Desde muy chico, Enrique Pajuelo se interesó en trabajar en la fábrica artesanal de ladrillos de su padre. Luego tomó la posta en el negocio y llevó la fábrica al siguiente nivel. Ahora tiene cuatro fábricas de ladrillos en el Perú, una de ellas está totalmente automatizada y rumbo a ser la primera industria ladrillera 4.0 del Perú.
Enrique estudió Ingeniería Industrial en la Universidad de Lima. Es presidente ejecutivo de la ladrillera Fortes y miembro del Consejo Directivo de la Cámara Peruana de la Construcción (Capeco), donde ha presidido el Comité de Formalización de la Construcción.
¿Cómo te iniciaste en el negocio con tu padre?
Recuerdo que siempre estaba al lado de mi padre. A los doce o trece años lo acompañaba a la ladrillera artesanal que tenía. Cuando estaba por terminar el colegio, le pedí consejos sobre qué carrera elegir y él me recomendó que estudiase Ingeniería Industrial. Eso hice, y me la pasaba viendo planos de fábricas, imaginando qué se podría hacer. Pero todo era un sueño en ese entonces, porque la empresa era bastante artesanal. Mis primeras prácticas las hice en el negocio de un amigo de mi padre, que tenía una ladrillera moderna para ese tiempo. Mi objetivo era conocer cómo funcionaba otro tipo de maquinaria. En esa época hice poca vida universitaria porque trabajaba mucho, tenía muchas ganas de aprender en la ladrillera. En la Universidad conocí a quien es mi esposa. Ella estudiaba Contabilidad y me veía con un cuaderno donde anotaba las cosas que compraba, y comenzó a apoyarme. En ese tiempo yo era cajero, vendedor, jefe de planta, jefe de calidad, de todo. Con los años, ella se convirtió en la contadora de la empresa y luego pasó a ser directora.
¿Qué reto logrado te hace sentir orgulloso?
El hecho de que la fábrica ubicada en Lima esté en camino a ser la primera ladrillera de industria 4.0 en el país es un motivo de orgullo para mí. Ser ingeniero industrial y conseguir que mi industria sea la primera en la automatización es mi mayor logro, sin duda.
¿Cómo es la automatización en una empresa ladrillera?
Primero quisiera poner la pregunta en el contexto. El sector ladrillero en el Perú es uno de los más informales. De hecho, yo empecé siendo informal a los diecisiete, dieciocho o diecinueve años. Conozco la informalidad al detalle. Competir hoy en un mercado donde muchos son informales implica que, de arranque, tienes una desventaja. El formal paga el dieciocho por ciento de IGV, algo que los informales no pagan. Además, paga treinta por ciento de impuesto a la renta, que tampoco pagan los informales. En total, estamos hablando de cuarenta y ocho por ciento en impuestos que unos pagan y otros no. Hubo un momento en que me encontré en la disyuntiva entre mantenerme como informal u optar por la formalidad. Finalmente, encontré la salida en la automatización.
¿Por qué en la automatización?
Viajé a Europa y a varios países de nuestra región, como Argentina, donde la industria ladrillera está muy avanzada. El principal ladrillero argentino me aconsejó que automatizara para ver los ahorros y las eficiencias. Me dijo que ya no iba a depender de controles manuales y que iba a obtener mayor productividad. Y al día de hoy todo está automatizado en la fábrica de Lima. Dependemos de personas, claro, porque la persona dirige todo, pero las cosas funcionan de una manera totalmente predecible.
¿Predecible en qué sentido?
Antes, los clientes tenían que esperar horas o días para comprar sus ladrillos. Ahora, yo le puedo decir a un cliente que venga con su camión a las cuatro y cuarenta y cinco de la tarde para que cargue sus ladrillos. Puedo citarlo con esa precisión horaria, lo cual es formidable, gracias a la automatización. Tenemos sensores que funcionan a modo de alarmas en una computadora y todo está conectado a través del internet de las cosas. La información se sube a la nube y así, desde mi celular, veo todos los parámetros de la fábrica y puedo mover la llama del quemador diez del horno para que no esté a ochocientos grados, sino en ochocientos diez grados. Y lo puedo hacer desde cualquier parte del país.
¿Qué ha sido lo más difícil de lograr en tu empresa?
Definitivamente, los primeros años son los más complicados. Las cosas no caminan bien o pierdes mucho o pierdes todo. Yo recuerdo que abrí la primera fábrica gracias a que la familia me dio capital. El banco no me hubiera prestado, porque no tenía historial crediticio. Un día, como a los veintisiete o veintiocho años, regresando de la fábrica, me detuve en la Carretera Central y me pregunté a mí mismo si tenía sentido lo que estaba haciendo, si no era mejor apostar por el mundo corporativo, como mis amigos lo estaban haciendo. Recuerdo que lloré en ese momento. Pero luego de los cinco primeros años, fui mejorando. En el 2017 terminábamos la primera parte de esta fábrica automatizada en Lima, la cual iniciamos en el 2015, y vino el fenómeno de El Niño costero. El río Huaycoloro se desbordó en Huachipa el 31 de enero del 2017 y se inundó toda la fábrica. Teníamos una masa de lodo de un metro de altura en una fábrica nueva completamente. Fue un desastre, pero yo estaba convencido de que íbamos a salir adelante. Tuve unos meses terriblemente duros, pero conté con todo el apoyo de las personas en la empresa y los bancos nos apoyaron mucho en esa época, así que salimos adelante en pocos meses.
