Apostando por las personas y el medio ambiente

Patrick Vásquez de Velasco se considera afortunado por contribuir a proteger la tierra y el medio ambiente y por llevar desarrollo a las personas del campo por medio de Nampi Foods, empresa donde él es el CEO. Este emprendedor egresado de Ingeniería Industrial Ulima vende café, cacao, madera y otros productos. Pero se asegura de ejercer una agricultura regenerativa, de producir su propio compostaje y de controlar plagas de manera biológica. Ha creado áreas de conservación protegidas por su Nampi Foods, donde viven animales rescatados de la caza furtiva. Además, les paga bonos a los agricultores cuando logra vender sus productos por encima del precio estimado.

Nampi Foods es una empresa con una cadena de suministro corta. ¿Podrías explicar cómo funciona?
Nampi Foods nace con la misión de devolver poder al agricultor y al consumidor, como era hace muchísimos años, cuando el productor entregaba sus bienes directamente a los consumidores. Actualmente, el agricultor vende su producto a una cadena de actores larguísima, que termina en el supermercado. Recién ahí se pone a disposición del consumidor un producto altamente encarecido. La cadena de suministro de Nampi Foods está verticalmente integrada con los agricultores. Tenemos nuestras propias fincas de café y cacao, 150 hectáreas de café y 300 de cacao. Somos los agricultores, exportadores e importadores incluso, pues en el caso del café tenemos una tostaduría en Estados Unidos, en las afueras de Filadelfia. Vendemos a 600 tiendas grandes en la costa este. Nuestra idea es llegar al consumidor con esa integración vertical, conectar directamente al consumidor y al agricultor.

¿Qué productos venden, además del café y el cacao?
Vendemos pallets de madera, ya que tenemos bosques de bolaina. Además, tenemos bambú, plátano bellaco y un par de productos que son de venta local. En el mercado de consumo vendemos también productos como café tostado, chocolate, frutas deshidratadas, frutas deshidratadas bañadas en chocolate y barras de proteína. 

¿Qué acciones realizan dentro de su política ambiental?
La empresa opera con conciencia ambiental. Realizamos labores de reforestación y trabajamos en conjunto con las comunidades nativas. Al ser parte de Shared X, que es una empresa de impacto, todo lo que hacemos tiene un enfoque ambiental y social. Les compramos a los productores a muy buenos precios y, si logramos vender sus productos por encima del precio estimado, les retribuimos un bono adicional. Hemos logrado dar bonos adicionales los últimos tres años. En las fincas estamos certificados con el sello Libre de Trabajo Infantil, USD Organic, de agricultura orgánica, y UTZ, de agricultura sostenible. Y en la tostaduría como Sistema B, para empresas y marcas con propósito. Nuestros productos son orgánicos, seguimos prácticas de agricultura regenerativa, producimos nuestro propio compostaje, utilizamos bioestimulantes, microorganismos para el biocontrol de plagas, y en cada una de nuestras fincas hemos reservado áreas de conservación muy grandes, áreas protegidas por nosotros. Eso ha generado que periódicamente nos lleven animales rescatados de la caza furtiva. Nosotros los acogemos y los dejamos vivir en paz. Tenemos un osito perezoso recuperado, lo mismo que unas serpientes y muchísimas tortugas. Precisamente porque no intervenimos en esas zonas, estas se han vuelto un destino de muchas especies de aves.

¿Cómo venden sus productos a granel?
Tenemos clientes que compran contenedores de productos puestos en el puerto del Callao. Además, nosotros mismos los llevamos a Estados Unidos y vendemos café por sacos a pequeñas tostadurías. 

¿Cómo fue que surgió Nampi Foods a partir de Shared-X?
Conforme fue creciendo Shared-X, empezamos a diferenciar áreas de negocios e inversiones con afinidad, y una de estas agrupaciones se convirtió en Nampi Foods. Decidimos, como grupo, que yo me encargaría personalmente de esta empresa.

