigo.

Alberto Herrera interpreta a ese abuelo, el señor Cárdenas. Él es actor y director de teatro, egresado de la Universidad de Lima. En la siguiente entrevista, nos cuenta sobre la obra, sobre su papel y sus propios recuerdos en la Ulima, adonde ha vuelto luego de 50 años para ofrecernos una actuación que ha recibido elogios de la crítica local.

¿Qué respuesta está teniendo la obra?
Está teniendo muy buenos comentarios. La gente sale conmovida, es una obra fuerte, ambientada en la época del terrorismo y los coches bomba.

¿Cómo es tu personaje?
El señor Cárdenas es un hombre de clase media al que no le afecta el terrorismo… hasta que le afecta. Un día explota un coche bomba en Tarata, Miraflores, y mueren su hermana y su sobrina. Ahí cae en la cuenta de que el mundo no es su burbuja.

Pero no es una obra que hable del terrorismo, específicamente.
No, el terrorismo es un tema dentro de la obra. Aquí se habla de la familia, de aprender a desprenderse de las cosas materiales y del pasado, de perdonar y avanzar.

Cárdenas tiene una enfermedad también.
Sí, bueno, es el deterioro por la edad. Tiene diabetes y eso le produce senilidad y empieza a desvariar.

Él tiene una relación muy bonita con su nieta.
Sí, tienen una relación muy cercana. El papel de la nieta es interpretado por dos niñas que se alternan en las funciones; ambas son encantadoras y están muy comprometidas con el teatro, ellas son Zoe Arévalo y Luciana Monteverde. Han encajado muy bien en el grupo, que es un elenco de actores de primera. Están Víctor Prada, de primer nivel; Lolo Balbín, que ha sido mi alumno de teatro; Mari Sirvas, a quien recién he conocido; Martha Figueroa, una gran actriz.

Me han contado que todos se llevan muy bien fuera de escena.
Así es, hemos hecho química. La amistad que se forma en el teatro es muy linda, a través de los ensayos se va dando una especie de fraternidad, por las emociones que uno vuelca en el escenario, eso hace que los actores se unan. Y por supuesto, bajo la dirección de Patricia Romero, quien escribió la obra y ganó con ella el segundo lugar en el concurso de dramaturgia Ponemos Tu Obra en Escena, organizado por el Centro Cultural Británico.

¿Hay alguna obra o un papel en el teatro que te haya marcado?
No, realmente. Cada obra es un reto, no hay una en especial que me haya marcado. Solo podría decir que mi obra favorita será la que haga el próximo año.

¿Cuándo te interesaste por el teatro?
Me interesé por el teatro desde que estudiaba en la Universidad. Precisamente el día del estreno de la obra Recuerdos con el señor Cárdenas, le comentaba al rector Óscar Quezada que el sueño de mi promoción era contar con una sala de teatro en la misma Universidad. En esa época no existía ni el Auditorio. Y ahora, después de 50 años, vuelvo nada menos que a actuar al Teatro de la Universidad. Es un teatro hermoso y es un sueño hecho realidad.

¿Qué estudiaste en la Universidad de Lima?
Estudié en el Programa de Cine y Televisión de la Universidad. En esa época no existía Comunicación. El doctor Desiderio Blanco fue mi profesor. Recién cuando él regresó de Francia se creó la carrera Ciencias de la Comunicación, hoy Facultad de Comunicación.

¿Qué recuerdas de tu época de estudiante?
Recuerdo que teníamos un laboratorio de fotografía, donde revelábamos fotos con productos químicos, en un cuarto oscuro. Nos enseñaba Víctor Chambi, hijo del famoso fotógrafo Martín Chambi, y Mario Acha, también un fotógrafo estupendo. En esa época hacíamos cine con celuloide, no se hacía cine en video. El sueño era realizar una película de cine, que costaba carísimo. Yo lo hice realidad con unos amigos, con quienes juntamos un capital, y un laboratorio que nos ofreció procesar la película, el cual entró como socio. Recuerdo que ganamos un premio, inclusive. Era una época en que hacer cine era prácticamente un acto heroico.