Francesca Vargas es una de nuestras grandes deportistas: participó en tenis de mesa en los Juegos Panamericanos Lima 2019, y ahora su gran meta son las Olimpiadas de Tokio 2020. Ella es estudiante de Administración en la Universidad de Lima y, aunque no sabe alemán, planea vivir en Alemania, al menos por un año, y jugar a nivel profesional. Talento y agallas no le faltan para alcanzar sus metas.
¿Qué te pareció el nivel de competencia de los Panamericanos?
El nivel fue muy fuerte. Los juegos consideraban la eliminación simple, es decir, se retiraba el jugador que perdía un partido. Yo participé en 4 pruebas: dobles damas, mixtos, equipos e individuales.
¿Cómo sentiste el ambiente durante el torneo?
Estos fueron mis segundos Panamericanos. La primera vez jugué en Guadalajara, en el 2011, y puedo decir que participar en los Panamericanos siempre es lindo. Fue muy especial estar hospedados en la Villa de Atletas con los mejores deportistas de América, ver la salida de todos los deportistas muy temprano para entrenar o para competir, estar cerca de mis ejemplos a seguir, que son jugadores profesionales y los mejores deportistas en tenis de mesa que entrenan en Europa.
¿No estuviste en los Panamericanos de Toronto?
Yo decidí dejar de jugar en la selección nacional y me mantuve lejos del deporte de alto rendimiento por 6 años. Me dediqué a estudiar y ya nadie creía que iba a regresar, ni siquiera yo lo pensé seriamente, pues entrenaba solo una hora al día y no todos los días, lo cual está muy lejos del entrenamiento que se requiere para competir internacionalmente. De pronto, un amigo me animó a participar en el selectivo de los Juegos Panamericanos Lima 2019; realmente me motivó, así que me fui a probar… y gané el primer cupo. Me puse a llorar automáticamente: el resultado me sorprendió bastante. Desde entonces, estuve muy emocionada y comencé a entrenar con fuerza. Fue tan bueno volver a la selección porque, cuando me retiré, yo era una de las favoritas; incluso fui campeona sudamericana y latinoamericana. Ahora mi meta es el selectivo para los Juegos Olímpicos de Tokio el 2020.
De vuelta a la selección, ¿notaste muchos cambios?, ¿te costó adaptarte al grupo?
Todo lo contrario: encontré las mismas caras. Somos un buen grupo y el ambiente era lindo. Me encanta poder viajar con ellos, pasar todo el día juntos y matarnos de risa. El tenis de mesa me ha permitido viajar por todo el mundo. He estado en bastantes países de Europa y en casi toda América. El ciclo pasado tuve que dejar de estudiar porque me fui casi dos meses a Alemania a entrenar junto con la selección.
En Alemania el nivel de tenis de mesa es muy alto, ¿verdad?
Sí, en Alemania y más aún en China. A mí me encantó Alemania; tengo planeado terminar la Universidad e irme a vivir allá. Siempre he tenido deseos de vivir en otro país y, aunque no hablo el idioma, me gusta mucho su cultura y su civismo. La vida allá no es tan tormentosa como en Lima; allá se respetan las normas y la gente no anda tan apurada.
¿Qué te gustaría hacer allá?
Me gustaría entrenar tenis de mesa a nivel profesional por un año entero después de terminar mi carrea. Podría representar a un club y jugar en una liga.
¿Cómo fueron tus inicios en el tenis de mesa?
Esa es una historia bonita. Mis papás nos regalaron una mesa de pimpón una Navidad y yo empecé a jugar con mis hermanos. Era chica, no llegaba muy bien a la mesa ni coordinaba bien y fallaba todas las pelotas; por eso, mis hermanos no querían jugar conmigo. Un día mi papá me dijo: “Vas a jugar cuando hagas 50 botecitos con la raqueta sin fallar”. Eso era complicado para una niña pequeña, pero asumí el reto: me quedé practicando toda la tarde en el patio de mi casa… y me salió. Entonces pude jugar con mis hermanos. Claro que ellos lo hacían mejor y yo siempre perdía, pero eso me ayudó mucho y más adelante llegué a ganarles. Los tres entrenábamos juntos en el Lawn Tennis; nos formó Javier Gonzales. Yo tenía casi 11 años cuando empezamos y mis hermanos, 14. Uno de ellos estuvo en la selección también y viajó conmigo a un Sudamericano.
