El 20 de julio el Instituto de Investigación Científica (IDIC), la Facultad de Comunicación y el Fondo Editorial de la Universidad de Lima presentaron el libro Ética de la comunicación televisiva, de José Perla, investigador y profesor principal de la Universidad de Lima. La cita se llevó a cabo en la Sala José María Arguedas de la XX Feria Internacional del Libro de Lima, y los comentarios estuvieron a cargo de Luis Peirano, sociólogo especializado en comunicación, miembro del Tribunal de Ética del Consejo de Prensa Peruana y ex ministro de Cultura; y José María Salcedo, periodista y conductor principal de RPP del Perú.
Ética en tres actos
Luis Peirano celebró el hecho de que este sea el tercer libro de José Perla sobre ética de las comunicaciones y comentó: “El libro tiene tres partes. Hay un primer acto, que son los principios y las leyes básicas sobre el tema de la ética en la televisión. Hay un segundo acto que trata de la experiencia de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión, de la normativa y de los órganos de decisión a través del estudio de casos. Y un tercer acto que es sobre las entrevistas y opiniones de protagonistas y observadores. El libro, además, incorpora un aspecto muy útil, pues cuenta con unos anexos que, para quienes no somos muy ordenados, son sumamente útiles.
Peirano también reconoció que Perla había llevado a cabo un excelente trabajo al presentar material en torno al cual gira una gran discusión en el Perú y, en general, en todo el mundo. “Una discusión que se remonta muchos años atrás, que tiene una vigencia muy grande y que se proyecta hacia el futuro de una manera tumultuosa, tormentosa, muy intensa”, enfatizó. Luego destacó que el autor de Ética de la comunicación televisiva plantea nuevamente el dilema de si se posible una televisión sana y guiada por la ética, y que en sus conclusiones afirma que tenemos que decir que sí es posible, que hay que insistir en la autorregulación sino en la regulación misma, porque en el Perú, ya después de la experiencia de la toma de los periódicos y los medios de comunicación, hay una suerte de alergia hacia cualquier tipo de posibilidad de control.
En su reflexión final, el sociólogo peruano comentó: “Todos estamos de acuerdo en que no está bien lo que hay en la televisión, pero son pocos los que, como Pepe, se han tomado el trabajo de estudiarlo al detalle y proponer salidas. Y las salidas van por el lado de insistir muchísimo en la autorregulación, en las instituciones que de alguna manera promueven esta autorregulación. Que hay muchos actores en contra, pues sí; pero creo que es una tarea que nadie que trabaje seriamente en el campo de la comunicación pueda abandonar”.
La importancia de la autorregulación
José María Salcedo inició sus comentarios asegurando que “establecer una relación entre la ética y la televisión debe parecerle a muchos una cosa exótica, una exquisitez, un rezago de un ‘hippismo’ de 1960 o un período anterior”. Y luego, sobre la publicación presentada, resaltó: “El aspecto prodigioso del libro de nuestro amigo José Perla consiste en que trata de ver desde la ética y la ley, que refleja en parte la ética pero que no se confunde con ella, lo que es el entretenimiento principal de la humanidad. Porque el entretenimiento principal de los peruanos es la televisión, así como también es el entretenimiento fundamental de la humanidad. Entonces analizar el principal medio de diversión y entretenimiento de la población a partir del prisma ético es todo un acto de audacia en un tiempo como este”.