¿Qué satisfacciones encuentras al trabajar en una compañía como esta?
Me encanta mi trabajo. Me siento afortunado de dirigir una empresa con un propósito. Tratamos de multiplicar los ingresos de los pequeños agricultores y de proteger el ambiente, lo cual me da mucha satisfacción. 

¿Cuáles han sido los principales retos que has enfrentado al arrancar una empresa desde cero?
Los retos son muchísimos. El Perú es un país con altos niveles de incertidumbre. Al mismo tiempo, los ciclos de pago de los supermercados son muy largos, es un desafío encontrar buenas maquilas y hay mucha informalidad o falta de expertise para llevar productos al extranjero, entre otras cosas.

Por otro lado, ¿de qué te encargabas cuando trabajaste en Sodimac?
Yo trabajaba en Sodimac Chile como consultor de operaciones, pero desde el Perú. Luego me pasé al equipo del Perú, como director de Supply Chain. Sodimac es una empresa muy interesante y muy dinámica. A mí me fascinan los temas de la mejora del hogar y la construcción, así que me sentía como niño en juguetería cada vez que visitaba una tienda. Aprendí muchísimo de esa experiencia.

Antes de eso estuviste en Canadá. ¿Cómo fue tu experiencia de vida y de trabajo en ese país?
Cuando salí de la Universidad de Lima, trabajé cinco años en Frenosa, que también fue una linda experiencia. Luego me fui a Canadá con mi esposa, que ya conocía ese país, al igual que yo, pues tiempo atrás estudié inglés allí. Queríamos hacer un cambio en nuestras vidas y nos fuimos. Nos costó al inicio, pero después nos fue muy bien. Tuvimos dos hijas allá: Ariana, de 18, y Lara, de 14. Ahora Ariana se va a Canadá a estudiar su bachillerato. En algún momento decidí hacer un MBA y lo hice con un doble grado que había entre la Universidad de Queens y la Universidad de Cornell. Una experiencia muy buena. 

¿Dónde trabajaste en Canadá?
Trabajé en varias empresas, las últimas dos fueron Honeywell y Husky Injection Molding Systems. En la primera estuve en la división de Detección de Humo. Era una empresa muy bonita. Siempre digo que, de todos los lugares donde he trabajado, este es el segundo con más propósito, después Nampi Foods. Se sentían unas ganas muy fuertes de salvar vidas a través de la detección temprana de incendios. Luego me pasé a Husky, que producía máquinas para la inyección de botellas de plástico PET. Una empresa interesante que me dio la oportunidad de explorar mi vena comercial y continuar mi relación con Latinoamérica, que ya había iniciado en Honeywell. En esta última manejaba los mercados de Canadá y Latinoamérica; luego, con Husky, toda América. Después de 14 años de vivir en Canadá, volvimos al Perú por razones familiares. 

¿Qué valoras de tus estudios en la Universidad de Lima?
Primero que nada, la pasé muy bien en la Universidad de Lima. Fueron años en que hice muchos amigos, me divertí mucho y sentí una fuerte presión en los estudios. Durante un par de años fui parte del grupo de personas que integraron el equipo de rugby Ulima, y la Universidad nos auspició con ropa deportiva. Por otro lado, recuerdo que trabajé a tiempo casi completo durante toda mi carrera. Fueron años muy intensos, que me traen muchos recuerdos. Me encantó estudiar en la Universidad de Lima, fue una experiencia inolvidable. De hecho, una de las decisiones más acertadas que he tomado en mi vida fue estudiar Ingeniería Industrial en la Ulima, porque la Carrera te forma con una versatilidad enorme. En este mundo, un profesional que quiere llegar alto necesita estudiar un posgrado, e Ingeniería Industrial es la base perfecta para llevar casi cualquier maestría. La Carrera tiene una base numérica muy sólida, te forma con un completo entendimiento del mundo de la empresa y de la industria, te da herramientas muy importantes y una en especial para mí: los diagramas de flujo. Estos suceden en mi cabeza todo el tiempo, lo cual debo a mi formación en la Universidad de Lima. La Carrera da a los estudiantes una forma de pensar sistemática y ordenada, orientada a la solución de problemas y a la mejora continua.