La protección del patrimonio arquitectónico —monumental o modesto, moderno o antiguo— implica también la conservación de la identidad de una comunidad y la posibilidad de contar con una vivienda digna, por eso es una tarea que merece un complejo análisis y una especial atención. Precisamente, la segunda edición de la revista Limaq contiene artículos que abordan diferentes formas de conservación, todos estos con una visión de desarrollo colectivo.
Esta publicación de la Carrera de Arquitectura de la Universidad de Lima incluye artículos escritos por investigadores nacionales y extranjeros. Al respecto y sobre su visión de la conservación del patrimonio y urbanismo en Lima, comentan en la siguiente entrevista el director de Limaq y director de la Carrera de Arquitectura de la Ulima, Enrique Bonilla, así como el docente y editor de este número de la revista, Martín Fabbri.
¿Cómo se organiza la revista Limaq, en cuanto a periodicidad y temática?
Martín Fabbri: Es una publicación anual y cuenta con espacio para arquitectos jóvenes, docentes e invitados. Cada año se aborda un tema distinto, con un editor invitado cada vez, especialista en el tema. El primer número lo editó Octavio Montestruque y se dedicó a la enseñanza de la arquitectura; el segundo lo he editado yo y el tema es la conservación del patrimonio. El tercero abordará el problema de la vivienda y el cuarto girará en torno a la ciudad.
¿Cómo se selecciona a quienes participarán en cada edición de la revista?
Enrique Bonilla: Se lleva a cabo una convocatoria abierta por internet y a partir de ahí el editor organiza los temas. Es casi una pesquisa la búsqueda de artículos. En las dos ediciones publicadas tenemos varias colaboraciones de Europa y América Latina.
¿De qué trata cada sección?
M. F.: En este número tenemos una primera parte dedicada a los invitados. Está el profesor Francesco Piccarreta, de la Universidad de Roma La Sapienza, quien se refiere al problema del patrimonio en relación con los sismos. En Italia ha habido sismos en pequeños centros históricos e inmediatamente se ha implementado una serie de medidas. Tenemos un artículo de los profesores de la Universidad Politécnica de Madrid David Rivera y Fernando Vela, que habla sobre el patrimonio peruano. Hay un artículo de una estudiante de doctorado en Madrid, Carolina Castañeda, sobre los edificios destinados a la industria del tabaco y su consonancia con lo que sucede en España y el Perú, es interesante porque el lector puede ver similitudes. Por último, en esa misma sección, la profesora de la Universidad de Lima Inés Campos y una colega de la Universidad Ricardo Palma, Doraliza Olivera, realizan un análisis de los recorridos por el Museo de Arte de Lima y el Museo de Arte Italiano.
En las siguientes secciones, ¿qué podemos encontrar?
M. F.: La segunda parte de la revista incluye investigaciones sobre patrimonio e historia, son miradas de arquitectos al mundo de la antropología, la iconografía. Entre ellos, los profesores Octavio Montestruque, Ángeles Maqueira y Christopher Schreier. Al final, hay un dossier de una egresada de la primera promoción de Arquitectura Ulima, Claudia Sánchez. Y un artículo colectivo de estudiantes.
¿Qué encontramos en el dossier?
M. F.: Una egresada de Arquitectura de la primera promoción de la Universidad de Lima ha llevado a cabo un proyecto en el Hogar San Vicente de Paúl, en Barrios Altos. Es un albergue geriátrico y el proyecto trata de una intervención para mejorar las condiciones y proyectar la ampliación del albergue, es un encuentro entre la arquitectura histórica y la contemporánea.
Profesor Fabbri, ¿cómo ha sido su labor como editor?
M. F.: Yo he realizado las introducciones del número. Mi trabajo es organizar el equipo, pero no jugar el partido. Se realizó un taller de trabajo con los investigadores para darles ciertas pautas de lo que debían lograr. También hemos tenido reuniones de coordinación, se ha organizado una secuencia para dar coherencia en el recorrido de los artículos y las temáticas.
¿Cuál es la visión de ustedes sobre el patrimonio en nuestro país?
E. B.: El Perú tiene la ventaja y, al mismo tiempo, desventaja de tener demasiado patrimonio, así la conservación resulta muy complicada. Tenemos patrimonio prehispánico, virreinal, republicano e incluso moderno, que es el más descuidado y menos valorado, porque es muy reciente y uno asocia el patrimonio con lo antiguo. Sería interesante que participaran en la conservación los gobiernos regionales y los locales, y que cada jurisdicción conservara su propio patrimonio. Creo que eso es muy importante.
