La naturaleza del cine de explotación, vertiente cinematográfica caracterizada por exponer, de modo explícito y sin censura, la sexualidad, el crimen, la drogadicción y la violencia social, se explora en la edición 28 de Ventana Indiscreta, la revista de cine de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, publicada por el Fondo Editorial de nuestra Casa de Estudios, que se presentó el 26 de abril.
El encuentro contó con la participación de José Carlos Cabrejo, docente e investigador de la Universidad de Lima, y director de la revista; José Carlos Yrigoyen, periodista y escritor; Carlos Torres Rotondo, exalumno Ulima, y autor e investigador sobre literatura, música y cine; y Gisella Barthé, cineasta y crítica de cine. Los expertos dialogaron sobre el aporte de la revista y la influencia de este tipo de cine en la industria actual.
Carlos Torres explicó las características distintivas de esta rama alternativa y poco discutida del cine:
“Si bien existe un canon cinéfilo con los grandes directores, también existe otro canon, uno alternativo, conocido como serie B o de explotación. Estamos hablando de otra estética y gramática. Uno ve los ‘spaguetti western’, por ejemplo, las películas de Sergio Leone, en las que la indumentaria de los actores es distinta, hay mucha más mugre, son todos mucho más sucios y feos que en el cine de Hollywood. En general, la estética de la explotación es una de la obscenidad, de lo grotesco y de lo explícito. El cine de explotación es una invitación a no apartar los ojos de la pantalla y de las atrocidades que suceden frente”.
Asimismo, indicó que el cine de explotación tiene la particularidad de colocar al espectador de cara al fenómeno de la muerte, y que ha sido desarrollado en mayor medida por la industria cinematográfica norteamericana, italiana y japonesa:
“Las películas de explotación nos enfrentan con la muerte. Ver este tipo de películas es acercarnos a ella para dejar de tenerle miedo. Quien sale de una película de terror muy fuerte, se va aliviado […]. Hablamos de películas producidas bajo no solo otros parámetros estéticos, sino también de producción. Son filmes más baratos para un público de culto, para paladares abiertos a distintos sabores”.
Por su parte, José Carlos Yrigoyen destacó la calidad intelectual de la revista e hizo referencia al difícil desafío que es definir el cine de explotación:
“El primer texto, el de ‘Chacho’ León Frías es notable, porque comete una tarea muy complicada, que es definir el cine de explotación, pues no hay una definición exacta. Además, reconoce que la idea de que este tipo de cine no cuente con una vertiente autoral es relativa. Andy Milligan y Russ Meyer son directores que tienen un mundo personal. No hay un concepto que todo el mundo acepte, y la valoración de las películas cambian. Es complicado definir el cine de explotación, porque hay muchos matices y contextos cambiantes”.
José Carlos Cabrejo precisó la importancia que tiene el cine de explotación para los directores más reconocidos a nivel mundial, y citó el caso del cineasta Quentin Tarantino:
“Cuando me he topado con revistas especializadas de cine, el tema de la explotación no se suele tocar con mayor profundidad porque regularmente ha sido un cine visto con desprecio, como si fuera uno de baja categoría, pero este cine es crucial para entender qué ocurre actualmente con los realizadores más prestigiosos. No podemos entender la obra de Tarantino sin el cine de explotación. Esa violencia descarnada que vemos en sus películas tiene influencia tanto del cine popular italiano como de las películas de explotación de la industria japonesa”.
La revista Ventana Indiscreta se puede adquirir en versión física en las librerías Libun, y se encuentra disponible en versión digital desde el sitio web de la Universidad de Lima.