De lo concreto a lo abstracto: Antoni Tàpies (1923-2012) transitó ese camino para plasmar sus obras, como si hubiera querido convertir sus insumos artísticos en expresiones místicas y esenciales. Tal búsqueda metafísica puede ser apreciada en la exposición Tàpies, colección del grabador Barbarà, conformada por grabados del artista catalán pertenecientes a la colección de Joan Barbarà. La muestra va en el Centro Cultural de la Universidad de Lima hasta el 21 de julio.
La exposición presenta 29 grabados bon à tirer (frase que se refiere a la prueba que sirve de modelo para el resto de la tirada) del artista. Estas obras sugieren otras influencias de Tàpies —como el budismo zen o el despojamiento de lo superfluo— y recuerdan que sus visiones generan más de una lectura. Como anotó Tàpies en su libro Memoria personal: fragmento para una autobiografía:
“La finalidad de un cuadro no es representar cosas, no tenía que describir cosas como la pintura académica… debía ser una cosa, un objeto cargado de energía mental que el artista le incorpora, una especie de carga eléctrica”.
Para abordar otros aspectos de Tàpies, conversamos con Paola Vañó, directora de la Obra Cultural de la Fundación Universitaria Iberoamericana (Funiber) Perú, la entidad que hizo llegar esta muestra a nuestro campus.
¿Tàpies fue la ruptura de la tradición? ¿O se ciñó a plasmar sus visiones?
Él fue un rupturista y autodidacta. A semejanza de Dalí o Picasso, Tàpies rompió con los cánones y lo academicista. Ellos son unos maestros de la técnica que fueron más allá. Tàpies fue un inconforme. Él ha dicho que tomó la decisión de ser artista cuando tuvo una enfermedad en un período largo. Su camino iba a ser el del derecho —su padre fue abogado—, pero dejó inconclusos sus estudios. Él provenía de una familia burguesa, de clase media alta y, desde pequeño, estuvo en contacto con el mundo artístico, literario, las vanguardias y las tendencias.
Y vivió en un período de entreguerras.
Le marcó la Guerra Civil Española. En ese período de choque de ideologías en el mundo, de extrema violencia —se venía la Segunda Guerra Mundial—, en muchos artistas con una sensibilidad importante, como fue el caso de Tàpies, hubo esta reacción que fue romper con lo establecido, experimentar en otras líneas vitales e ir por las corrientes disruptivas. Él introduce con fuerza el uso de la materia y trabaja con las texturas desde una búsqueda espiritual.
Tàpies apuntaba a trascender la materia. Y lo hizo mediante un estilo abstracto.
Él fue precursor del arte povera [‘pobre’ en italiano], que es la apuesta por trabajar con materiales austeros, mínimos y pobres. La materia adquiere esa aura que tanto mencionaba Walter Benjamin. La obra de arte se redimensiona y se resignifica. Eso es lo que logró Tàpies.
¿Cómo influyó el surrealismo de Joan Miró en Tàpies?
Tàpies lo consideraba uno de los más grandes artistas españoles. Él estaba profundamente arraigado en las tradiciones de su tierra. En el caso de Miró, él perteneció a Cataluña. Hay en el arte de Miró un entendimiento de España y un cuestionamiento de la Guerra Civil, pero no mostradas de una manera explícita, sino mediante la abstracción.
Y mediante símbolos.
Símbolos que también tenía Tàpies. Por ejemplo, la cruz. O el número 8.
Que puede ser el símbolo del infinito.
Es muy interesante: él murió a los 88 años. Hay ciertas conexiones místicas o esotéricas que van más allá del entendimiento. Tàpies bebió de las culturas antiguas y, sobre todo, de la cultura asiática: las estampas japonesas, el mundo chino o el budismo. Lo puedes observar en el cromatismo de sus obras y en sus colores, que son muy orgánicos y están ligados a la materia y a la tierra. Colores crudos. Hay una búsqueda esencial. Él abordó una conexión vital con los colores.