Con ganas de aplicar todos sus conocimientos y de trabajar en el diseño de una ciudad sostenible, un grupo de estudiantes de la Carrera de Arquitectura de la Universidad de Lima participó en el Concurso Internacional Universitario de Anteproyectos Hábitat 2016.
Este certamen, que se realiza cada 20 años, es impulsado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su preocupación por la creciente urbanización, que genera un desequilibrio entre población urbana y rural. Por eso la idea es que las propuestas presentadas propicien el replanteamiento de las estrategias y políticas en torno a este tema y se diseñen viviendas con un criterio de sostenibilidad.
La convocatoria de Hábitat 2016 se dirigió a equipos universitarios interdisciplinarios, los cuales debían presentar una propuesta de anteproyecto para resolver una de tres problemáticas reales del hábitat popular ecuatoriano relacionadas con los asentamientos humanos con degradación ambiental, los asentamientos en situación de vulnerabilidad y riesgo volcánico, y los asentamientos urbanos marginales que tienen elementos de alta precariedad.
En esta tercera edición del concurso participaron estudiantes universitarios de 18 países de América, Europa y Asia. El equipo de la Universidad de Lima estuvo asesorado por los docentes Eduardo Peláez, Carolina Linares, Inés Campos, Favio Chumpitaz y Daniel Rondinel, y conformado por los alumnos Diana Egúsquiza, Estefanie Quispe, Franco Siu, José Panduro y Flavio Vila. Ellos desarrollaron un proyecto piloto para Puerto Roma, localidad de 1.100 habitantes, ubicada a una hora y media en bote, desde Guayaquil. Dice Estefanie Quispe:
“Nos parecía que podíamos aportar en el tema de planificación urbana en Puerto Roma. Antes de este trabajo, ninguno de nosotros sabía de la existencia de este poblado, así que partimos por investigar lo básico: demografía, impacto social, actividad económica, etcétera”.
Para llevar a cabo este trabajo desde Lima fue necesario consultar diversas fuentes, desde libros y artículos hasta diversas personas de Guayaquil, a quienes contactaron a través de las redes sociales.
A medida que avanzaba el estudio de la zona, fueron encontrando ciertas dificultades y se vieron en la necesidad de involucrar conocimientos de profesionales de otras especialidades. Flavio comenta:
“Lo más complicado era resolver temas como el desagüe en un ecosistema complejo o el procesamiento de la basura. Ninguno de nosotros sabía cómo abordar un tema de luz, de energía y de agua. Hubo un momento en que dejamos de avanzar, porque no sabíamos cómo seguir. Entonces buscamos asesoría con profesores de otras especialidades. Gracias a ello pudimos desarrollar el anteproyecto”.
Una vez que aclararon el panorama y detectaron las principales problemáticas de la zona, establecieron diversas propuestas de solución. Flavio explica que la propuesta se basó en un sistema de muelles, porque es la única manera que tienen los pobladores de llegar sus casas. Tomaron las previsiones necesarias ante inundaciones y dispusieron todos los edificios de equipamiento, como centros de salud, colegios, comisaría y centro deportivo en la parte de atrás, que es la zona más segura y no se va a inundar.
Para las viviendas, por ejemplo, se centraron en tres aspectos: memoria colectiva, estancia progresiva y materiales y tecnologías sostenibles. Aquí el objetivo fue respetar los patrones de vivienda de la zona y trabajar en la posibilidad de que las propuestas se pudieran aplicar incluso en comunas aledañas. También contemplaron la posibilidad de adaptar los espacios, en caso de que la familia crezca, y conseguir así que el crecimiento de la comunidad no afecte el medio ambiente. “El sistema que propusimos fue de autoconstrucción de viviendas básicas y con material de la zona, como la caña guadua”, especifica Diana Egúsquiza.
Por otro lado, ya que las camaroneras de la zona están depredando el manglar, hicieron una propuesta para contribuir a la regeneración del manglar y evitar las inundaciones, con un dique natural en base al mangle, conocido como sistema CaltroPe.
La principal ventaja de este sistema natural es que permite el control del crecimiento del mangle, contribuye a estabilizar la tierra, se constituye como una primera barrera ante la crecida del caudal del río y, además, al generar mangle, se crea un hábitat adecuado para los cangrejos, aves y especies marinas.
De esta manera no solo se beneficia el medio ambiente, sino también las personas del lugar, que viven sobre todo de la extracción y venta de cangrejos. Y también se mejoran las condiciones para el turismo.