¿Ellos ya no juegan?
Ya no. Un día, Stephan le dijo a mi papá que ya no quería darle tanto al pimpón; él quería ser ingeniero de sistemas, quería tiempo para leer de informática. Desde chico eso le fascinó y sabe mucho. Entonces, seguimos Christopher y yo, hasta que él también se retiró. Le dijo a mi papá que yo debía seguir porque era chica y se notaba que tendría futuro en ese deporte, y lo mismo decía el entrenador. Así, me quedé solo yo entrenando, pero mis hermanos siempre me han ayudado mucho; para mí, son lo máximo. Recuerdo que jugábamos campeonatos con ellos y hacíamos nuestro propio ranking en la casa: mi papá ofrecía 20 soles al ganador, que para un chico es un montón de plata, así que te imaginas qué motivados estábamos. Al inicio yo siempre perdía con mis hermanos; después les comencé a ganar.
Ya has avanzado buena parte de tu carrera, ¿ya hiciste tus prácticas preprofesinales?
Sí, en la empresa de mi hermano Stephan, Presla Citas. Él y su gemelo Christopher, quienes estudiaron en la Universidad de Lima también, realizaron este emprendimiento. Eso me gusta mucho de la Universidad: el apoyo que brindan a los emprendedores. Y bueno, también me gustó mucho trabajar ahí, lo que me hizo ver que quiero dedicarme a ventas. En Presla yo hacía presentaciones del software y conversaba con gerentes de clínicas. Stephan me dio confianza para hacerlo. Al principio me ponía nerviosa, pero fui aprendiendo; sobre todo aprendí que el objetivo no es vender por vender, sino que le funcione y le sirva al cliente. Si te preocupas por el cliente y por satisfacer sus necesidades, es sencillo vender. Mi hermano, con toda sinceridad, les dice a algunas empresas que el servicio no les va a servir, sea por incompatibilidad del sistema u otras razones. Su visión no es vender, sino ayudar al que lo necesita. De mi hermano aprendo muchísimo y él ha aprendido muchísimo de los profesores de la Universidad, con quienes ha conversado bastante y lo han orientado en este emprendimiento.
¿Te gusta tu carrera?
Me gusta mucho y la Universidad de Lima también. Cuando trabajé en Presla, me di cuenta de que todos los consejos que te dan en la carrera se ponen en práctica, incluso el hecho de saber expresarme en las reuniones, los términos de negocios, las estrategias y el tema de finanzas, los impuestos y los pagos a los trabajadores… Nada es relleno. Yo guardo todos mis cuadernos, pues sé que en algún momento me van a servir otra vez. Además, la Universidad de Lima les da muchas oportunidades a los emprendedores, como mi hermano, que ha recibido el apoyo de muchos profesores. Yo me quedo impresionada con los proyectos de los emprendedores Ulima y con su actitud: ellos saben que va a funcionar, han estudiado bien el proyecto y tienen la mentalidad necesaria para llevarlos a cabo. Yo quiero continuar con el deporte, pero sé que el deporte tiene un límite y no puedes vivir de eso en Perú. Todos los deportistas necesitamos tener estudios que nos respalden para conseguir un buen trabajo; no podemos descuidar nuestros estudios.
Sin embargo, tendrás que repartirte entre los estudios y el deporte si quieres clasificar a las Olimpiadas.
Este ciclo estoy viendo cómo es la vida de una estudiante que es, al mismo tiempo, deportista de alto rendimiento. No he vivido una experiencia así antes. He participado en campeonatos universitarios, como parte de la delegación Ulima, pero no al nivel de la selección nacional. Vamos a ver cómo resulta todo esto.