Cuando nos preguntamos por el significado de vida, solemos pensar en experiencias que son vitales, pero, al mismo tiempo, aparentemente inefables. A diferencia de la felicidad o del bienestar, el sentido de vida suele ocupar un pedestal que pocos/as creen poder alcanzar e, incluso, comprender. Se reconoce su importancia, pero una bruma de misticismo lo envuelve, lo cual dificulta poder reflexionar más sobre este aspecto central de la experiencia humana (King et al., 2016).