Cuando fuiste presidente del Comité de Formalización en la Cámara Peruana de la Construcción (Capeco), ¿qué problemas viste que ocasiona la informalidad en la construcción?
Promover la formalización en la construcción es mi batalla desde hace diez años. Los peores problemas que puede generar la información en la construcción están por venir. Cuando se produzca en Lima un sismo como el del 2007 en Pisco, van a morir muchas personas. Miles de casas que se han construido informalmente se van a caer en minutos, como un castillo de naipes, de todos los cerros de Lima. Van a morir muchísimas personas. Eso será producto de la informalidad en la construcción. La gente ha construido en sitios donde no debía, sin asesoría técnica, con materiales inadecuados, sin un diseño arquitectónico. Eso es la informalidad: no respetar las normas y jugar con la vida de las personas.
¿Qué se puede hacer frente a eso más allá de la prevención, sobre todo considerando lo que ya está construido?
En Capeco hemos estudiado mucho ese tema. Hemos planteado una propuesta que se llama Construyendo Formalidad, que tiene cuatro ejes. El primero es en relación con el suelo urbano. Como no hay terreno, la gente invade. Entonces el Estado tiene que sanear muchos terrenos que tiene disponibles, poner agua, desagüe y ofrecerlos a privados. En segundo lugar, hay que promover el uso de materiales de construcción de calidad. Tercero, debemos fortalecer a pequeñas microempresas constructoras, no a las grandes. En cuarto lugar, la formalización laboral. Hay que formalizar al trabajador de la construcción, no solo en cuanto a temas laborales, sino en cuanto a conocimientos. Además, se necesita difundir una cultura de la formalidad, enseñar desde los colegios que es bueno hacer las cosas bien, pensando en el largo plazo. En cuanto a lo que ya está construido, solo queda reforzar lo que hay, poner refuerzos a las columnas con la ayuda de profesionales. Eso es, a grandes rasgos, lo que habría que hacer. Por iniciativa nuestra, hemos creado la Asociación Ladrillera de Cerámicos del Perú (Alacep) para promover buenas prácticas de formalidad y para difundir lo que se puede hacer para formalizarse. Tratamos de dar a conocer las ventajas de la formalidad: si pagas impuestos, los bancos te pueden dar crédito; si tienes a tu gente en planilla, evitarás contingencias laborales; si tienes controles ambientales, ya no te multará el Estado.
¿Quiénes tienen un papel por cumplir en la promoción de la formalización?
Todos los actores involucrados, no solamente el Estado. Las empresas constructoras, las proveedoras de material de construcción, los fabricantes, las ferreterías, los colegios profesionales de arquitectos y de ingenieros, los maestros de obras, que tienen un peso muy importante en la autoconstrucción.
¿Qué haces en tus tiempos libres cuando no te dedicas a la actividad empresarial ni gremial?
Soy maratonista desde hace diez u once años. Este deporte me ha enseñado a mirar en el largo plazo. Y es que terminar una maratón de cuarenta y dos kilómetros es un trabajo de largo aliento que implica mucho entrenamiento y tenacidad. Cuando te encuentras en el kilómetro treinta surge lo que llaman “el muro”, es donde sientes que el cuerpo no da más y quieres retirarte de la carrera. Sin embargo, tienes que concentrarte en el objetivo para terminar. En ese sentido, la maratón me ha servido mucho en la actividad empresarial. Por otro lado, me gusta leer, me gusta estar actualizado.
¿Cuándo empezaste a correr?
Yo antes era sedentario. Un día, escuché un podcast que hablaba de visualizar el futuro y de cómo quisieras que te vean tus hijos, cómo quisieras encontrarte de salud. Cuando escuché eso estaba con sobrepeso, pero eso me motivó a caminar y luego a correr para bajar de peso, junto con un grupo de amigos. Luego nos empezó a gustar y ya no corríamos para bajar de peso, ahora es parte de nuestras vidas. El día que no corro, siento que algo me falta. La disciplina siempre supera el talento. En mi caso, nunca he tenido talento para correr ni hacer deportes, y ahora soy maratonista.
¿Qué te gusta leer?
Leo sobre psicología positiva y cómo influir positivamente en las personas. Hace tres o cuatro años me formé como coach ontológico, así que me gusta leer sobre esos temas. También sobre liderazgo y management. Recientemente, leí la historia de Jeff Bezos, antes de eso leí sobre Richard Branson y el libro Liderazgo tribal. Eso me retroalimenta. Actualmente ya no tengo una posición directiva en la empresa, pero de todas maneras siento la necesidad de estar informado.
¿Y qué valoras de la Universidad de Lima?
Lo que más valoro es la calidad de los profesores. Algunos de ellos me marcaron. La malla curricular de la Carrera de Ingeniería Industrial está orientada a la labor gerencial y la dirección de empresas. Además, valoro el hecho de que la carrera nos dio una diversidad de opciones para desempeñarnos en la vida laboral. Mis amigos de la promoción están bastante bien ubicados en empresas. Unos en marketing, otros en finanzas, en operaciones, recursos humanos, en gerencias generales, etcétera. Luego, cuando llevé un MBA, me pareció una extensión de la carrera. El pregrado me sirvió muchísimo, había una preocupación por hacernos reflexionar, por desarrollar en nosotros la capacidad de análisis y el juicio crítico. Además, tengo excelentes amigos de la Universidad y, hace dos años, volví para hacer un Diplomado en Innovación, Startups y Negocios. Tengo la mejor opinión de la Universidad de Lima.