La irrupción de la COVID-19 en nuestro país trajo consigo —como medida sanitaria para hacerle frente— el distanciamiento social, cuya repercusión en el ámbito educativo obligó a los docentes y estudiantes, en todos los niveles, a interactuar en un escenario virtual. Lo mismo aconteció con los servicios paralelos que hacen posible la enseñanza-aprendizaje, tales como los que brindan las unidades de información de todo tipo: bibliotecas, archivos, centros de documentación y museos. Ese fue el caso de la Biblioteca Ulima, cuya comunidad de usuarios se vio privada, de un momento a otro, del acceso a las estanterías colmadas de libros y de sus salas de lectura. Igualmente sucedió con sus servicios presenciales de asesoría y talleres de capacitación. Sin embargo, el hecho de poseer colecciones electrónicas académicas de acceso remoto, así como profesionales idóneos, permitió atender las demandas de información de sus lectores a pesar del alejamiento de sus espacios físicos. Lo mismo sucedió con sus actividades de búsqueda especializada de información académica, emisión de reportes de Turnitin, aprobación de solicitudes administrativas, así como los talleres de manejo de bases de datos: todos ellos se volcaron de inmediato a la atención en línea.
Así, transcurrido el ciclo académico 2020-1 —desarrollado íntegramente en una coyuntura excepcional—, la Biblioteca Ulima expone, a través de una infografía, sus indicadores de este período, cuyas cifras son superiores a las del 2019, sobre todo en lo que respecta al uso de los recursos electrónicos, que se ha incrementado considerablemente. Del mismo modo, la interacción en línea ha permitido que más estudiantes participen en los talleres de capacitación en un menor número de sesiones.
Para revisar la infografía, haz clic aquí.