Gerardo Freiberg, ingeniero industrial por la Universidad de Lima, ha tenido varias experiencias de trabajo en el sector privado y, desde el 2012, también en el público, donde se ha desempeñado como CEO del Fondo Mivivienda y gerente general de Serpost.
Trabajar en beneficio de las personas es lo que motiva a Gerardo; por eso, como gerente general de Cofide, el banco de desarrollo del Estado peruano, siente que su deber es propiciar el desarrollo de la población, sobre todo, a través de mejoras en su capacidad productiva.
¿Qué te animó a ir a Cofide?
Considero que es un reto interesante y una oportunidad de hacer una diferencia en favor de todos. Para empezar, es necesario considerar que, en el mercado peruano, los ingresos del 70% de la población provienen de actividades informales; por eso, nuestros enfoques de desarrollo tienen que ser diferentes a los modelos de desarrollo del primer mundo. Eso implica realizar muchos cambios en la manera de atender el mercado. Asimismo, el sector informal no es completamente independiente: se articula con el sector formal y con la economía en general, por lo que es necesario aprender a servirlos.
En ese sentido, ¿a Cofide le toca formalizarlos?
No necesariamente. Al final, la formalización debe ser un efecto del acceso al desarrollo. Pero esto será posible a través de la constitución de beneficios para ese sector, de herramientas que hoy no existen.
¿Cuáles son las mejoras que se requieren?
Veámoslo con un ejemplo. Supongamos que yo soy un microempresario de la industria del cuero. Tengo llegada a un mercado local de manera informal, no pago IGV ni impuesto a la renta, y mis empleados —en su mayoría, familiares— son trabajadores informales que no tienen beneficios sociales. En este contexto, siento que me quedo con algo de dinero en el bolsillo y que el negocio va bien; pero, en realidad, esa es una visión de corto plazo, pues así no pienso ni en crecer ni en seguir desarrollándome.
Solo algunos logran dar ese salto…
Unos pocos, sí. La gran mayoría se queda donde está, y así no hay industria. Ese es uno de los temas, por ejemplo, que debemos atender. Otro caso es el del agricultor que no tiene cómo sacar su producto al mercado porque no cuenta con una cadena logística propia; además, dado que no tiene acceso al sistema financiero y como hay muchos intermediarios en la cadena, está a merced de los acopiadores, por lo que gana muy poco, y eso sin contar que, de vez en cuando, ocurre un evento climático catastrófico para el negocio. Entonces, no es que el negocio no sea rentable, sino que, para mejorar los precios en toda la cadena, hace falta atenderla en su totalidad y dar facilidades al productor, a quien maneja la cadena logística y a los clientes intermedios. Este tipo de cambios son los que debemos hacer, y eso que aún no hablamos de tecnología de siembra, inversiones para tecnificar la siembra, mitigación de riesgo por diversificación de cultivos, etcétera. Son temas que no pueden ser atendidos con el crédito tradicional: necesitamos diseñar mecanismos adecuados, con tasas apropiadas, que recojan realmente el riesgo. Hay que avanzar atendiendo las necesidades de cada sector, uno por uno, y, en paralelo, atender el mercado con aquello que tenemos haciendo algunas mejoras para llegar a más personas.
Dentro de todas las tareas pendientes que tienes en Cofide, ¿hay alguna que sea prioritaria?
Hay varias, en realidad. Como número uno está todo lo relacionado con la responsabilidad, y esta abarca varios aspectos: sostenibilidad económica, medioambiental y con la sociedad. Eso significa tener un enfoque en la promoción de bionegocios, econegocios, reforestación, etcétera. Por otro lado, no podemos perder de vista a quienes pretenden conseguir dinero con la deforestación; para ellos también debemos desarrollar un plan atractivo e incorporarlos a una cadena de valor. Hay que hacer un trabajo de articulación para que las personas comprendan que deben trabajar coordinadamente, en unión con otros integrantes de la cadena de valor, y así lograr beneficios. La mejora de las condiciones de vida de las personas también es un campo de importancia nacional.
¿Qué se piensa hacer al respecto?
Hace falta promover los negocios vinculados a la mejora de las condiciones de vida de las personas, como la acuicultura responsable. No nos enfocamos, por ejemplo, en las grandes mineras; pero, si ese tipo de actividad va a tener un impacto grande en su zona de influencia, entonces podríamos financiar determinadas partes de la inversión en beneficio de la población, sobre todo, si las iniciativas se orientan a mejorar la capacidad productiva de las poblaciones. Ese es el cambio que estamos trabajando en Cofide. No vamos a dejar de lado los grandes proyectos de infraestructura, pero tampoco pretendemos acompañar a quien ganó la licitación para ver cómo se hace más rico; tenemos que entrar antes de que se gane el proyecto para estructurar un mecanismo de financiamiento que sea mejor para el país.
Tienes bastante trabajo por delante.
Bastante, sí, y está pensado en el largo plazo. Estoy seguro de que diseñar y ejecutar los cambios durará más que mi gestión, pero estamos sentando las bases para que todo funcione.
¿Dónde te sientes mejor: en el sector público o en el privado?
Me gustan ambos, siempre que haya retos por superar. Anteriormente, he trabajado en Michell & Cía., en el grupo Navarro Grau para Campo Fe, en DTV, entre otros. Llegué al sector público para trabajar en el Fondo Mivivienda, donde me pidieron garantizar la sostenibilidad financiera. Ahí me dio mucha satisfacción trabajar en favor de las personas y eso fue lo que me interesó del sector público: me agrada generar un impacto positivo en la población. Luego, trabajé en Serpost, donde hicimos una reingeniería del servicio apuntando a lo que es hoy: los servicios postales ya no son de comunicación, sino que son un soporte importante para el comercio electrónico, un servicio masivo y barato.
¿Tienes un balance entre tu vida privada y la laboral?
Es fundamental encontrar un balance entre el trabajo duro y el disfrute del poco tiempo libre. Yo trato de pasar tiempo con la familia y me dedico al cultivo de orquídeas. Esta actividad me ayuda a comprender algo que es parte de la vida: que uno no tiene todos los elementos bajo control.
¿Cómo fue tu paso por la Universidad de Lima?
Fue muy bueno, fue una época muy provechosa para mí. Tuve la oportunidad no solo de desarrollarme como estudiante, sino también como jefe de prácticas. Además trabajé en el Centro de Investigación de la Producción Industrial (CIPI), experiencia que fue muy gratificante porque conocí la dinámica interna de la Universidad y aprendí mucho. También recuerdo que, en el último año de carrera, el decano de Ingeniería Industrial de ese entonces me invitó a participar en un proyecto de implementación del sistema mecanizado de la planilla de los obreros comunales, un reto interesante, pues implicaba ingresar en un ambiente muy complicado, donde se conjugaban factores políticos y sociales, y presiones de diferente tipo, con un trabajo muy técnico, que era desarrollar un mecanismo de planilla seguro que permitiera identificar cualquier problema, y funcionó muy bien. Haber participado en investigación y ser jefe de práctica me ayudó a desarrollarme mucho.