Salcedo luego reflexionó sobre uno de los ejes de la obra del docente de la Universidad de Lima: “El tema de la autorregulación, que toca Pepe en el libro, es un tema fundamental. La pregunta es si puede darse autorregulación o no. En teoría sí, ¿pero en la práctica funciona o no funciona? El autor mismo dice que con las experiencias en los últimos años no ha estado funcionando como debiera. Ha habido pactos. Yo recuerdo que en la época del terrorismo los canales llegaban a un acuerdo para no explotar en demasía el tema de la violencia y de la sangre. Eso contribuía a que ninguno tenía la primicia del último atentado. Ese pacto consistía en que los canales iban a dar un máximo de tantos minutos, ya que el terrorismo vive prácticamente de la publicidad de sus actos; eso es el terrorismo, crear la sensación de pánico a través de la publicidad de un acto violento, y para eso sirve la televisión y los medios de comunicación. Pero esos pactos duraban poco, por la competencia, porque si yo tenía una exclusiva no iba a estar tres minutos sino media hora. Y esa lógica sigue funcionando. Yo no creo mucho en la bondad de los medios ni en la de los que trabajamos ahí, no porque seamos perversos sino porque la competencia es terrible”.
Dos reflexiones, tres ejemplos y una invitación
Así fue como el autor de Ética de la comunicación televisiva resumió las palabras que diría. En su primera reflexión sostuvo que
“En nuestra época la autorregulación ética, es decir la que cada uno se impone a sí mismo, o la que las instituciones impone a sus miembros, prevalece sobre la regulación estatal en todos los aspectos de la vida: personal, familiar e institucional. Cada vez más personas asumen como la única medida de lo bueno, e incluso de lo legal, lo que ellas mismas piensan, creen, quieren y hacen”.
Su segunda reflexión fue la siguiente:
“Esta corriente ideológica de ética individualista, que marca nuestro tiempo, también se expresa en nuestra legislación sobre la televisión. Esta ley que tenemos desde el año 2004 reconoce el derecho fundamental de los operadores, de los canales, de los anunciantes, del público, los artistas, los periodistas de espectáculos, etcétera, de determinar, cada uno desde la posición que ocupa, la televisión que vamos a tener en el país, de decidir qué programación se va a producir y consumir”.
Sus tres ejemplos sirvieron para demostrar cómo hay una brecha demasiado marcada entre lo que dice la ley y cómo la autorregulación decide cómo cumplir con ella. Uno de los casos que utilizó fue que la Constitución y la ley ordenan que todos los canales de televisión, comerciales o no, y todos los programas de entretenimiento o no, colaboren con la educación y la formación moral y cultural del país.
“Además dicen que todos deben tener una franja de programación educativa. Es decir que aunque los operadores no están obligados todos a educar, culturizar ni moralizar, sí están obligados a no hacer lo contrario; o sea que no deben deseducar, ni bajar el nivel cultural y moral del país. Lo que lamentablemente muchos sí están haciendo. Por otro lado, en cuanto a la obligación de tener franjas horarias educativas, han pasado más de diez años desde la ley y no existe o no se hacen visibles en la programación comercial”, reflexionó Perla.
Finalmente, José Perla cerró la presentación de su libro con la siguiente invitación:
“En el año 1958 entró la televisión en el país, y como muchos de ustedes también yo tuve la suerte de verla nacer. Mi casa estaba a un paso de los canales 4 y 5, así que todo el tiempo me cruzaba con personajes de la televisión. También podía ir a la esquina y ver los espectáculos como el Festival de la Canción Criolla. Hemos llegado al año 2015 y estamos viendo que se acerca el fin de esta televisión tradicional. Personalmente también me siento afortunado de verlo, pues a diferencia de nuestros abuelos nosotros hemos podido vivir varias vidas en una sola, y eso es una riqueza mayor; pero en lo que concierne a nuestros nietos, es fácil observar que ellos ya casi no ven esta televisión nacional masiva, y estoy seguro de que en pocos años sus hijos la recordarán como una curiosidad de la época de los bisabuelos. Ante esta innegable realidad, el libro que hoy he presentado debe ser leído y entendido, sobre todo, como una invitación dirigida a todos, anunciantes, radiodifusores, televidentes, autoridades y periodistas de espectáculos, para que saquemos lo mejor de nosotros y contribuyamos a dar una despedida digna y honorable a nuestra vieja y querida televisión”.