¿Qué hace falta para que esto suceda?
E. B.: Desde el punto de vista de patrimonio inmueble, básicamente se necesita una serie de incentivos. En el Perú, un monumento no debería pagar impuestos o, en todo caso, pagar muy poco. Quien restaura una obra debería recibir un bono o una forma de incentivo. Esto no existe.
M. F.: El Estado debería poder encargarle a una entidad privada la recuperación de un inmueble, crear un sistema de bonos y reconocer al inversionista privado, liberándolo del IGV, por ejemplo, como sucede en otros lugares. Aquí existió ese sistema en el pasado.
¿Qué otras dinámicas funcionan en otros países?
M. F.: Casi todos los países tienen los mismos instrumentos de fomento que tiene el Perú, pero el Perú solo lo reconoce para la inversión en una nueva obra. Es el llamado plan de obras por impuestos, que no está adaptado al patrimonio. Y las obras son de infraestructura básica.
E. B.: Colombia, por ejemplo, tiene una muy buena política de conservación del patrimonio. Conservar y mantener a una ciudad amurallada hace que se defina muy bien su parte histórica. El Castillo San Felipe estuvo descuidadísimo casi hasta la segunda década del siglo XX. Por otro lado, en La Habana o San Juan de Puerto Rico el patrimonio es rentable porque el turismo lo rentabiliza, son centros históricos pequeños y eso también ayuda. En cambio, el de Lima es muy grande.
¿Qué aprecia la renovación urbana en Lima?
E. B.: Si hablamos de renovación urbana, hay muchas cosas que hacen falta. Acá si se queman dos inmuebles y no se pueden recuperar, son tierra de nadie. El propietario no tiene interés, la gente que ahí vivía no tiene los medios para recuperar las casas y el Estado no puede hacer nada porque es privado.
M. F.: Es importante que el poblador también tenga un sentido de conservación y renovación. Hay un patrimonio que no tiene que ser nacional, como proteger un árbol, la plaza, etcétera. Se debe fomentar una voluntad de participación.
Por otro lado, en cuanto a los fenómenos naturales que destruyen viviendas mal ubicadas, cosa que se repite cada año, ¿cómo se debería trabajar?
E. B.: Con planificación urbana enfocada al patrimonio que se edifica en sitios vulnerables. Las quebradas deberían dejarse libres y se debería construir en las laderas. Eso sería previsión, porque los ríos se cargan de agua por épocas y no se puede construir en el cauce ni en las franjas marginales. Y cuando vengan estos acontecimientos naturales, que vienen cada año, creo que tendríamos una quebrada de huaico. Los cauces de los ríos tienen que ser respetados, así evitaríamos que pase una desgracia como la del hotel de Huancavelica. O, para no ir muy lejos, está el ejemplo del edificio que cayó en el Rímac. Todo eso debería ser parte de la planificación, pero no se hace. Nadie piensa a mediano plazo. La voluntad de los alcaldes apunta a la inmediatez.
¿Qué otros problemas identifican en el patrimonio peruano?
M. F.: Las densidades de los sitios protegidos en relación con la arquitectura nueva. Hay zonas monumentales que tienen un control normativo específico en relación con el crecimiento hacia arriba. Por ejemplo, una casona antigua se demuele y, en su reemplazo, se construye un edificio para 50 familias. Eso es algo que se debe estudiar como fenómeno, porque no lo estamos comprendiendo.
E. B.: En el centro histórico de Lima se puede construir una obra nueva, puede ser una arquitectura de acompañamiento, que debe estar controlada con ciertas características urbanísticas. Lo peor que le puede pasar a un centro histórico es morirse. Se necesitan viviendas, así como renovar callejones y tugurios, y reemplazarlos por obras de calidad, mejorando la densidad y con baja altura. Lima, a nivel urbano, es una ciudad muy extendida y ese problema lo vemos en el transporte. Hay zonas que han mejorado su densidad, pero se trata de distritos medios y altos, como Miraflores, San Isidro, Barranco, Surco, pero en la periferia se sigue creciendo de manera extendida, no hacia lo alto. Hay muchos temas por analizar, pero lo que se necesita es planificar el crecimiento de la ciudad, no pensar solo en el corto plazo, sino también en el mediano y largo.