Es en uno de esos lugares donde todo se recicla o repara, donde todo se deposita y descascara, que Bustamante recupera otros ciclos, insufla otros halos. Trabajo desarrollado en medio de una masa crítica de piezas caducas, de artefactos en desuso, de materias arrumadas que, vía el desmantelamiento y la oxidación, parecen tensarse entre el afán de desafiar a la naturaleza y la necesidad de rendirse ante ella.
Pero más que un convidado de piedra o un puro fisonomista de la ecología descrita, Bustamente se presta afectuosamente al diálogo con tal material y, de modo desenfadado, lo recupera para una dimensión vital, cromáticamente brillante, excesiva hubiera dicho Deleuze. Atisbamos que, en contraste, se nos atrae a zonas de total oscuridad y herméticos vacíos, y confirmamos con Seurat que la pintura es el arte de cavar una superficie.
En medio de esa suerte de grado cero del equipamiento, de suspensión de la funcionalidad, es que Santiago yergue insospechados monumentos. Allí los grises, los lilas y los azules evocan paisajes lunares, pero los rojos, amarillos y anaranjados emergen festivos y carnavalescos, cuando no despreocupada y lúdicamente infantiles. Quizá por eso algunas de sus imágenes sugieren que todo está, como en los filmes terroríficos, a punto de revitalizarse, de volver a erguirse y de responder a su mecánica original. He ahí la llamada a la mirada del fotógrafo para dar lugar a ese renacimiento y a la obligada suspensión del estado en el que tales artefactos se encontraban sometidos.
Julio Hevia Garrido Lecca
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Universidad de Lima | Carrera de Comunicación
