Pandemias y literatura: historia de una terrible atracción
Ya desde la Antigüedad, escritores como Virgilio, en sus Geórgicas, describieron, solo como los grandes poetas son capaces, muertes masivas producidas por agentes patógenos desconocidos en aquellos lejanos siglos. En este libro, aparece un pasaje dramático y conmovedor en torno de una enfermedad del ganado. Esta arrasaba con vacunos, equinos y caprinos sin distinción alguna: el temible carbunco o ántrax, que también puede matar seres humanos en gran cantidad.
El pasaje estuvo probablemente inspirado en acontecimientos reales ocurridos en la península itálica durante el siglo I a. C. Eran tiempos en los que la medicina estaba apenas en su fase precientífica. En cuanto a verdaderas catástrofes humanas, son incontables los autores griegos y romanos que, en crónicas o dramas, dieron cuenta de la aniquilación de poblaciones enteras a causa de la peste bubónica, verdadero azote hasta el siglo XIX o XX, inclusive. Monumentos de la narrativa como el Decamerón, de Boccaccio, nacen como un anhelo desesperado de afirmar la vida ante la muerte: los viajeros-narradores de ese libro huyen de la peste bubónica desatada en 1347.
Se suele decir que esa pandemia de la primera mitad del siglo XIV, que se llevó a cuarenta millones de personas en Europa, siguió rondando por siglos, con rebrotes como el de Londres, en 1665, magistralmente registrado por Daniel Defoe. En 1722, el creador de Robinson Crusoe publicó Diario del año de la peste, lúgubre y ácida crónica de esos días. Y es obvio que libros excepcionales como La peste (1947), de Albert Camus, continúan siendo paradigmas de cómo el horror de la extinción nos amenaza y se transforma en imágenes de enorme belleza literaria y reflexión ética. La novela del francés, nacido en Argelia, es la perfecta alegoría de cuánto se asemejan estas explosiones de muerte a la dinámica de la historia: la peste que devasta la ciudad de Orán es también el nazismo, abominación extrema y enemigo de la humanidad.
Sobre ciencia ficción y epidemias
Si buscáramos un género preocupado por horrores que se extienden por doquier, la ciencia ficción ocupa un lugar de privilegio. No es una fascinación solo de una época en particular: la gente de otros períodos siempre estuvo “acosada” por el futuro o lo que este pudiera significar o depararle. Jules Verne o H. G. Wells, entre los siglos XIX y XX, supieron proyectar en sus obras tales inquietudes. Al humano lo aterra el porvenir y, al mismo tiempo, está cautivado por la novedad. Es la incertidumbre ante la posteridad, quizá, y la esperanza o el desánimo respecto de un presente lúgubre el impulso inicial para acercarse a esta literatura y sus apéndices, como en el cine o en las artes gráficas. Pero es más saludable quedarse en el terreno de las preguntas: simplemente, el futuro llega. Está aquí y se modifica con buenas o malas decisiones.
Una novela como La amenaza de Andrómeda (1969), de Michael Crichton —llevada al cine en 1971 con la dirección de Robert Wise—, describe con verdadero rigor y sentido de espanto una epidemia de “coagulación de la sangre” que mata a todos los residentes de un pueblo estadounidense, salvo a dos: un anciano y un bebé. Es una de las obras más representativas de esta vertiente y anticipo de otras historias, también adaptadas a la pantalla. En la obra de Crichton, el organismo detonante es de origen extraterrestre. Contenerlo y derrotarlo es una tarea casi imposible. Las interrogantes giran, por lo tanto, alrededor de lo desconocido, de lo que no se ve o apenas se intuye, pero que en algún instante la ciencia explicará con sus leyes inexorables. Muchas de las obras maestras que abordaron el fin de la humanidad, como Soy leyenda (1954), de Richard Matheson, se forjaron bajo este halo anticipatorio, con conocimiento de causa o un despliegue imaginativo profundamente marcado por la Guerra Fría y sus fantasmas nucleares.
Imaginarios nacionales
En el Perú, existen precedentes de gran prestigio literario y, de otro lado, jóvenes autores que se han inspirado en el “mal extendido” o la “enfermedad” de origen desconocido o conocido para construir sus ficciones. La producción narrativa de César Vallejo y su revaloración nos indica que es, probablemente, uno de los padres de la ciencia ficción peruana e hispanoamericana, junto a Clemente Palma y Julián del Portillo. En su colección Escalas (1923), aparece el cuento “Los caynas o el paso regresivo”. Se trata de una historia de delirio e involución: un pueblo entero es atacado por una epidemia de locura colectiva que transforma a sus habitantes en simios. Este sería un antecedente crucial no solo para el Perú, sino para el resto del mundo.
En la actualidad, una aproximación a las pandemias entre los autores peruanos de recientes generaciones es afín al imaginario sobre zombis o muertos vivientes, cuya guerra alimenticia contra los humanos y su crecimiento exponencial como “raza” puede también ser considerada una metáfora de las enfermedades ingobernables y aniquiladoras de un modo de vida tal como esta era concebida.
Citar esta entrada de blog (APA, 7.a edición) Güich-Rodríguez, J. (1 de junio de 2020). Pandemias y literatura: historia de una terrible atracción. Scientia et Praxis: Un blog sobre investigación científica y sus aplicaciones. https://www.ulima.edu.pe/instituto-de-investigacion-cientifica/blogs/pandemias-y-literatura-historia-de-una-terrible |
Comentarios
Un gran e ilustrativo artículo.
Miryam Falla Guirao
Junio 5, 2020 9:34 amBueno, se me hace supergenial el hecho de que ya hace muchos años se tenía conocimiento de virus y todo alrededor de ellos y sobre todo lo demás, como lo demostraban en la ficción.
Edwin David Esquivel Colin
Septiembre 22, 2020 10:07 amBuena receta de libros; saludarles a la distancia y agradecerles. Un abrazo.
Manuel Hancco Halire
Junio 24, 2021 10:44 pmDeja un comentario