Para el desarrollo de los temas ambientales de este trabajo los alumnos y docentes recibieron el asesoramiento del ingeniero Jorge Sanabria y de su equipo del Centro de Estudios para el Desarrollo Sostenible (CEDS) de la Universidad de Lima. También del doctor Ken Takahashi y Alejandra Martínez, representantes del Instituto Geofísico del Perú, del Ministerio del Ambiente. Y mantuvieron una comunicación abierta y permanente durante los cuatro meses que tomó el diseño del anteproyecto. Al respecto, Carolina Linares dice:
“Lo importante es que los estudiantes han podido ver qué implica hacer un trabajo interdisciplinario. Como arquitectos, siempre trabajamos en equipo y a veces es necesario llevar a cabo el proyecto en conjunto con personas de otras profesiones, para ofrecer una solución integral a un problema. En este caso, los chicos ya han tenido esa experiencia antes de salir de la Universidad”.
En cuanto a los servicios básicos para Puerto Roma, la propuesta fue generar una planta de energía azul, sistema que desconocían completamente, pero que descubrieron durante el proceso de investigación y les pareció idóneo incluir en su propuesta. Esta tecnología provee energía a través de un proceso de ósmosis. Los paneles solares de las viviendas serían una fuente secundaria de energía.
En cuanto al abastecimiento de agua para el uso diario en las viviendas, la idea era crear un sistema de recolección de agua de lluvia.
Por otro lado, se propuso el uso de energía azul, un sistema que se está implementando en Holanda. José Panduro explica:
“Se basa en la recolección de agua mediante la combinación por ósmosis de agua salada y dulce. La energía azul es que la se obtiene por la diferencia en la concentración de la sal de ambas fuentes de agua”.
Y al fortalecer la red de conectividad fluvial entre los asentamientos, Puerto Roma cumpliría su principal rol de suministrador, tanto para la propia comunidad como para las vecinas. El agua utilizada pasaría por montantes de 1% de inclinación, según los ejes de vivienda, que la conducirán al humedal planteado en la parte sur del asentamiento. Con este tratamiento el agua podría ser vertida al río sin contaminarlo y otra parte se utilizaría en los cultivos que se generarían en base a compost en la zona de los equipamientos.
En este anteproyecto también se buscó que la comunidad pueda autoabastecerse. A través de la zona de cultivo que programaron, no solo se buscaría una fuente de trabajo, sino también generar recursos para el pueblo.
Este equipo de estudiantes no ganó el concurso, pero sí experiencia. Fue una gran oportunidad para investigar, conocer y reflexionar creativamente para resolver un problema real y con muchas aristas. Todos los integrantes del grupo han aprendido muchísimo, durante y después del proceso de elaboración del anteproyecto.
Estefanie Quispe tuvo oportunidad de viajar a Ecuador y asistir a la Conferencia sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible Hábitat III. Ella comenta que fue sumamente interesante y que ahí conoció el anteproyecto ganador, perteneciente a un equipo de la Universidad de Las Américas, de Ecuador. Ella dice:
“Estuvimos bastante acertados en la propuesta urbana, en cuanto a viviendas prototipo. Pero hubo cosas que nos faltaron. Los ganadores explicaron al detalle cómo funcionarían sus sistemas; nosotros utilizamos sistemas macro y una posible intervención para el agua y energía”.
Por su parte, Eduardo Peláez considera que “el trabajo realizado es muy bueno, porque la nueva estrategia de crecimiento urbano para ese lugar partió de reconocer cómo funciona el ecosistema del manglar y se aprovechó ese ecosistema a favor del proyecto, a través de muelles, de la agrupación de las viviendas, de la ubicación de los equipamientos públicos, etcétera”.
Ahora, los chicos planean exponer su trabajo ante el Círculo de Arquitectura Internacional, a fin de trasladar su experiencia a otros estudiantes. Por su parte, Inés Campos opina:
“Creemos que es una forma de motivar a otros estudiantes a participar en proyectos similares y de que conozcan cómo se lleva a cabo un trabajo multidisciplinario. Incluso es bueno para los docentes desarrollar este tipo de trabajos con los estudiantes y adquirir experiencia para futuros retos".
La participación en el concurso, además, significó cumplir con uno de los retos que los docentes se han impuesto: involucrarse con los alumnos en concursos nacionales e internacionales para que los jóvenes se sometan a condiciones reales de trabajo y salgan al mercado laboral con esa experiencia.
Los estudiantes han invertido aproximadamente 450 horas de trabajo grupal, aparte del esfuerzo individual que cada uno ha realizado. Actualmente, Diana y Flavio son egresados, pero durante el concurso estudiaban en el décimo ciclo. José, Franco y Estefanie cursaban el noveno ciclo durante la etapa del concurso. Para leer la memoria descriptiva del anteproyecto, clic aquí.