Trabajar para los demás

Jessica Sánchez, administradora por la Universidad de Lima, abandonó su rutina, sus posibilidades de desarrollarse profesionalmente en el mundo corporativo, sus comodidades y su casa, y se fue a vivir al Cusco, donde hoy dirige Mi Pequeña Ayuda, su propia ONG, a través de la que apoya a niños y jóvenes con discapacidad o de bajos recursos. Así, junto con 2 personas contratadas y un grupo de voluntarios, les dictan clases, les ayudan a hacer tareas, les hacen seguimientos de su salud, les brindan terapias, entre otras series de actividades que contribuyen al bienestar de los niños y de su comunidad.

En Cusco, Jessica le ha dado un nuevo sentido a su vida. Se siente contenta y tiene planes de hacer su ONG autosostenible.

¿Cómo llegaste a dirigir la ONG Mi Pequeña Ayuda?
Yo comencé con los fundadores, como voluntaria en temas administrativos, en 2012. En ese entonces ya había terminado la carrera. Poco a poco me fui involucrando más y más en la organización hasta que, en 2014, la fundadora me comentó que quería traspasar la ONG a alguien, y yo acepté. La vida me puso en ese camino y no quise dejar pasar la oportunidad. Desde niña me ha gustado ayudar a la gente, y dedicarme a esto como una actividad a tiempo completo ha sido diferente y muy gratificante. Siempre he tenido de todo: viajes, una buena educación, una familia muy unida, muchas comodidades… Los niños a los que ayudamos no tienen estas oportunidades; por eso, pienso que esta es más bien para mí una oportunidad de poder ayudarlos.

¿Cómo fue para ti ese salto de ser voluntaria a directora?
Pensé mucho antes de tomar esa decisión porque implicaba un cambio radical en mi vida, no solo en el tema laboral, sino en todo nivel. Al principio, no quería mudarme a provincia, pero he terminado viviendo en Cusco los últimos cinco años porque manejar las cosas de lejos no es posible. Mi trabajo consiste en hacer que todo funcione y para eso necesito estar en Cusco, y ponerle mucho empeño, tiempo y dedicación. Al inicio el trabajo me absorbía demasiado, pues, cuando uno quiere que algo crezca, tiene que entregarse por completo y, como a mí me gusta hacer las cosas bien, casi no tenía tiempo libre. Luego ya me tocó equilibrar mi vida, respetar los horarios, hacer cosas para mí el fin de semana.

¿Qué cambios has realizado desde que eres directora?
Antes la ONG era pequeña y no era tan organizada como ahora. Si bien hacíamos cosas buenas, faltaba diseñar proyectos definidos a largo plazo y sostenibles. Por otro lado, ahora la idea es que vayamos teniendo proyectos que nos autogeneren ingresos. Trabajamos con voluntarios, sobre todo de otros países, pero estamos apuntando también a un mercado local para que más peruanos puedan tener esta experiencia de ayuda social y, por supuesto, nos apoyen. Recientemente, hemos creado el Certificado GloRe con partners de Europa y Latinoamérica para certificar las habilidades blandas que los voluntarios adquieren con nosotros. Quien quiera ayudarnos puede escribirnos un correo a volunteerperu@mysmallhelp.org o aplicar al voluntariado a través de este enlace: https://mysmallhelp.org.pe/es/voluntariado-en-peru/

¿Cuáles son las actividades que realizan?
Ayudamos a niños y jóvenes con discapacidad y de bajos recursos en Ollantaytambo. Tenemos 4 áreas de trabajo: el programa integral de apoyo, proyectos educativos en escuelas, proyectos de desarrollo comunitario, y campañas de salud y de apoyo social. En los proyectos educativos en escuelas les damos clases de inglés dentro del horario escolar. Unos 180 niños se benefician de ello. Ollantaytambo es un distrito turístico, de manera que el inglés será una herramienta para ellos. Como parte de los proyectos de desarrollo comunitario, trabajamos con grupos de extranjeros, generalmente estudiantes, y ahora estamos convocando a grupos corporativos. Armamos un itinerario de 2 a 7 días y realizamos construcciones en escuelas, mejoramos la infraestructura y el mobiliario, pintamos, hacemos trabajo en chacras, construcción de biohuertos, todo ello en combinación con actividades educativas: clases de inglés, deporte, etcétera. Finalmente, realizamos campañas de salud y de apoyo social a lo largo del año, generalmente en julio y diciembre.

¿Cómo te sientes al hacer esta labor?
Me gusta muchísimo; me da una gran satisfacción. Siempre pensé que quería hacer algo por mi país y ahora tengo la oportunidad. Que mis niños me digan “tía”, me abracen o me den un beso es la mayor recompensa. Se siente bien darles una oportunidad a niños que, de otra manera, no la tendrían. Considero que ayudar a otros a través de un voluntariado es algo que todos deberíamos probar alguna vez, pues te cambia la vida positivamente. La persona que va a ayudar termina aprendiendo mucho y la experiencia le hace crecer muchísimo. Ahora bien, en mi caso, no voy a negar que esta experiencia como directora es también una labor estresante. No es lo mismo ser voluntaria que ser directora. Yo necesito hacer que la organización funcione y a veces tenemos muchas limitaciones. Con menos fondos hacemos menos cosas y con más fondos abarcamos más. Pero la gente siempre nos pide apoyo porque lo necesita, y nosotros tenemos el reto de encontrar la manera de seguir apoyando y creciendo.

¿Qué hacías antes de dirigir Mi Pequeña Ayuda?
Anteriormente he trabajado en Telefónica, en Promperú y en el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo. En Promperú trabajaba en publicidad: veía la promoción del país en mercados europeos. Era muy bonito y daba mucha alegría de pronto ver, por ejemplo, los paneles en los Campos Elíseos. En el Ministerio trabajaba en un programa de cultura turística: organizábamos eventos y dábamos capacitaciones a operadores turísticos para mejorar la atención al turista; hicimos la campaña “El peruano más amable”. En Telefónica fui asesora comercial. Además, trabajé en un par de agencias de publicidad y por un tiempo corto en Boticas Fasa.

¿Qué haces en Cusco en tus tiempos libres?
Salgo con amigos y hago caminatas. Nunca se termina de conocer Cusco. Hace poco hice una caminata de 6 horas por un lugar hermosísimo, arriba de Ollantaytambo. Me gusta buscar rutas cortas por los alrededores. Lo bueno es que siempre hay un sol lindo y un cielo azul, lo que provoca hacer cosas afuera. Cuando estoy en Lima, me gusta montar bicicleta, compartir con mis amigos y mi familia, ir a comer, caminar por el malecón y, por supuesto, ir a la playa.

¿Qué te pareció estudiar en la Universidad de Lima?
La Ulima es mi alma mater. Me ha gustado mucho estudiar acá: el nivel de exigencia es muy bueno y también el networking. Me ha dado una excelente formación académica, que me ha servido como base para mi vida profesional. Me sorprende gratamente ver cómo va cambiando y mejorando su infraestructura en favor de los estudiantes. Me gusta regresar aquí, aunque sea de visita.