En la misma ciudad, confluyen distintas realidades. Cada quien tiene su propia experiencia del confinamiento social. A todos nos ha tocado vivir la misma crisis, pero para unos esta situación es todavía más crítica. El sociólogo Javier Díaz-Albertini, docente del Programa de Estudios Generales de la Universidad de Lima, analiza qué ocurre en la sociedad y cómo cambiarán algunas cosas en el futuro, a partir de la cuarentena por la COVID-19.
¿Qué cambios cree usted que va a generar esta pandemia en nuestra sociedad?
Va a haber varios cambios con un lado positivo y otro negativo. Si nos situamos en el ámbito familiar, por ejemplo, estamos valorizando más el trabajo doméstico, sobre todo en ciertos sectores, donde se practica el teletrabajo y, al mismo tiempo, se realizan las tareas del hogar y se atiende a los hijos. En segundo lugar, estamos redescubriendo la familia. Normalmente, los padres trabajamos y los hijos estudian, y el fin de semana cada quien tiene sus actividades, todos están muy ocupados siempre. Pero ahora nos vemos de nuevo, convivimos, redescubrimos el tiempo familiar y compartimos. El lado negativo es que, en algunos casos, ha aumentado la violencia familiar. El Perú es un país con niveles muy altos de violencia familiar, y hay indicadores de que esta ha aumentado debido al confinamiento.
¿Cómo aprecia el uso de la tecnología en estos tiempos?
La tecnología que hoy usamos siempre ha estado ahí, solo que este proceso nos enseña que la tecnología sirve mucho más allá del streaming y las redes sociales. La usamos para trabajar, lo cual ya se hacía, pero a niveles muy básicos, estaba subutilizada. Seguramente el teletrabajo se va a mantener en el futuro, por lo menos para un sector de la población económicamente activa y para las universidades. Se combinarán el trabajo y los estudios presenciales con los no presenciales. El lado negativo es que no hay una separación clara entre el trabajo y el hogar.
Esta etapa profundiza las diferencias. ¿Qué reflexión le motiva este hecho?
Eso es cierto. Esta crisis nos ha llevado a evidenciar mucho más las desigualdades que hay en el país. Para unos, el confinamiento es más llevadero. Para otros, es imposible estudiar en las condiciones en que viven. De otro lado, buena parte de nuestros compatriotas viven en ambientes pequeños y en condiciones sumamente difíciles. A esto se suma que sus ingresos económicos prácticamente han desaparecido. Entonces se nota una falta de empatía cuando alguien critica a quienes van al mercado todos los días o que regresan como pueden a sus lugares de origen. Hay que pensar que muchos solo pueden comprar para el día. Otros han perdido su trabajo acá y no tienen cómo sobrevivir, necesitan ir donde su familia, para que los ayuden en este momento. Los tiempos que vivimos son duros para todos, pero para unos son durísimos.
Usted mencionó el tema de la ayuda doméstica. ¿Vamos a valorarla del mismo modo cuando acabe la pandemia? ¿Vamos a seguir llamando héroes a los médicos, a los policías y a las Fuerzas Armadas que nos protegen hoy día?
Son preguntas muy difíciles, porque estamos en esta situación hace dos meses, mientras que lo otro viene durando toda la vida y se remonta a generaciones anteriores, inclusive. Hay una reacción solidaria de reconocimiento a los llamados héroes, pero, por otro lado, las noticias nos muestran que en algunos edificios no quieren dejar entrar a los profesionales de la salud que viven ahí. Esta crisis está revelando aspectos que desconocíamos de las personas y de nosotros mismos. Algunos no respetan el distanciamiento, hay quienes tuvieron la reacción desesperada de comprar víveres para guardar, sin pensar en si dejaban algo para los demás. Definitivamente, hay un lado que no es positivo. Aun cuando se halle una vacuna y todos nos inmunicemos, la vida no será como antes. Es difícil saber si habremos aprendido una lección de todo esto, si habremos adquirido una nueva habilidad, si seremos mejores personas, no sé si la gente va a ser más solidaria, tengo mis dudas. La última vez que vivimos una epidemia complicada fue la del cólera, y en ese entonces sí cambiaron algunas de nuestras costumbres. Al menos en un sector, hubo mayor preocupación por la limpieza de los alimentos y se mantuvo en adelante. No sé si ahora pase algo así.
¿De qué manera nos puede marcar el miedo, el distanciamiento, la necesidad de protegernos del otro?
Todo va a depender de cuánto tiempo tome hallar una vacuna. Unos dicen que tardará dos años; otros, que antes de fin de año ya habrá una. Cuando esto suceda, veremos. Ahí nos daremos cuenta de cuánta solidaridad se habrá desarrollado. Lo que sí es un hecho es que se seguirá aprovechando el teletrabajo, que es una ventaja para cualquier empresa o institución. Incluso es una ventaja en el sentido de que habrá menos carros circulando por las calles. Tengo alumnos que se tardan dos horas en trasladarse de sus casas a la Universidad y, así como ellos, hay mucha gente. Por otra parte, esta crisis ha evidenciado las debilidades de nuestro sistema de salud. Necesitamos un sistema nacional de salud muy bien financiado, que dé un servicio de calidad a todos. En el Perú, al igual que en otras partes del mundo, la revolución neoliberal ha privatizado muchos servicios públicos. Si tienes un seguro de salud, consigues algo mejor en atención médica, pero el sistema nacional está muy mal equipado y mal financiado, los doctores y las enfermeras no están bien pagados.
Muchos vaticinaban saqueos durante la cuarentena, debido a la situación de pobreza y a los altos índices de delincuencia que hay en el país, pero nada de eso ha sucedido. ¿Qué opina al respecto?
El Perú ha pasado por retos enormes. Veo improbable que haya saqueos aquí, debido al tipo de vida y de cultura que tenemos los peruanos. El peruano ha pasado por muchos problemas, se ha caído y se ha levantado miles de veces. Recordemos el fenómeno de El Niño costero, que fue terrible, y no hubo un solo saqueo. Recuerdo que en un noticiero le preguntaron a la gente que se había quedado sin sus casas qué iban a hacer, y la respuesta fue: “Voy a construir de nuevo”. Lo mismo pasó con el shock económico de Alberto Fujimori, buscamos formas de salir adelante. En Argentina y Chile, por el contrario, se protesta por mucho menos. No sé si nosotros soportamos más, si somos más resilientes, pero es parte de nuestra cultura. En el país, el 73 % de los trabajadores son informales, y los informales viven etapas buenas y malas. Es muy diferente al caso de quien recibe una quincena estable, que le permite endeudarse y comprar cosas. Si al peruano que lava carros un día le dicen que ya no puede hacerlo, entonces se busca otra manera de ganar dinero. Puedo estar equivocado, pero si reviso la historia y veo los momentos críticos que hemos atravesado, rara vez se ha saqueado en Lima. Por eso no me extraña que no haya pasado ahora.